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Actualidad

Publicado por Citerior Mayo 12, 2019

Sociedad digital: no todo lo que brilla es oro…

LA SOCIALIZACIÓN DEL HOMBRE EN EL NUEVO SIGLO

 G. C. O. Ingeniero Civil Industrial.

Pareciera ser que en los fines del siglo XX y principios del siglo XXI, la sociedad se encuentra en una profunda crisis, que afecta todos los ámbitos de la vida del ser humano, Crisis financieras, crisis políticas, crisis medioambientales, que impactan profundamente en lo moral, lo ético y en lo espiritual.

La escalada armamentista de la guerra fría, posterior a la segunda guerra mundial, la crisis del Medio Oriente, la guerra del Golfo Pérsico, el desarrollo nuclear de potencias como Irán, China, Corea del Norte, sumados a la explotación irracional del medioambiente por recursos alimenticios, energéticos, hacen plantearse la necesidad urgente de hacer algo ante la real amenaza de la extinción de la raza humana de nuestro planeta.

Se evidencia que los llamados “expertos”, ya no son capaces de plantear soluciones reales a los problemas cotidianos, como la pobreza económica, la aparición de nuevas enfermedades -sobre todo psicológicas- la correcta utilización de nuestros recursos naturales, la falta de educación, el aumento de criminalidad, etc.

Cuando las sociedades alcanzan su máximo auge, tienden a volverse rígidas, apegándose a modelos estáticos de comportamiento; no se adaptan a los cambios culturales y las instituciones tradicionales se oponen a la entrega del poder a nuevas corrientes y nuevas agrupaciones, o fuerzas culturales. En estas circunstancias, las sociedades tienden a la decadencia.

Agregado a lo anterior, actualmente nos encontramos en una crisis de los combustibles fósiles, que nos está obligando a encontrar nuevas fuentes energéticas renovables, que implicarán grandes cambios en nuestro modo de vivir en sociedad.

Los cambios que se pronostican seguramente serán mucho más acelerados que los cambios sucedidos en épocas anteriores, dada la globalización y el concepto de aldea global intrínseco en nuestra sociedad actual.

El actual movimiento feminista pareciera ser consecuencia de la explotación de recursos naturales en paralelo con la explotación de la mujer, explicado por la visión judeocristiana del hombre, como explotador de la naturaleza y de la mujer.

Nuestra actual civilización es capaz de enviar naves al espacio exterior y de grandes descubrimientos científicos; pero es incapaz de controlar el daño que se le está haciendo a nuestro propio hogar, que es nuestro planeta tierra.

La sociedad del siglo XXI

Luego del renacimiento y de la revolución industrial, sin duda nos encontramos nuevamente como sociedad en un punto crítico de transición hacia una nueva revolución: la revolución digital. En esta nueva revolución, los modelos de dominio y poder, los modelos económicos y políticos, están siendo puestos a prueba.

Siempre ha existido una distancia entre lo particular o íntimo y lo público, ya sea en los espacios y en las ideas. Una de las características de la sociedad digitalizada, es que se tiende a eliminar esta distancia.

El concepto del respeto ha sido fundamental en nuestra sociedad; sin embargo, en las actuales interacciones en redes sociales, aparece el anonimato. Respeto y anonimato parecen estar en esferas opuestas, ya que nombre y respeto están fuertemente ligados entre sí. La sociedad digital fomenta el anonimato. El nombre está ligado a los conceptos de responsabilidad, confianza y compromiso, lo que se tiende a perder con el anonimato. La socialización digital rompe el concepto de respeto.

Socialización digital

Hoy nos encontramos en lo que algunos llaman “La Revolución Digital”, donde nuevamente, al igual que en el pasado, la autoridad y la relación entre los individuos y el poder serán sometidos a profundos cambios. Los individuos de este nuevo mundo no son adeptos a los espacios públicos como los estadios deportivos o anfiteatros en donde se congregan “las masas”, pues se aíslan y singularizan en un mundo electrónico; se congregan digitalmente, pero sin el concepto grupal de un “nosotros”, propio de una congregación de masas.

Estas colectividades digitales son volátiles, carecen de una vinculación profunda, se generan en torno a algún acontecimiento momentáneo de efervescencia que, al dejar de ser centro de atención, termina con la vinculación inicial. Producto de esta volatilidad, por lo general no generan ni desarrollan fuerzas políticas.

En la sociedad actual, la información y las opiniones fluyen sin intermediarios. Los agentes de intermediación que se constituían en aglutinadores, como periodistas y líderes ideológicos como sacerdotes, ya no son tan necesarios y parecen fuera de estos tiempos.

En la comunicación entre seres humanos, además del lenguaje verbal, está involucrado el lenguaje corporal como también la utilización de distintos sentidos, en forma integral, para finalmente interpretar mensajes, ideas, sentimientos, etc. La comodidad y la eficiencia de la comunicación digital, nos priva cada vez más de esos otros componentes de la comunicación social, perdiendo así el contacto con las “personas reales”. Como lo plantea Byung-Chul Han: Lo digital somete a una reconstrucción radical la “triada lacaniana” (en referencia a Jacques Lacan) de lo real, lo imaginario y lo simbólico. Desmonta lo real y totaliza lo imaginario”.

En el espacio digital abandonamos definitivamente el plano terrenal. La Tierra, con sus limitaciones físicas de gravedad, espacios, límites que no pueden ser fácilmente franqueados, para adentrarnos en un mundo sin estas limitantes. Estar cerca o lejos, es de orden terrenal; en este nuevo mundo, no existen las distancias.

Una nueva dimensión ha aparecido en este mundo, referente a que ya no solo nos comunicamos entre personas; podemos consultar a algún asistente virtual e incluso compartir opiniones con seres inexistentes terrenalmente. El próximo nivel ya está ocurriendo, con el internet de las cosas; aquellos elementos inertes en el pasado parecen cobrar vida y alma, comunicándose entre sí, sin la necesidad del ser humano; toman sus propias decisiones.

Enfermedades de la socialización digital

Este nuevo mundo digital, que pareciera ser tan bueno, trae consigo algunos problemas que ya se están evidenciando en los seres humanos. El cansancio o fatiga, que se produce por un exceso de información y la incapacidad del ser humano de procesarla, provoca síntomas como falta de concentración, falta de capacidad de análisis, inquietud y la incapacidad de asumir nuevas responsabilidades.

El pensamiento es en sí nuestra capacidad analítica; el exceso de información hace que la capacidad selectiva, distinguiendo lo esencial de lo que no lo es, se vea dificultado.

Más información no es necesariamente positiva para la toma de decisiones en el plano humano. La masa de información no engendra por sí misma la verdad; mientras más información se añade, también se hace más difícil distinguir la buena información, con aquella que no lo es y no aporta al esclarecimiento de la verdad. En un determinado punto, la información ya no es informativa, sino deformativa; la comunicación ya no es comunicativa, sino acumulativa.

Otro síntoma es la depresión, guiada por este mundo narcisista, donde solo percibimos el eco de nosotros mismos, ahogándonos en nuestro propio yo.

También la capacidad de asumir responsabilidades se ve afectada, ya que la responsabilidad presupone un vínculo y un compromiso como también el valor de la confianza. El mundo digital fomenta precisamente la falta de vinculación real en el largo plazo y con ello el establecimiento de los compromisos.

Comportamiento algorítmico

Según nos relata Harari (Juval Noah Harari, 2014), los seres humanos somos seres algorítmicos, es decir nuestra biología y nuestra sicología está relacionada con patrones o algoritmos heredados por la propia evolución natural.

Un algoritmo es un conjunto de pasos que se deben seguir para resolver algún problema o realizar alguna tarea. De acuerdo a la idea anterior, los seres humanos podríamos ser descritos como un conjunto complejo de algoritmos.

Los algoritmos de comportamiento deben considerar ciertas probabilidades para que la conducta sea exitosa. Actualmente contamos cada vez con más información para determinar probabilidades, pero ¿cómo lo hacían nuestros antepasados?, pues esa información estaba integrada en sus sensaciones, emociones y deseos.

Los algoritmos pueden ser traducidos a fórmulas matemáticas, por lo que entonces somos un conjunto complejo de fórmulas matemáticas; de esta forma, entonces podríamos escribir la experiencia del tener hambre o miedo o felicidad, como un conjunto de pasos algorítmicos resumidos en una fórmula matemática.

Finalmente, las fórmulas matemáticas necesitan información para entregar resultados y esa información es precisamente la que estamos dejando en las redes sociales.

Hoy nos conectamos mediante las redes digitales, en forma de redes sociales. Todo lo que hacemos en esta red queda grabado a modo de información; una especie de huella personal digital.

A medida que aumenta la huella que estoy dejando, aumenta también la información personal que estoy aportando libremente a esta red digital. Finalmente, con esta cantidad de información, las fórmulas matemáticas a que nos referíamos comienzan a entregar resultados sobre cada uno de nosotros, espacio en que nos movemos, que nos gusta, que no nos gusta, que nos produce felicidad o tristeza, etc.

Dado nuestro comportamiento, entonces es posible predecir lo que nos va a gustar, lo qué no nos va a gustar, o donde iremos bajo determinadas circunstancias, lo que nos provocará felicidad o tristeza y esta predicción será más o menos exacta a medida que incorporemos más información a las fórmulas matemáticas; a fin de cuentas, solo es cosa de probabilidades y, a más información aportada, mayor será la probabilidad de acierto.

El mundo digital y el poder

Cada click que se hace queda registrado; todas nuestras acciones en el mundo digital pueden ser rastreadas en el tiempo, Ya no es el Big Brother sino el Big Data, concepto que reúne toda la información que cada uno de nosotros aportamos a la red digital y que son almacenados y analizados, por supuesto, por grandes cerebros también digitales (inteligencia artificial).

Vigilancia y control parecen estar implícitos en este nuevo mundo, La confianza, es reemplazada por el control. Quien sea capaz de tener el control de este Big Data, podrá leer pensamientos, dirigirlos y controlarlos a su mejor conveniencia.

Este nuevo poder, vigila, controla y dirige a los seres humanos desde adentro; es decir, desde nuestro inconsciente, parte de un gran inconsciente colectivo. Sin duda, este poder controlador podría desarrollar rasgos totalitarios.

En la antigüedad y casi hasta el día de hoy, las religiones fueron las instituciones que detentaban el poder, conduciendo al pueblo de acuerdo a sus posturas éticas. El poder de Dios como autoridad afectaba todas las facetas de la vida cotidiana del hombre. Incluso la justicia estaba administrada por sacerdotes que se regían estrictamente por los libros sagrados.

En el mundo posterior a la escolástica, el Humanismo surgió como una nueva forma de pensar; somos el origen último del sentido, y nuestro libre albedrío es, por consiguiente, la mayor autoridad de todas”. Son nuestros sentimientos los que aportan sentido no solo a nuestra vida cotidiana, sino también a lo social a lo político.

La delegación de poder no es a la autoridad religiosa ni a un consejo de científicos que nos pudieran decir que es mejor para todos, sino que en la mayoría de países desarrollados, se convocan a elecciones democráticas, en que cada ciudadano expresa su preferencia, en base a su propio libre albedrío y esencialmente a sus sentimientos (así por lo menos debería ser), convirtiendo la voluntad de la mayoría en la autoridad política suprema.

Cuando la autoridad que estaba en el poder absoluto de Dios se trasladó desde el cielo a lo profundo de nosotros mismos, es decir a nuestros sentimientos, el mundo cambió. El cielo y el infierno dejaron de ser “reales” en el sentido figurado de la palabra; cada cual es libre de interpretar su propio cielo y su propio infierno. Cuando Nietzsche declaró que Dios había muerto, se refería a esto”.

El Humanismo supone que en cada uno de nosotros existe un “yo interior”, una especie de “sabio” al que consultamos cada vez que necesitamos tomar alguna decisión; sin embargo, cuando acudimos a nuestro yo interior, es muy probable que encontremos solo silencio o un conjunto de voces con opiniones opuestas.

La revolución científica nos dio la respuesta al problema anterior, indicándonos que primero deberíamos obtener suficientes datos empíricos del problema para luego traducir todo aquello a una fórmula matemática que describiera el objeto de estudio.

Y si el objeto de estudio fuéramos nosotros mismos, entonces bastaría con recopilar suficiente información empírica para explicar el cómo decidimos y como actuamos; ¿dónde está el libre albedrío entonces? El concepto del libre albedrío se basa en la creencia de la individualidad, es decir, somos un ser indivisible. Sin embargo, estamos compuestos por millones de células que todos los días pasan por innumerables transformaciones. ¿Quién es el que realmente tomas las decisiones?

Hoy en día ya es usual el utilizar alguna aplicación de GPS que me dirija a algún lugar mientras conduzco mi vehículo. Introduzco las coordenadas de destino y la aplicación (o algoritmo) me va dando las indicaciones. Y si esta aplicación me es cómoda y llego a confiar en ella, cada vez más la dejo o le cedo autoridad para que decida por qué camino llevarme, pues si lo hace bien, ¿por qué habría yo de tomar otra opción?

Pero, así como nos guía a nosotros, también guía a una multitud de otros individuos que también han cedido la autoridad a este algoritmo. ¿Podría esta aplicación favorecer a un grupo determinado en perjuicio de otros, por ejemplo, dejando más expedita una cierta vía y enviando a otros a un atasco mucho más lento? … pues, ¡claro que sí!

Con la información que he aportado durante toda mi vida en las redes sociales, los algoritmos que me identifican estarán disponibles para quien los quiera utilizar.

Si tengo dudas en formar o no una familia con determinada persona, podríamos consultar a la red sobre si nos conviene o no, ya que tiene tanta información sobre mí como de la otra persona, pudiendo inferir una probabilidad de éxito para la situación.

Un algoritmo matemático, teniendo la suficiente información, puede conocerme mejor de lo que yo me conozco a mí mismo.

Lo siguiente es preguntarse, ¿qué o quienes están detrás de esta gran acumulación de información? Podríamos identificarla como una Inteligencia Artificial (IA), una especie de inconsciente colectivo que ya está tomando decisiones por nosotros y que cada vez lo hará con mayor frecuencia.

¿Es esta Inteligencia Artificial un nuevo concepto de Dios?