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Publicado por Citerior Octubre 1, 2020

Radiografía a la vivienda social chilena

Radiografía a la vivienda social chilena

                                                  Dagoberto Correa de la Fuente, Constructor Civil

La vivienda es un problema serio, ya que compete directamente a todos nosotros, como sociedad, por la posibilidad de acceder a este espacio tan preciado que es el tener una vivienda, donde poder vivir dignamente, compartir con la familia y que esta tenga una identidad como tal, para lograr un desarrollo que nos beneficie a todos… el que sin duda es esencial para el desarrollo del país.

La vivienda es sólo un componente de ese todo que en la sociedad se llama ciudad, que alberga los asentamientos humanos, de quienes han vivido siempre ahí, sino que también de quienes han emigrado del campo a la ciudad buscando una posibilidad de desarrollo, tanto personal como familiar.

La ciudad debe hacerse sostenible, buscando una distribución equitativa de los espacios, la posibilidad del traslado fluido de sus habitantes, pensando en la seguridad y tener el equipamiento necesario para cubrir la educación y la salud, todo esto dentro de una marco de homogeneidad social, para evitar los “ghetos” que se producen en las grandes ciudades, los que no contribuyen a un desarrollo social y humano armónico ni en equilibrio, por su sentido de exclusión.

Pienso que una ciudad que tenga esas características, que a mi juicio son esenciales, contribuyen también a la identidad de sus habitantes con la misma, lo que impedirá un descuido permanente, que traspasa la esfera social e involucra lentamente con el tiempo a las autoridades.

Una de las características del subdesarrollo tiene relación con la creación de grandes polos urbanos, con una expansión del espacio urbano casi sin límites, donde nada de lo conversado es posible, con grandes congestiones vehiculares, con una contaminación alarmante, con una gran distancia que deben cubrir sus habitantes, hombres, mujeres y niños para trasladarse a su trabajos, centros de estudio y volver luego a sus hogares, con un tiempo diario, que va más allá de lo recomendable desde el punto de vista de la salud, de la convivencia humana y familiar.

Nuestro Santiago de Chile no escapa a esta condición que en nada favorece el sentido humano que debe tener la ciudad, y que decir en América Latina, de Ciudad de México, Sao Pablo y Buenos Aires entre otras grandes urbes…

Esa es la realidad de nuestro espacio compartido a gran escala.

Es en este espacio compartido a gran escala dónde hemos debido vivir los embates de la pandemia que nos azota, desde hace ya varios meses, donde no ha sido posible convencer y controlar a la gente para estar al interior de su espacio íntimo que es la vivienda, porque muchas veces no es suficiente o lo que es peor no existe; para disminuir las consecuencias que hemos vivido, en un ambiente de hacinamiento, promiscuidad e inseguridad social y humana, con un avance del virus, con la consiguiente mortalidad; ha habido un trabajo extenuante, profesional y generoso de quienes son parte de los equipos de salud, para controlar lo que ocurre.

El panorama descrito en el párrafo anterior pone en evidencia un problema mayor a nivel nacional: el que las políticas de vivienda social en los últimos 60 años han sido insuficientes,! escúchese bien!, en los últimos sesenta años han sido insuficientes.

Al año1960 con una población total de un poco más de 7 millones 300 mil habitantes, con una población urbana de poco más de 5 millones de habitantes y una población rural de 2 millones 300 mil habitantes, había un déficit de viviendas de 540.000 unidades, esto según el censo de 1960.

La vivienda, considerada como un espacio cerrado, cubierto y cuyo fin es dar cobijo a quienes la habitan, debe necesariamente cumplir con la cobertura de necesidades mínimas en cuanto a espacio y todos aquellos servicios básicos, agua potable, alcantarillado, gas, electricidad, que en su conjunto dan habitabilidad a un espacio como este, para cumplir los fines para los cuales está destinado… en suma para vivir en forma confortable, segura y en paz.

Así se pude hablar de una vivienda digna, donde las necesidades sean cubiertas, la vivienda como tal tenga por parte de sus ocupantes, pensemos en una familia, una identidad colectiva y cada espacio ocupado tenga una identidad propia de quién lo ocupa….así se crea y se desarrolla un sentido de pertenencia.

Debe pensarse entonces en la etapa de proyectos de viviendas colectivas, en lo difícil que es compatibilizar todas las necesidades de las distintas familias, donde sus necesidades también son distintas unas de otras y muchas veces no corresponden a una identidad cultural.

A principios de los años 80 el déficit de viviendas era creciente, se iniciaban nuevamente “las tomas” de terrenos en las grandes ciudades, donde la gente se instalaba en condiciones de una precariedad humana, sanitaria y de inseguridad que no se puede aceptar, pero que si se puede entender.

Se crean entonces los proyectos de saneamientos sanitarios, llamados casetas sanitarias, para quienes eran propietarios de terrenos y que no tenían ninguna posibilidad de construir y no tenían acceso a agua potable, alcantarillado y electricidad, con grave consecuencias para la salud, especialmente para los niños, con riesgos de infección y contaminación ambiental por malos olores.

El proyecto consideraba la construcción de una cocina y un baño, construcción en albañilería de ladrillo, con posibilidades de ampliación por autoconstrucción. Esto a pesar de su precariedad, constituía una solución sanitaria, ya que se agregaba conexión a la red de eléctrica, de alcantarillado y agua potable, con beneficios para la salud que no es necesario comentar.

Esa primera etapa luego se masificó con proyectos del mismo tipo para campamentos en distintas comunas de Santiago y regiones, lo que implicó necesariamente una urbanización del sector que se intervenía.

En 1992, de acuerdo al censo de la población había un déficit total de viviendas de 888 mil unidades, de las cuales, había 611 mil viviendas cuantitativas y 276 mil viviendas cualitativas o irrecuperables, con una cantidad de 75 mil familias que anualmente demandan una vivienda.

El panorama no era para nada alentador.

La forma de solucionar el problema fue desarrollar proyectos de arquitectura, que para la época, años 80, representaba una solución al menos transitoria; pensemos en no más de 30 años por el tipo de proyectos que se ofrecía.

La arquitectura de la vivienda consideraba un espacio total variable de entre 36 M2 y 40 M2, cuyo programa consideraba una pieza  estar comedor, tres dormitorios, cocina y un baño….claramente era un espacio insuficiente para una familia de cinco personas; cabía el mobiliario mínimo, con espacios también mínimos para poder estar en casa.

De terminaciones ni hablarla paradoja fue que si no estabas en casa debías estar en la calle con los peligros que eso significa para niños, adolescentes e incluso adultos; el fantasma de las drogas, la delincuencia, las malas juntas y otros que debían enfrentar, eran un problema infranqueable para cada familia, que ya estaban en condición de vulnerabilidad.

Sumado a lo anterior, debemos pensar en que las cinco personas para los cuales se pensó el diseño original, en el corto tiempo tendrían un aumento, que hacía ya cierta, por los espacios existentes, la posibilidad de vivir en condiciones de hacinamiento.

Desde el punto de vista del urbanismo, eran grandes extensiones con una solución muy precaria, calles principales muy angostas, generalmente perimetrales, lo que impide un desplazamiento normal, gran dificultad en el caso de una emergencia, llámese bomberos, ambulancias, camiones municipales y otros; de equipamiento comunitario, esto es, carabineros, escuelas y centros de abastecimiento, se puede decir que estaba en formación, como el nuevo conjunto habitacional

Pasajes con un ancho mínimo, donde el estacionar un auto de menor tamaño, impide el paso de cualquiera de las situaciones descritas en el párrafo anterior.

Para que decir lo referido a las áreas verdes; había una carencia absoluta de ellas, sin una plaza o un parque de mediana envergadura donde los niños pudieran disfrutar de un espacio al aire libre.

La locomoción colectiva pasaba a gran distancia, lo que en invierno exponía a la gente a recorrer un trayecto bajo las inclemencias del frío y la lluvia, y en verano no había un árbol dónde guarecerse del sol.

Deben recordarse las poco célebres casa COPEVA.

Esas eran las condiciones de vida para nuestra gente en condiciones de vulnerabilidad. La opinión es una sola: no puede entenderse ni menos justificarse, ¿dónde está el espíritu solidario, el sentido de igualdad, la percepción de la justicia en el trato humano y social ,valores tan nuestros, pero que muchos miramos desde lejos?

El problema, lejos de solucionarse, porque lo anterior claramente no es una solución, ha aumentado en relación al crecimiento de la población y de las familias que se han constituido.

Tampoco lo son los “ghetos verticales” de la comuna de Estación Central, 40 pisos con departamento de 28 M2. Ya se comentó que no es una solución habitacional, una casa de 36M2 o 40 M2 en una construcción de baja altura, tampoco puede serlo en un plano vertical, porque se trasladan las mismas deficiencias; incluso, aquí hay más inseguridad, desde la perspectiva de un sismo o de un incendio.

Se dijo, como justificación a estos proyectos, que no había un plano regulador en la comuna; pero me imagino que en ese conjunto de profesionales que participaron había un criterio técnico y un sentido común; en las autoridades también.

En la situación existente, que refleja una carencia como sociedad, todos estamos involucrados en esto; hay que sumar la cantidad de migrantes que ha llegado a nuestro país en los últimos 10 años, a quienes por una razón humanitaria, por una necesidad imperiosa de dónde llegar, se les debe considerar, como a todos, en las mismas condiciones de necesidad humana, en las políticas habitacionales del Estado de Chile.

Los invito a pensar que la migración es la expresión de una esperanza, la que no puede verse truncada por la vivienda, que es una necesidad humana y algo tan esencial.

Es inentendible la actitud delincuencial de quienes ofrecen a los migrantes, una pieza donde caben 6 u 8 personas en condiciones de hacinamiento, insalubridad, promiscuidad, falta de seguridad, a precios abusivos, que rayan en la usura; pienso que quienes ejercen este comercio debieran, en mi opinión, estar privados de libertad.

La pandemia nos ha mostrado una realidad, de la cual no teníamos conciencia, pero son muy pocos los que se atreven a reconocerlo y menos públicamente; las condiciones de vida en que un número muy importante de nuestra población vive, es en condiciones de miseria.

Un estudio de la Cámara Chilena de la Construcción del año 2019, considera que el problema de la vivienda comprometa a 2 millones 200 mil personas, con un déficit de 740 mil viviendas; esto basado en las encuesta Casen de los años 2015 y 2017, con una mayor carencia en la zona norte del país. En la Región Metropolitana afecta principalmente a las comunas de Puente Alto con 22.400 unidades, Maipú con 20.400 viviendas y San Bernardo con 19.300 unidades.

Hay una conciencia por parte de la C. CH. C., en la necesidad de desarrollar una planificación urbana integrada y de largo plazo, desarrollar un proceso integral de densificación, todo esto con la participación del mundo público y privado.

La discrepancia que existe con las cifras entregadas por el Ministerio de la Vivienda, que piensa que sólo hay un déficit de 400 mil viviendas, es por el criterio que es usado para cuantificar el fenómeno de los allegados y en la definición del aspecto cualitativo de las viviendas y cuantas deben ser reemplazadas.

Pienso que ha habido:

  • Un desconocimiento y una indolencia para abordar el tema, que es serio, delicado y urgente.
  • Una incapacidad para proponer soluciones reales en el tiempo, con un sentido de futuro.
  • Una falta de capacidad de gestión para desarrollar los proyectos; no ha existido una programación que vincule los tiempos y las necesidades.
  • Una falta de control serio y riguroso, no sólo en la etapa de proyectos, sino que en las diferentes etapas constructivas, con exigencias muy clara en los costos, la calidad técnica y materialidad de los proyectos.
  • Debe pensarse que este es un problema del conjunto de la sociedad chilena, donde deben ser consultadas las entidades de mayor prestigio profesional y técnico, grupos y asociaciones de profesionales del área, las universidades, la C. CH. C. etc., para que hagan un aporte técnico actualizado, para un tiempo de desarrollo de proyectos y construcción de los mismos, estimado como razonable con la necesidad de ser revisado y actualizado periódicamente.
  • El Estado de Chile, debe entregar los recursos, no los mínimos, sino que los que sean necesarios.