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Cultura

Publicado por Citerior Julio 15, 2020

La trágica muerte de Tito Mundt

                          DON PILO Y EL ÚLTIMO TAXI DE TITO MUNDT

 

                                                                      Osvaldo Ainzúa Carrasco, Abogado

 

Viví muchos años en los altos del negocio de abarrotes de mi gran amigo Nano Galarce, calle Pinto, barrio Independencia. En especial, solía bajar los sábados al mediodía al aperitivo que mi amigo ofrecía, como símbolo final de una semana más de buenas ventas. Allí trabajaba como dependiente de confianza don Pilo Negrete,  quien con su ronca voz atendía eficientemente tras el mostrador. Eran los tiempos en que aún los supermercados y malls estaban en pañales.

Ese día la conversación con mi amigo giró en torno a mi pasado como periodista en el Correo de Minería, de la Radio Minería. Aún eran tiempos de radio y la televisión a color no había llegado a nuestro país. El parloteo, siempre orientado hacia los personajes que me tocó conocer, aterrizó en Tito Mundt, quien había muerto trágicamente hacía algunos años.

Era un periodista notable que había seguido su brillante carrera en Madrid y, creo, en Buenos Aires. El se dejaba caer por Chile, a veces una vez cada año. Y, cuando lo hacía, convocaba a sus amigos y almorzaba espléndidamente con ellos en la terraza de un edificio de diez pisos ubicado en la calle Estado con Agustinas. El restaurant, creo, se llamaba “Sportsman”, estaba en el último piso y era frecuentado por amantes de la hípica.

Tito Mundt, hombre de fácil y entretenida conversación, como buen periodista, almacenaba siempre sabrosas anécdotas y las relataba con su nerviosa y caótica verborrea. El almuerzo tenía su ritual, pues, a la hora del bajativo el anfitrión elevaba su voz e incorporándose dramáticamente, mano en el pecho, gritaba que ya estaba cansado de la vida y luego corría hasta el borde de la terraza y ante el horror de los comensales de las demás mesas, saltaba al vacío.

Naturalmente su acompañantes sabían que un metro más abajo del borde de la terraza había otra más pequeña. Para quienes no lo sabían la escena era horripilante y, después de unos segundos, aparecía por el borde el rostro sonriente de Tito Mundt ,quien trepaba en medio de los aplausos de sus amigos. El show lo repetía año tras año.

 Mi conversación llegó al punto dramático, cuando relaté que ese año nadie avisó a Tito Mundt que la segunda terracita había sido eliminada, y allí terminó su vida al caer desde la altura y perecer trágicamente. Fue en ese momento cuando Nano Galarce me interrumpió y desde la caja de su negocio llamó a don Pilo. “Don Pilo, don Pilo, venga un momento y cuéntele a don Osvaldo acerca de Tito Mundt”.

 Don Pilo, con su andar de setenta años, caminó con lentitud hacia nosotros. Nano Galarce, a modo de introducción, me dijo: “Don Pilo sabe bastante de Tito Mundt”. Y con un guiño agregó: “ Cuéntele don Pilo”.

 El hombre con su vozarrón se paró frente a mí y comenzó su relato:

“Yo, don Osvaldo, hice muchas cosas en mi  vida, allá por mediados del 71, cuando se pusieron de moda los Simca mil, ¿recuerda?, se me puso en la cabeza tener uno de esos coches. Mi idea era juntar para el pié y luego comprarme uno y trabajarlo como taxi. Se iría pagando solo. Así lo hice. Recuerdo que firmé como 36 letras, pero salí a la calle con mi Simca 1000. Ese día de comienzos de Junio amaneció como nunca con un rico sol. Me metí por la Alameda y frente a la calle Estado me hizo parar una vieja que andaba con una pata enyesada. Abrió la puerta trasera y luego de subirse al taxi me dijo que enfilara hacia la Plaza de Armas. Yo le expresé que el tránsito a esa hora era muy grande y había tacos en todas partes. Ella, muy autoritaria, insistió tanto que acepté. Total, ya la vieja estaba arriba. Me metí por Estado, y llegamos a la esquina de Agustinas. Allí la señora dijo que iba a llegar atrasada y me hizo estacionar. Le dije que estaba cometiendo una infracción y que allí estaba prohibido estacionar. Insistió, y le hice caso, pero estábamos en lo que le cobré por la carrera cuando sentí un ruido terrible en la parte delantera de mi auto. Destrozado, sobre el capot, se había estrellado un cuerpo humano. Después supe que era Tito Mundt.”

“Bueno don Osvaldo. Allí quedé con mi sueño destruido. En medio de todo el estruendo surgió un carabinero que me pasó un parte por estar estacionado en un lugar prohibido, yo tuve que pagar el cerro de letras que debía por el Simca, y para peor, cuando miré al asiento trasero ya la vieja se había ido y no me pagó la carrera….Y no quiero que me hablen más de Tito Mundt”…