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Sociedad

Publicado por Citerior Enero 25, 2019

Reflexiones sobre la verdad cotidiana.

Reflexiones sobre la verdad cotidiana.  Sergio Rozas Olavarría. Ingeniero Comercial.

¿Es posible reconocer la verdad?  No me refiero a verdades fundamentales, a esas que son o debiesen ser hitos en el devenir de la historia del ser humano, las que son materia de las profundas aguas de la filosofía.  Se trata de algo más simple, de lo cotidiano, de cómo saber cuándo algo es o no cierto.  Esa verdad apostillada por una preverdad y, más tarde, maquillada por la posverdad. Cuál aceptar.

A veces pareciera ser que esta esquiva verdad circula por los misteriosos senderos de los intereses creados. En la Granja Animal, de George Orwell, los cerdos establecen claramente la diferencia entre estar luchando por el poder junto al “pueblo animal”, con el llegar al poder. “Todos los animales son iguales”, es la frase que conquista la adhesión popular. “Todos los animales son iguales pero algunos animales son más iguales que otros”, es la frase una vez que han llegado al poder  ¿Preverdad y posverdad, o simplemente pragmatismo?   Tal parece que la diferencia la hace el momento de la afirmación y según como pase el agua bajo el puente.

No es muy diferente lo que ocurre en la vida cotidiana, los medios blanden su sable comunicacional con la destreza de espadachines al servicio de tal o cual reino. Las verdades vuelan por los medios, aterrizan en las sorprendidas mentes de los consumidores sólo para ser desmentidas, modificadas y, muchas veces, simplemente eliminadas. Como si nunca hubiesen existido.

Entonces aparece un efecto derivado de la pre y la pos: la verdad aproximada.  Esa que finalmente queda plasmada como “lo que ocurrió”, en el bien entendido que nunca sabremos que tanto se aproxima o aleja de la realidad.  Al parecer no se equivocaba Aristóteles cuando decía que “… todo lo que se dice es verdadero o falso, porque es preciso que se reflexione lo que se dice”.  Claro que esto viene a complicar más las cosas, desde el punto de vista de conocer estas pequeñas verdades, la reflexión es individual y por lo tanto la verdad terminaría siéndolo también. Cada quien con su verdad. Un hecho, múltiples verdades.  Así pasa a ser irrelevante la veracidad o falsedad de algo. Lo que cobra importancia es la apreciación personal.  Bien lo saben los medios, eso es lo que construyen día a día, las apreciaciones personales. Su éxito radica en construir verdades convincentes.

Nos vamos alejando, cada vez más, de la ocurrencia del mundo y nos vamos acercando a su interpretación. Es decir lo que cobra valor son los dichos por sobre los hechos.  Estas tres precepciones de verdad nos llevan a vivir en una realidad virtual que finalmente es la que vamos aceptando como tal, es una verdad construida o, si se quiere, deconstruída.

El panorama parece desolador y tal vez lo sea. La verdad no se construye a través de los dichos, sino en función de su coincidencia con los hechos, pero eso lo sabemos, al parecer, sólo para establecer las debidas manipulaciones.  Aquí entran en escena dos personajes, casi en extinción, la moral y su subsecuente ética asociada. Sin la praxis de ambas seguiremos en este vertiginoso despeñadero virtual. Perderemos la visión de lo real y lo ficticio. Lo que es más, nos será irrelevante.

La irrelevancia de la verdad, en cuanto a espejo de la realidad, la observamos cotidianamente en los dichos de algunos líderes mundiales, no viene al caso mencionarlos, cada quién se dará cuenta  según su personal capacidad de análisis.  Lo grave de esto es que las distorsiones antojadizas de algunas personas comienzan a poner en peligro la existencia de la humanidad.  Esta virtualidad nos conducirá a un desastre real, del que tal vez no seremos testigos directos pero sí cómplices pasivos, por el simple hecho de perder nuestra capacidad para reconocer lo real.