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Publicado por Citerior Mayo 26, 2019

Lo sagrado en el Neoliberalismo

LAICISMO: LO SAGRADO EN EL NEOLIBERALISMO.

Prof. Carlos Cantero, geógrafo, político y ex senador de la República.

Lo sagrado es un tema esencial al quehacer de las ciencias humanas.

Para Emile Durkheim, uno de los padres de la sociología, lo sagrado se entiende por oposición a lo profano, lo que parece una excelente referencia.

Max Weber abordó los vínculos entre economía y religión, los contornos de la ética protestante y la ética económica para entender las razones que explicaban la conducta de los individuos y como se vincula el enriquecimiento y la salvación del alma.

Georg Simmel abordó las características del dinero en sus dimensiones sagradas, la relación entre los medios y los fines, entre la objetividad y la subjetividad involucrada en estos procesos. Recientemente, Yuval Noha Harari resalta la importancia del “homo sapiens” por su capacidad para inventar mitos, sobre los que se articula una cierta unidad y cohesión.

En general, la filosofía muestra una tensión entre aquellos que buscan desembarazarse de lo sagrado para la inmersión en lo profano, como territorio fundamental de la filosofía; eso enseñó Sócrates (470-339 a.C.), el maestro icónico, quien estableció las bases con su “solo sé que nada sé”, en el que refiere a lo interno y lo externo, quien terminó sentenciado a muerte por impiedad, irrespeto a sus dioses y corromper a la juventud con estas ideas.

Sócrates fue el maestro de Platón, quien refuerza la idea con su “Mito de la Caverna” y las distintas percepciones de la realidad; y luego Aristóteles, discípulo de este último, que profundizó en la ética, la poética, la política y la metafísica, triada de filósofos fundacionales del pensamiento occidental, que siguen esa misma senda.

En el mismo sentido, pero con distinto énfasis, es el abordaje de Nietzsche y sus seguidores; lo hacen desde la confrontación, contra Dios que mora en lo interno y externo, dimensiones que parecen potenciar la existencia de lo sagrado. Pero, con la misma fiereza, arremete contra lo profano por su sumisión, permisividad y sometimiento a lo sagrado, reclamando la existencia de su superhombre que supera la estupidez de lo sagrado y lo profano.

Lo sagrado es aquello consagrado, que se considera digno de veneración, sujeto u objeto de respeto, de culto, por atribuírsele un carácter divino, o relacionado con las fuerzas sobrenaturales.

Por extensión, la noción se usa para denotar algo importante, como principios o valores, incluso alguna reliquia u objeto particularmente valorado.  Lo profano es lo no religioso, aquello separado de lo sagrado, que es distinto del templo, lo mundano o material.  También se utiliza para señalar a una persona que desconoce un tema, y como sinónimo de laico, secular, seglar.  Lo sagrado, paradojalmente, define y en sus efectos determina la vida profana.

En el liberalismo clásico, el espacio económico no está plenamente autonomizado de lo político y religioso.

Pero, eso comienza a evolucionar y se observa una mutación de proporciones en la medida que avanza su historia, con exponentes icónicos, desde John Locke en el siglo XVII, quien para valorar el mérito señalaba que “es el trabajo el que introduce la diferencia de valor en todas las cosas”.

El utilitarismo de Bentham, a finales del siglo XVIII, es funcional al egoísmo y muy distinto del individualismo que consistía en concebir la riqueza individual como un valor de la diversidad; el marginalismo del siglo XIX, pensamiento económico que se centra en el margen de pérdida o ganancia de un bien. Su aporte fue la ley de utilidad marginal y la teoría subjetiva del valor, hasta llegar al siglo XX, cuando surge el neoliberalismo.

El neoliberalismo emerge en la postguerra, en la segunda mitad del siglo XX. Uno de los principales inspiradores fue Friedrich von Hayek; luego destaca Milton Friedman.

En Chile, anunció la implementación de una “economía social de mercado”, en la que se enfatizaba el compromiso por la igualdad de oportunidades, la equidad territorial e interpersonal, la adecuada distribución del ingreso.

Pero, a poco andar, con la hegemonía de los Chicagos Boys, degeneró al extremo, siendo desplegada como simple “economía de mercado”, una lógica económica y política capitalista radical, con plena vigencia del (laissez faire) de dejar hacer y dejar pasar en torno de objetivos económicos.

El neoliberalismo se asocia con políticas de amplia liberalización de la economía; el libre comercio; grandes reducciones del gasto público y de los impuestos; disminución de la intervención del Estado en la sociedad y en economía, en favor del sector privado, en el contexto de una parcial aplicación del “principio de subsidiariedad”, que establece la primacía del sector privado, en la que el Estado debe restarse donde haya privados dispuestos a actuar.

La norma fundamental del neoliberalismo práctico parece ser privatizar las utilidades y sociabilizar, o compartir, los costos, pérdidas o quiebras.

La referencia a la aplicación parcial de la subsidiariedad se debe a que, en su aplicación sesgada, se ha exaltado la dimensión de la competencia; pero los teóricos criollos han hecho desaparecer la colaboración, que es donde se expresa lo social del modelo.

Quiero aclarar que no promuevo un modelo alternativo, soy partidario de la “economía social de mercado”.

Pero el modelo aplicado en Chile por los discípulos de Friedman ha mutado hacia una cruda “economía de mercado”, desechando su dimensión social, con los disparatados resultados en depredación de los recursos, el irrespeto al medio ambiente, la contaminación, la concentración de la riqueza, la dura carga a la clase media, el secuestro, para no decir el robo de los bienes públicos.

El neoliberalismo se caracteriza por su visión minimalista, cuando no de negación, de la cuestión social, dando primacía a la política de mercado.

Es el culto a la virtud económica, más no de las virtudes cívicas; se distingue por el respeto a la propiedad privada (lo propio), aunque no de los bienes públicos; eleva a cuestión sacralizada el derecho a propiedad cuando se trata de los bienes o recursos propios.  Se observa una fuerte aversión hacia el pensamiento crítico, hacia la intelectualidad secular o aquello que se ocupe de la dimensión espiritual, ética o trascendente del ser humano. El pensamiento es reemplazado por criterios de rentabilidad, de costo-beneficio. La política muda desde la democracia clásica hacia un enfoque de crisis de representación; la comunidad es una ficción y el electorado un remedo de participación limitada por cortapisas derivadas del sistema electoral y de partidos políticos, que imponen unilateralmente su poder en detrimento de cualquier representación política independiente.

El individualismo se constituye más bien en la sumatoria de los individuos y sus egoísmos, con un pensamiento débil (ver Gianni Vattimo), en que lo social aparece como un “costo social” ajeno al modelo, que termina beneficiando un segmento marginal e imponiendo una pesada carga que financia la clase media.

Todo ello a diferencia del liberalismo clásico que, en el espacio público y privado, mantenía la creencia en Dios -judaico, cristiano o cualquiera de sus versiones (seudo) monoteístas.  Además, sostenía la vigencia y valoración de lo cívico y moral en un permanente equilibrio entre lo sagrado o religioso y la ética profana.

La emergencia del neoliberalismo saca del centro aquello y lo reemplaza por un materialismo radical, imponiendo el utilitarismo en la sociedad civil, cuya estación terminal es la sacralización de la esfera económica.  No hay valoración, aprecio ni promoción de cualidades morales que sirvan de cimiento al civismo y la cooperación.

La cultura cívica y laica es remplazada por la sacralización del tener, del consumismo, del dogma financiero y económico.  El neoliberalismo es el triunfo de un materialismo radical, que no da lugar ni cree en los dogmas religiosos, ni siquiera en la ética laica; los únicos dogmas válidos y promovidos por los neoliberales son los dogmas económicos y de especulación financiera.

Para la Escuela de Frankfurt, ese espacio sagrado o de divinidad lo ha ocupado el dinero o capital financiero.

El Dios bíblico pierde su vigencia, no conmueve a las personas.  Es el nuevo Dios (dinero), el espacio de lo sagrado en el mundo neoliberal, el que concede la gracia para entrar al paraíso, allí donde los sueños y los deseos se hacen realidad, sin penitencias ni actos de contrición.  Allí se alcanzan las cuestiones materiales como: casas, autos, vacaciones, viajes, salud, parejas, sexo. ¡Lo que haga falta!.  Esta esfera sacra de la economía se apoderó de ámbitos sociales que le eran ajenos.

En su libro “Lo Sagrado y lo Profano”, Mircea Eliade, historiador de lo sagrado, asume que la irreligiosidad del mundo actual es una nueva “caida del ser humano”.

Estudia el proceso de secularización de lo religioso en las sociedades, buscando dilucidar la dicotomía entre el espacio sagrado y el espacio profano.  De sus estudios es clara la tendencia a la desacralización, como un proceso de pérdida de vigencia de lo religioso, un debilitamiento de lo sagrado, que comenzó desde el avance del pensamiento científico, a lo que se adiciona el descrédito en el rol de intermediación de la iglesia y una curia percibida como abusiva e inconsecuente y, agregamos, la emergencia del materialismo neoliberal que sustituye lo sagrado por lo financiero.

En la religiosidad moderna, los sacrificios humanos son rechazados; sin embargo, en la ética cotidiana observamos millones de seres humanos sacrificados, humillados, explotados, esclavizados, movilizados en todo el mundo, enajenados en la hiperactividad física que les somete a una hiperpasividad intelectual y de la conciencia.