
Norte salitrero chileno: las fichas de la vergüenza
Edgardo Hidalgo Callejas, Editor
El salitre chileno procede de lagos que se secaron hace miles de años y dejaron depositado en su fondo las sales minerales de litio, nitratos de sodio y de potasio (salitre) y otros. Se recuerda en la historia por su gran apogeo entre 1880 y 1930 y su estrecha relación con la guerra del pacífico.
La región de a Antofagasta pertenecía a Bolivia y la relación con Chile se tornó dañada irremediablemente cuando Bolivia impuso un impuesto abusivo a los empresarios salitreros chilenos. Perú, por su parte, era dueño del territorio de Tarapacá y explotaban las calicheras desde su periodo colonial, usándola principalmente para hacer pólvora. El Gobierno de Chile al no encontrar una respuesta favorable por parte del gobierno de Bolivia determinó invadir el territorio de Antofagasta, empezando por tomarse el puerto de Antofagasta el 14 de febrero de 1879. Tal vez habría que recordar que el presidente boliviano Tomás Frías fue derrocado en 1879 por el dictador Hilarión Daza, lo que en parte explicaría el deterioro y confusión en las relaciones diplomáticas ante estos hechos.
Mientras tanto, Perú a esa fecha mantenía un acuerdo secreto de defensa militar recíproco con Bolivia. Declarada la guerra, el ejército de Chile marchó a Calama, distante 215 kilómetros a los pies de la cordillera de los Andes y tomó esa ciudad en la batalla de Topater. El ejército de Bolivia se replegó al otro lado de la cordillera de los Andes, dejando solo al Perú, que desde ese instante debió asumir todo el conflicto.
El salitre chileno ((lagos que se secaron hace miles de años y dejaron depositado en su fondo las sales minerales: litio, nitratos de sodio y de potasio (salitre) y otros.) Se recuerda en la historia por su gran apogeo entre 1880 y 1935 y su relación con la guerra del pacífico. La región de a Antofagasta pertenecía a Bolivia y la relación con Chile se tornó dañada cuando a los empresarios salitreros chilenos. Bolivia les había exigido un impuesto abusivo. Perú, por su parte era dueño del territorio de Tarapacá y explotaban las calicheras desde su periodo colonial, usándola principalmente para hacer pólvora. El Gobierno de Chile al no encontrar una respuesta favorable por parte del gobierno de Bolivia determinó invadir el territorio de Antofagasta, empezando por tomarse el puerto de Antofagasta el 14 de febrero de 1879. Tal vez habría que entender que el presidente Boliviano Tomás Frías fue derrocado en 1879 por el dictador Hilarión Daza, lo que en parte explicaría el deterioro y confusión en las relaciones diplomáticas ante estos hechos. Mientras tanto Perú, a esa fecha mantenía un acuerdo secreto de defensa militar con Bolivia. Declarada la guerra el ejército de Chile marchó a Calama, distante 215 kilómetros y a 2800 metros de altura por un camino de la pampa insoportable a los pies de la cordillera de los Andes y tomó la ciudad en la batalla de Topater. El ejército de Bolivia se replegó al otro lado de la cordillera de los Andes, dejando solo al Perú, que desde ese instante debió asumir todo el confli
El Estado chileno decidió “estimular” la explotación privada de las salitreras permitiendo que los empresarios chilenos y peruanos al principio y después las empresas extranjeras poblaran de Oficinas calicheras la zona desde la Quebrada de Camarones en Tarapacá hasta casi la localidad de Taltal, bastante al sur de Antofagasta, pero aún en territorio del desierto de Atacama.

El interés por la producción de salitre chileno atrajo a empresarios alemanes, franceses, italianos y principalmente ingleses que se adueñaron de la mayoría de las oficinas salitreras.
Se consigna en la historia que los ingleses John Thomas North y Robert Harvey se asociaron para apropiarse de varias oficinas, dada las facilidades que dieron los gobiernos de Perú (perdedor de Tarapacá) y Chile (presidido por Federico Santa María en 1882) con los llamados “certificados salitreros”. Chile, en esa fecha, entregó a particulares alrededor de 80 salitreras de las más grandes y ricas. North y Harvey se transformaron en los dueños (reyes del salitre) acumulando una gran fortuna que lideró la exportación del salitre y, adicionalmente, monopolizó también las aguas y el comercio de alimentos para las oficinas. Con el objetivo de facilitar este gran negocio se fundó el Banco Bank of Tarapacá and London Ltda., en la capital inglesa.
Para muchos, la llamada “Guerra del Pacífico” fue una forma elusiva para no desenmascarar su verdadero nombre: “guerra del salitre”, porque ese oro blanco fue el fondo de la disputa entre Chile, Perú y Bolivia; el resto del desierto hasta ese momento histórico “no tenía ninguna importancia”.
La guerra benefició a Inglaterra porque Chile fue magnánimo para entregarle a los capitales ingleses la mayor parte de las oficinas y recursos calicheros. En 1886, en la ciudad de Londres, se crea Nitrate Permanent Comittee con el propósito de coordinar el negocio de los nitratos chilenos en manos inglesas. Llegaron a controlar el 70% del negocio salitrero y los chilenos el 12%. Después de 1920, con motivo de la primera guerra mundial, los ingleses fueron cediendo a los norteamericanos sus salitreras y negocios vinculados a este rubro.
Con este auge se creó el ferrocarril Antofagasta-Bolivia y sus múltiples ramales, que conectaban las oficinas calicheras en la pampa del Tamarugal (tamarugo es un árbol del desierto) y los salares ubicados en Atacama. Se construyeron caminos menores que atravesaban las polvorientas y calurosas planicies desérticas para llegar a las distantes oficinas.
Chile vivió tiempos de desarrollo con los impuestos provenientes de esta próspera actividad minera. Se renovaron las tecnologías de producción de la propaganda en Estados y Unidos y Europa, para mejorar las ganancias y expandir el uso del salitre a mayores rubros de la industria.
El desierto se pobló con recios hombres calicheros, que llegaron desde el sur de Chile -algunos solos y otros con sus familiares- para buscar mejores días que los sacaran de sus miserias campesinas en los valles del centro y sur del país.
La jornada laboral iba del amanecer al anochecer, en promedio alrededor de 12 horas diarias.
El clima en el desierto es caluroso en el día, con vientos que comienzan después del mediodía haciendo remolinos de tierra desagradables, pero no peligrosos porque la velocidad de rotación es baja, y luego empieza el frío que llega con la puesta del sol bajando hasta menos de 0 grado en las noches de invierno.
Se agrega a todo esto la sequedad del desierto de alrededor de 3 a 15 por ciento como término medio, que no conoce de lluvias por décadas, las que solo se registran en las zonas precordilleranas y en la alta meseta de volcanes a más de 3.000 metros de altura.
El poblado vecino a las faenas de explotación daba alojamiento a los obreros y sus familias. Estaban construidas de costras del propio caliche que era una masa dura de tierra milenaria cortada en pedazos para servir de paredes; se afirmaban con cueros y adobes hechos con la misma tierra reinante y tablas desechadas de las faenas, salvo en las grandes oficinas. No eran abrigadas y el frío nocturno entraba por los agujeros que quedaban expuestos. Se ubicaban en corridas, cada casa pegada al lado del vecino. Las calles eran angostas y en las oficinas grandes a veces había varias corridas de casas, obviamente con varias calles.
En un lugar cercano se instalaba la pulpería, que era un negocio donde los dueños de la oficina ofrecían los productos alimenticios para la compra con fichas, a modo de dinero, que también los dueños fabricaban como una “mini casa de moneda”.
La pulpería ofrecía muy pocas cosas, básicamente mercadería no perecible, frutas secas y otros alimentos enlatados que se importaban con bajo o ningún impuesto por acuerdo con el Gobierno de turno. La ropa era básicamente para el trabajo, igualmente que los zapatos. Los precios los ponían los dueños de las salitreras y su valor siempre era abusivo, lo que fue una forma más de explotación. Además, cada familia tenía asignada una cuota muy acotada, lo que limitaba el balance de la alimentación, sin control de las necesidades individuales ni menos considerar algunas circunstancias médicas especiales.

El valor de las fichas de la vergüenza, porque no puede llamarse de otra manera, ya está dicho, lo ponían los dueños y eso significaba que siempre era menor que la moneda chilena. Para el obrero no era posible hacer ahorros porque fuera de esa salitrera no tenían equivalencia legal. El pago en fichas fue una forma de esclavitud porque las personas estaban ligadas a los dueños de las salitreras como estaban los esclavos en el sur de Estados Unidos, que no tenían libertad de movimiento ni recursos disponibles; por tanto, no podían buscar otros medios de sustento laboral en otros lugares.
Para ser justos, debemos reconocer que algunas oficinas pagaban los sueldos con fichas y dinero chileno, pero no fue la generalidad. Eso se regularizó mucho después y ya pasada la segunda guerra mundial.
En el centro del pueblo se encontraba la plaza, único lugar de reunión de niños y adultos, que según los turnos de trabajo podían dejar momentos libres en las tardes. Las únicas construcciones sólidas eran las oficinas centrales de la administración de la salitrera.
Cercano al pueblo se encontraban los cementerios con ataúdes enterrados en la reseca tierra y que en algunas oficinas ahora podemos ver las osamentas expuestas a la luz del día. Los daños que el gran desbalance de calor y frio, más los vientos pampinos arremolinados, dejan desenterrados los cuerpos momificados, porque la extrema sequedad y la tierra con abundancia de compuestos químicos han impedido su descomposición. No sé cómo, pero por el gran amor hacia un ser familiar en todas circunstancia y lugar, la gente de la pampa hacía coronas con flores fabricadas de papel crepé (delgado, elástico, poroso y maleable) y moldeados y amarrados con alambres delgados. Siempre el arte ha estado acompañado del sentimiento que se sobrepone a la miseria económica y a la adversidad.


Los niños en las oficinas salitreras no tenían acceso a la educación, salvo en las más grandes, como por ejemplo Humberstone (1872-1960), Pedro de Valdivia (1931-1996), María Elena (1926- no ha cerrado). Sus juegos eran los sitios eriazos aledaños. Los niños siempre se divertirán, sean pobres o ricos, su imaginación les permite “estar donde puedan jugar con toda su felicidad”, sin importar la realidad circundante. Sus padre, hermanos y amigos es siempre todo lo que necesitan. Pero esos pampinos niños tenían un futuro oscuro que los esperaba; cuando cumplían años prejuveniles debían trabajar en los mandados u otras actividades, que a veces podrían tener alguna remuneración para la familia.
En la pampa no había protección de salud, los enfermos no tenían acceso razonable para desplazarse a una ciudad cercana. Las compañías tampoco consideraban acciones sanitarias preventivas -ni médicas de urgencia- para las muertes por accidentes laborales.
Los gobernantes de Chile, desde 1980 al 1930 fueron:
Aníbal Pinto Garmendia 1876-1881, Domingo Santa María 1881-1886, José Manuel Balmaceda 1886-1891, Jorge Montt Álvarez 1891-1896, Federico Errázuriz Echaurren 1896-1901, Germán Riesco Errázuriz 1901-1906, Pedro Montt Montt 1906-1910, Ramón Barros Luco 1910-1915, Juan Luis Sanfuentes 1915-1920, Arturo Alessandri Palma 1920-1925, Emiliano Figueroa Larraín 1925-1927, Carlos Ibáñez del Campo 1927-1931.
Los presidentes, después de finalizar la guerra del pacífico hasta 1910, fueron los más permisivos con la injusticia de los obreros del salitre. La matanza de los obreros en huelga del 21 de diciembre de1907 en Iquique fue ordenada por el presidente Pedro Montt Montt, para reprimir a los pampinos que con sus familias habían bajado desde las salitreras cercanas a Iquique agrupados en una huelga general.
Ellos pedían que se terminara con el pago en fichas sin ningún valor legal, el abuso en los precios de las pulperías y la falta de pago para algunas de las faenas de trabajo que no tenían explicación del por qué no eran remuneradas. El general Roberto Silva Renard comandó las tropas que esa mañana masacraron a los huelguistas, sin importar las familias y niños presentes.
Los pampinos calicheron debieron volver derrotados, algunos sin parte de sus familiares muertos en la balacera, ya cansados y humillados, para seguir viviendo pobres y desamparados, mientras en Santiago se celebraba el castigo a los “subversivos”, para quienes debió ir el ejército hasta Iquique con el objetivo de poner orden. El general Roberto Silva Renard prosiguió su exitosa carrera militar.
El presidente Montt, de familia adinerada, abogado y político influyente a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, no entendió los cambios sociales que se venían dando en este país con la naciente clase trabajadora, segmento social inexistente antes del gran desarrollo postguerra que experimentaba Chile, la que era muy distinta a la clase campesina, que conformaba gran parte del tejido social de la época.
El norte de Chile empezaba a exigir su espacio en la sociedad chilena, con una razón social muy distante de los intereses políticos liberales y conservadores que se turnaban en el gobierno, ajenos a las necesidades de la pobre ciudadanía analfabeta. Los pampinos también eran analfabetos en su inmensa mayoría, pero el trabajo en las pampas salitreras despertó sus conciencias y les permitió comenzar a cohesionarse como grupo social sin afiliación política aún; solo años después empezó a organizarse en el norte con Luis Emilio Recabarren (1876-1924, presidente del Partido Obrero Socialista 1912-1915, presidente de la Federación Obrera de Chile 1917-1921 y secretario en la creación del Partido Comunista, en 1922).
Los pampinos analfabetos no sabían de política, por tanto, no tenían recursos intelectuales para transformar esas realidades e injusticias laborales en un programa ideológico coherente. Luchaban básicamente solo por tener mejores condiciones de trabajo y una vida más digna para sus familiares.
Recordemos que sus problemas laborales y sociales venían desde el siglo pasado (1880); por ello, es injusto y falto de verdad atribuirles en esos tiempos una ideología política partidista. Los escasos medios de comunicación de la época no se atrevieron a publicar la realidad – ¿miedo, coerción, colusión? – dejando un oscuro silencio en las polvorientas y calurosas páginas de la historia nortina de Chile. Han sido los escritores (Andrés Sabella, Hernán Rivera Letelier y varios otros, los poetas (Pezoa Veliz), y los músicos (Luis Advis) los que han venido rescatando trozos de la vida pampina para delinear más objetivamente ese rico pasado histórico.
Los gobiernos en la época más floreciente de las salitreras (fines del siglo XIX y principios del siglo veinte) no legislaron en favor de los trabajadores; más bien fueron consecuentes con los dueños y sus intereses económicos.
La explotación e importación del salitre no tenía regulaciones legales claras para impedir que, junto al salitre, también se exportaran otros minerales valiosos por los cuales, obviamente, el estado no recibía ningún tributo. ¿Ignorancia, desinformación, o colusión? Sólo he encontrado un documento en la Biblioteca Nacional titulado Comisión Consultiva del Norte, de 1930, recopilación escrita por Don Manuel Salas Lavaqui. Trata sobre las necesidades y medidas tomada por los Gobiernos ante las peticiones de los obreros salitreros.
En Chile, entre 1910 y 1914, habían alrededor de 118 oficinas y más o menos 46.000 trabajadores. En 1920 había 150 oficinas entre Tarapacá y Antofagasta. Esta gran cantidad de salitreras y población obrera con sus familias debería haberles importado a los gobiernos para legislar aspectos de salud, leyes laborales y condiciones sanitarias; pero la historia nos muestra la absoluta indiferencia del gobierno central.
Ante esa indiferencia y abandono se explica que los calicheros tenían que organizarse y ellos, solo ellos, luchar por reivindicaciones laborales y sociales. Debemos comprender que este tema no es hacer política. Es justicia social histórica, que cada sector político interpretó y manejó como les acomodaba a sus intereses, a veces muy distantes de la realidad de los obreros salitreros.

El norte de Chile ha sido cuna de los más importantes eventos que han moldeado el carácter y la historia de Chile. Antes, la frontera norte chilena era Copiapó, que es el límite sur del desierto de Atacama. Ha sido cuna de importantes escritores y lugar de desarrollo de fortunas y pensamientos que empujaron la modernidad de la república; actualmente, en el siglo XXI, sigue siendo el sostén de la economía con el auge de otros minerales como el cobre, el hierro y esbozándose un nuevo oro blanco: el litio, que esperamos sea mejor tratado en justicia y equidad que el histórico salitre, para bien de todo el país.