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Cultura

Publicado por Citerior Julio 6, 2019

Los retos actuales del humanismo y del laicismo.

MÁS Y MEJOR ÉTICA: LAICISMO Y HUMANISMO

Carlos Cantero Ojeda,Doctor en Sociología, ex senador.

        La Sociedad Digital presenta profundos y vertiginosos cambios que originan una crisis estructural en las instituciones públicas y privadas, transversal a las distintas clases sociales, a todo el espectro político y a las diversas generaciones, ante lo cual el laicismo y el humanismo laico parecen perplejos, desconcertados y ajenos.

                La causa basal de la crisis ética está en el relativismo cultural que borra toda certeza; los límites (“landmark”) toman las características de bordes amplios, indefinidos y plenos de opacidad, en el contexto del derrumbe de los mega relatos basales de la cultura occidental: lo religioso, ideológico, tecnológico, social y comunicacional.

          El proceso de adaptabilidad nos exige cautelar proactivamente la vigencia de los principios y valores fundamentales de ese humanismo laico; la ética, como normas que dignifican el comportamiento humano en comunidad, en íntimo equilibrio con lo natural; y la filosofía, para entender causas y efectos de los procesos.

         Los grandes desafíos emergentes en la sociedad digital demandan liderazgo ético. Se trata de un fenómeno multicausal: el impacto de un paradigma materialista; una concepción minimalista del ser humano, que altera el sentido de la vida y los valores del vivir.  

           Los filósofos, desde el fondo de la historia humana, enseñan que la realidad se construye en el lenguaje, en los conceptos fundamentales, en las definiciones basales que establecen los límites éticos y legales, que dan sentido y sustento a la vida en sociedad.  Ese es el sentido del Triángulo Retórico de Aristóteles, que integra el Ethos (relator) vinculado a la credibilidad, confianza, fidelidad, respeto, reputación; al Pathos (audiencia) vinculada a la emoción, sensaciones, sentimientos, empatía, involucramiento; y al Logos (contenido) vinculado a temas, tópicos, lenguaje, imágenes, datos, argumentos, evidenciasEn el ethos se integra la ética, la estética y la emocionalidad.

                Desde la semántica del ser y el estar se concibe al ser humano como ente absoluto e inmutable. Pero el ser humano no es, sino que está en proceso auto constitutivo constante. Para el laicismo es relevante asumir que el ser humano está arrojado al proceso de ser en el vivir, en permanente autoconstrucción y auto perfeccionamiento, como cuestión esencial.

     Se enfatiza la materialidad y racionalidad, desconociendo la dimensión espiritual esencial e inalienable en el ser humano, la que es reducida a una dimensión de religiosidad. Somos dualidad de materia y energía, propiedades auto constitutivas y sincrónicas, que demandan y dan equilibrio, motivando la perfectibilidad del ser humano.

      La crisis filosófica encuentra fundamento en el antropocentrismo de la cosmovisión occidental, que induce a pensar que los seres humanos somos una especie superior, destinados a dominar las demás especies.  Importantes científicos y líderes del mundo y el propio Papa Francisco, en la Carta Encíclica “Laudato Si”, cuestionan enérgicamente esta interpretación del Génesis, señalándola  como impropia y causa basal del proceso que nos ha llevado al catastrófico calentamiento global, a un medio ambiente contaminado, especies exterminadas y un precario equilibrio que pone en riesgo a la especie humana.  Esto nos exige avanzar desde el enfoque cartesiano sectorial hacia un enfoque Eco-Sistémico-Relacional, hacia una ética de la responsabilidad transhumana.

      Ese antropocentrismo afecta el pathos o emocionalidad; el Yo asume primacía en detrimento del Nos, un individualismo exacerbado, minimalismo social que daña el sentido de comunidad.  La competencia constante, sin espacios ni valoración por la colaboración, afecta el Principio de la Solidaridad. Debemos promover el paso desde un liderazgo Egocéntrico hacia un liderazgo Ecocéntrico.

      El laicismo muestra un proceso dicotómico, de luces y sombras. Por un lado, un triunfo monumental al disolver la tensión entre el poder espiritual (iglesia) y el poder temporal (Estado).   Pero, por otro lado, los principios y valores del humanismo laico muestran un evidente debilitamiento. Esto se explica por un proceso de deriva cultural, lo sagrado a  migrado, los dogmas religiosos no tienen primacía y son reemplazados por dogmas económicos, que adquieren carácter de dogmas de fe, sometiendo a millones de seres humanos a una vida degradada, cosificada.

      En las últimas décadas se ha desplegado la ética Neoliberal, el modelo maximiza los bienes privados, representando un reduccionismo de los bienes públicos, lo que explica en gran medida la deslegitimación de la política. Ésta no cautela el bien común, cada vez son menores las obligaciones del Estado frente a los ciudadanos; sin embargo, la carga impositiva y los sacrificios de las personas son mayores.

     La emergencia de la sociedad digital ha generado mutaciones éticas.  Los ciudadanos son tratados como autómatas ideológicos (entes programables), la televisión se ha constituido en un foco de viralización, usada como instrumentos de manipulación emocional e ideológica.  Un proceso de autopoyesis cultural, contagio de estímulos bio-sico-neuro-sociales y ambientales que explican los mecanismos cognitivos, que influyen la sociedad como procesos de replicación programada, cíclica y estructural de valores y conductas que consolidan el consumismo y el minimalismo en la dignidad de las personas.

      Se imponen los procesos de Normosis: estructuras de poder, sometimiento o dominación, en constante normalización de aquello que es esencialmente anormal, hasta ser aceptado y legitimado contra toda lógica.

     Tenemos una inmunología deprimida. El comportamiento viral se da en la biología y también en lo socio-cultural; los memes o unidades de información cultural se comportan como virus oportunistas.  Cuando se deprime el sistema inmunológico se multiplican las conductas disfuncionales, generando un precario equilibrio entre poder, abuso e impunidad, lo que precariza la institucionalidad, la gobernabilidad democrática, favoreciendo casos de nepotismo en los cargos públicos, la endogamia social y político-partidista, que lleva a favorecer a los cercanos, con total abandono del valor de la probidad y el mérito en lo público.

      La crisis está cruzada por la banalidad del mal, de la que nos habló Hannah Arendt, un proceso en que el mal se extiende sutilmente, mimetizado, sin obstáculos, por omisión, ignorancia, desidia, o por propia voluntad. La Sociedad del Desdén está en la relación con los pueblos ancestrales; la indignidad del trato con los jubilados; el modelo altamente concentrador de riqueza; el endémico centralismo del poder; la epidemia de enfermedades somáticas: suicidios juveniles, stress, cáncer y depresión. Lo peor de este proceso se devela en la instalación de la corrupción y el narcotráfico, cuyas excreciones se extienden como un cáncer. 

      El diálogo intergeneracional es clave. Nunca antes en la historia humana la creación de conocimiento y el diseño de la sociedad, estuvo tan determinada por los jóvenes. En este complejo equilibrio (dinámico) es necesario construir consensos -un nuevo pacto social- para definir lo que debemos conservar y los límites del cambio. 

      La laicidad recibe nuevas demandas: ¿Cuál será nuestra respuesta frente al debilitamiento de los ritos? ¿La proliferación de imágenes y símbolos religiosos en espacios públicos?  ¿Las demandas de los jóvenes por ceremonias laicas para el bautismo, matrimonio, defunción y su espiritualidad?

CONCLU-ACCIONES QUE NOS DEMANDAN:

  • El laicismo y el humanismo deben retomar su lugar de avanzada en la promoción y vigencia de sus principios y valores fundamentales: en el liderazgo y la sociedad civil, en las redes universitarias y en la generación de capital humano, promoviendo una consciencia en equilibrio material, mental y espiritual.
  • Usar el metalenguaje de las tecnologías de información y comunicación para la viralización de nuestras ideas y principios en el ámbito público, en las ágoras de las redes sociales, en los espacios de poder local y global.
  • Debemos ocuparnos de nuestra influencia, pertinencia y credibilidad en la sociedad. No basta la beatería en los espacios de reflexión; ni la crítica a lo que otros hacen. La denunciada primacía de esos otros no sería tal si quienes proclaman la vigencia de los valores del humanismo laico actuarán con pertinencia, oportunidad y proactividad.
  • Requerimos consensos intergeneracionales para un Nuevo Pacto Social, co-definir el nuevo ethos: su ética, estética y emocionalidad, frente al poder transformador de la tecnociencia.
  • Debemos ocuparnos de lo transhumano, que redefine la vida más allá de lo humano, que integra relaciones inter-especies, lo transgeneracional, la amenaza al entorno natural.
  • Hacernos cargo del desafío ético de la Singularidad: la convergencia de la robótica y la nanotecnología; la confluencia de la inteligencia humana y la inteligencia artificial; lo biológico y digital; prótesis que transforman de manera irreversible el cuerpo y la vida humana. 
  • Debemos promover un nuevo tipo de liderazgo, que deje atrás lo Ego-Céntrico, para avanzar hacia un tipo de liderazgo Eco-Céntrico. 
  • Los librepensadores debemos promover más y mejor ética para una consciencia Eco-Sistémico-Relacional.