Ojo por Ojo, Diente por Diente..
Como es sabido, esta expresión recogida en la Biblia sustenta la conocida Ley del Talión, de uso y aplicación corriente en el Medioevo, particularmente.
¿Qué significa, cómo hay que entenderla bajo el prisma de los tiempos modernos? ¿Un mero acto de reciprocidad? ¿Yo mato a tu hermano y tú matas a mi hermano?
En el amplio mundo mesopotámico de la antigüedad, en las fértiles tierras de Canaan, se abrochó la historia de las tres religiones monoteístas más importantes que subsisten hasta nuestros días: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Tres creencias unidas por el origen común en una deidad fundacional de todo lo que existe y separadas excluyentemente en el mensajero y la ritualística que se le ofrece a los fieles.
Un mero acto de opciones: todas valederas. A menos, que los métodos de persuasión para la conquista de feligreses hubiesen estado teñidas de violencia y odio, de persecuciones y matanzas, desde tiempos muy remotos. Para “convertir” a los infieles.
Hammurabi, el rey babilónico, previó el desastre en su famoso Código basado en la Ley del Talión: pagar el delito, la ofensa, con la misma moneda: tú matas a mi hermano, yo mato a tu hermano.
Los caballeros cruzados cristianos entraron a tierra santa cortando cabezas a espada y hacha; los judíos de su época discriminaban a los “gentiles” porque no pertenecían al “pueblo de Dios”; los turcos selúcidas islámicos arrasaron con parte de Europa en una razzia indescriptible de desolación y muerte en el siglo XV.
Hoy..qué pasa hoy? En los tiempos del mundo digital, de la producción de bienes y servicios a gran escala y de la apertura de las fronteras a través de la irrupción de las comunicaciones globales e instantáneas,..qué pasa en ese mundo antiguo mesopotámico?
Con Auschwitz como telón de fondo ( se llegó a afirmar que después de Auschwitz no se podía seguir sosteniendo la idea del humanismo) la violencia macabra sigue campeando en la región.
Un grupo palestino extremista ingresa a territorio israelí a destruir y matar a todo lo que tiene al frente, incluyendo a civiles ( niños, mujeres, ancianos); el ejército israelí, como represalia ( Ley del Talión) bombardea la zona de Gaza destruyendo barrios enteros ( incluidos niños, mujeres, ancianos)
Se podría argüir, para entender el contexto de manera simple, que se trata de acciones relacionadas con un conflicto que al parecer no tiene solución diplomática: la ocupación israelí de territorios que los palestinos demandan como suyos.
Es un conflicto político. También religioso ( las tres religiones monoteístas reclaman a Jerusalén como la ciudad sagrada de sus creencias). Incluso se podría aceptar la situación como un estado de “guerra permanente”.
Pero, las guerras enfrentan a grupos armados y las confrontaciones bélicas están reguladas por normas éticas mínimas que resguardan a la población civil de los rigores y violencia de los ataques.
El actual escenario en la franja de Gaza parece ignorar este predicamento ético. La población civil, en ambos bandos, sufre los padecimientos de esta irracionalidad mayúscula y está expuesta a peligros inminentes.
Nadie podría vaticinar quién obtendrá la victoria en esta lucha de pueblos semitas hermanados por la historia común. Sí se puede afirmar quién saldrá perdedor: la fraternidad universal, el respeto por la vida de civiles inocentes y la conciencia de que nadie tiene el derecho a imponer su verdad al otro.
Al parecer, lamentablemente , Hammurabi, el rey babilónico, tenía razón. Ojo por ojo, diente por diente.