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Publicado por Citerior Agosto 18, 2020

La Santa Inquisición y el Terror

La Santa Inquisición y el Terror

                                                                                       Juan Chamorro González

La Santa Inquisición nace en Roma cuando, en el año 1215, el Papa Inocencio III congrega a los líderes cristianos en el IV Concilio de Letrán, donde anunció las normas a seguir para perseguir y castigar a los herejes y clérigos que se habían apartado del buen camino, entre los que se encontraban los cátaros al sur de Francia, quienes sufrieron persecución y asesinatos.

En 1184,  se origina la inquisición medieval mediante una Bula Papal, como un instrumento para acabar contra la herejía cátara. La Santa Inquisición nace en Roma cuando, en el año 1215, el Papa Inocencio III congrega a los líderes cristianos en el IV Concilio de Letrán, donde anunció las normas a seguir para perseguir y castigar a los herejes y clérigos que se habían apartado del buen camino, entre los que se encontraban los cátaros al sur de Francia, quienes sufrieron persecución y asesinatos.

Posteriormente, a mediados del siglo XIII el Papa Gregorio IX nombra a miembros de la Orden de los Dominicos como  “Inquisidores de la depravación hereje”, cuya misión  era eliminar la herejía, es decir, acabar con los herejes. De esta forma, el Papa anuncia a todos sus obispos el envío de los inquisidores dominicanos a los diferentes pueblos de Francia, Italia, Alemania y España, instalando el terror en toda Europa occidental. Durante los 150 años de la inquisición del Papa Gregorio IX, los principales movimientos herejes – Cátaros y Baldenses – fueron completamente erradicados.

El sufrimiento y la tortura provocados por la Inquisición no solo afectó a quienes se revelaban contra la religión imperante, como es el caso de la persecución de los  Templarios o Caballeros de la Orden del Templo.

 En 1307, Francia se encontraba en quiebra luego de pasar de fracaso en fracaso bélico. Su rey, Felipe el Hermoso, no encontró nada mejor que apropiarse de las riquezas y propiedades que poseían los caballeros templarios.

Los Templarios pertenecían a una orden de poderosos monjes-guerreros que por orden papal se  formó durante la primera cruzada a Tierra Santa. Los Templarios, quienes solo obedecían al Papa, no al rey, habían alcanzado un alto grado de poder y se habían convertido en los banqueros de Europa.

El mismo rey tenía tremendas deudas con ellos. Pero como el Papa era un monigote del rey,   terminó acusándoles de herejía, razón por la cual durante 7 años fueron torturados, encadenados  y quemados  en la hoguera  miles de templarios en toda Europa, entre los que se encontraba su líder, Jacques de Molay.

Molay, después de 40 años de servicio a su país y a su fe, combatiendo a los infieles, terminó acusado de herejía, en el oprobio y la ignominia. En la actualidad ningún historiador avala la tesis que los templarios fueran culpables de los cargos por los que se les acusó, entre los que se les imputó la sodomía, la adoración al diablo,  de blasfemar contra la cruz, entre otros.

Así, el manipulador Felipe el Hermoso se apoderó de todos sus bienes y dejó en evidencia hasta qué punto los procedimientos inquisitoriales podían viciarse. De igual manera, un siglo después, tras su triunfo contra los ingleses en Orléans, Juana de Arco fue capturada  y encarcelada por sus enemigos que temían su creciente poder político. Sus acusadores indicaron que las voces que ella escuchaba venían del diablo y que sus premoniciones eran brujería, condenándola por el tribunal inquisitorial a morir en la hoguera.

La Inquisición más cruel de todas fue la española.

La creación de la inquisición española es distinta pues se originó debido a una  ola de violencia antijudía por las envidias que  despertaban.

Luego, en el siglo XIV los judíos fueron forzados a convertirse al cristianismo con tal de escapar de la muerte. Sin embargo, los viejos católicos creían que tal conversión era falsa. 

Así, los reyes católicos Isabel de Castilla y Fernando II de Aragón, solicitaron al Papa Sixto IV que se introdujera la Inquisición en Castilla con el propósito de descubrir y eliminar a los falsos conversos, quienes eran llamados despectivamente marranos. 

El Papa dio su consentimiento en 1478 mediante la Bula Exigit Sinceras Devotionis Affectus.

El acto religioso original, que buscaba expiar pecados y repartir justicia, terminó convirtiéndose en un espectáculo similar a las actuales corridas de toros. En 1500 se concedió un periodo de gracia, en el que los herejes podían autodenuciarse, obteniendo penas bajas, y realizando previamente un pago en monedas.

Se vino luego una dura represión de los conversos que no se habían acogido a los periodos de gracia, instalándose un tremendo terror colectivo. España, con su terror instalado, escribe así una de las páginas más oscuras de su historia.

Durante el siglo XV, como el papado no tenía una postura política, la inquisición empezó a desvanecerse poco a poco. En España, en cambio, la astucia política del rey y la devoción de la reina se apoderaron del proceso inquisitorio e hicieron que el poder aterrador de la inquisición recayera en su propia gente. 

Ya a finales del siglo XIV una serie de problemas económicos y levantamientos sociales despertaron antiguos prejuicios contra los judíos. La solución de las autoridades españolas fue expulsar a todos los judíos que no se convirtieran al cristianismo. El matrimonio de Fernando de Aragón y de Isabel de Castilla ,en 1469, permitió reunir los dos reinos más poderosos de la península ibérica.

Los consejeros dominicanos de la reina Isabel rápidamente la convencieron que la actividad judaizante presentaba una amenaza para el catolicismo, situación que solo podía salvar una inquisición.

 Por otra parte, el rey Fernando, astuto político, encontró que una alianza con la iglesia católica podía traerle beneficios, pudiendo apoderarse de las riquezas de los judíos conversos.

El rey Fernando contactó al Papa Sixto IV, quien ante la presión española, emitió una bula papal para erradicar la depravación hereje en España, dirigida principalmente a los judíos conversos.

Así, el 6 de febrero de 1481 se celebró el primer Acto de Fe en Sevilla. Durante este primer acto se juzgó a una centena de conversos, entre hombres y mujeres. La idea era humillarlos, para demostrar al resto de los conversos las consecuencias de la herejía. A las mujeres se les desnudó en público y a los hombres se les afeitó la cabeza y la barba, signo de virilidad muy presente en la sociedad de la época.

Finalmente, 6 víctimas fueron quemados en la hoguera. Este espectáculo aterrador buscaba cambiar la mente de las personas, sobre lo que podían pensar y creer. Los judíos no tenían como escapar de la hoguera, ya que si los conversos rehuían la inquisición eran por defecto culpables, todos los que se autodelataban eran culpables y todos aquellos que eran juzgados y condenados también eran culpables. 

Después de la muerte en la hoguera, el segundo peor castigo era ser enviado como esclavo en las galeras españolas que navegaban en busca de riquezas del nuevo mundo.

Durante la expulsión de 1492, miles de judíos cruzaron la frontera con Portugal engrosando en ese lugar la población judía y reanimando viejas tensiones raciales, que también obligaron a los judíos en Portugal a convertirse al cristianismo.

Las persecuciones fueron tan letales que muchos conversos decidieron volver a España, pensando en que volverían a enfrentarse al mal menor si se comparaban las inquisiciones portuguesa y española.

La persecución de los judíos fue tal que obligó a conversos españoles y portugueses a emigrar a tierras del nuevo mundo, pero la Inquisición igual les siguió de cerca. 

Los aborígenes tuvieron un tratamiento diferente, ya que el Tribunal Supremo simplemente decidió que a los indios era imposible convertirlos pues eran incapaces de asimilar las creencias cristianas.

Por otro lado, la Inquisición debió enfrentarse a su mayor enemigo hereje de todos los tiempos: El Protestantismo.

Al mismo tiempo que las inquisiciones portuguesa y española remataban sus azotes contra musulmanes y judíos herejes, esta nueva amenaza apareció en escena.

En 1517, un sacerdote alemán llamado Martín Lutero, a través de sus escritos, ataca directamente a la iglesia, generando una revolución religiosa.

El movimiento reformista remeció a Europa entera. Por tal razón, alrededor del año 1550, el Papa se llenaba de ira pues las coronas de Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia ya se habían abrazado al protestantismo. La intricada red de puertos y vías navegables hizo posible que las ideas reformistas aterrizaran en la península ibérica.

En 1577, dos grupos independientes de adinerados protestantes fueron descubiertos y arrestados en Sevilla y Vallalodid.

El rey español Carlos V exigió una purga rápida y despiadada , a pesar de que en Roma, el Papa Paulo IV emitió una bula que permitía al Santo Oficio Español ejecutar a los protestantes, aún cuando se arrepintieran. 

Finalmente, la fiebre del antiprotestantismo llegó a todas las ciudades de España, lo que llevó a quemar en la hoguera a sacerdotes, monjas e incluso a niños que murieron junto a sus madres. En menos de tres años el protestantismo había desaparecido en España.

Pero el mal mayor seguía latente y tenía un nombre: La Imprenta, que permitió continuar divulgando las ideas reformistas.

En 1542, la deserción del líder de la Orden de los Capuchinos, para abrazar el protestantismo, hizo que el Papa Paulo III creara la inquisición romana, la que en sus inicios tuvo gran poder político y prestigio.

Así como la inquisición española estaba en manos de sus monarcas, la romana dependió solo del Papa. Aunque tuvo episodios sangrientos,  ejecutando a protestantes, el sistema legal actual tiene orígenes en las reformas judiciales de la inquisición romana. Por ejemplo, los acusados podían presentar testigos que declarasen en su favor y contar con un abogado. 

Sin embargo, el terror no solo se instauró en la inquisiciones católicas, sino que también se generó entre los protestantes, quienes difamaron a los católicos y en especial a los españoles, con su afamada y temible Inquisición, mientras ellos quemaban a mujeres acusadas de brujería a un ritmo vertiginoso.

La intolerancia del protestantismo fue tan tiránica como la del catolicismo. De hecho, el terror protestante fue mucho más violento y cobró muchas más víctimas. El terror se expandió por toda Europa, pues el tribunal de la Santa Inquisición no fue solo español; también durante la edad moderna surgirían la inquisición portuguesa y la romana, en Portugal e Italia, respectivamente.