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Literatura

Publicado por Citerior Septiembre 1, 2023

Johannes, anónimo soldado alemán

(historias inéditas de la Segunda Guerra Mundial)

Edgardo Hidalgo Callejas, Editor

La historia la escriben los ganadores y en el caso de la segunda guerra mundial se ha escrito mucho sobre los países occidentales y el heroísmo de sus soldados. Por el otro lado, no se escribe sobre el sufrimiento de los soldados alemanes, porque se ha supuesto que todos estaban allí por decisión patriótica y fanatismo político.

Voy a contarles una historia que no está escrita y tal vez vedada por la enorme propaganda de los ganadores; pero es la anónima vivencia de una persona que estuvo allí y lo qué pasó con él inclusive después de terminada la guerra.

Nació en Chile, por tanto, chileno (aunque es redundarte decirlo, pero creo necesario remarcar esta circunstancia).

Sus padres alemanes tuvieron la poco afortunada idea de volver a Alemania, con sus hijos. Era el año 1932 y la situación en Europa era tranquila, vista desde Chile. Por lo demás, en aquellos años las noticias tardaban meses en recorrer el mundo y llegar a estas latitudes.

Cuando la situación política llevó al poder a Adolf Hitler con su partido Nacional Socialista Obrero Alemán -el 30 de enero de 1933- y se empezó a vislumbrar el futuro conflicto, la familia decidió regresar a Chile; pero no era tan sencillo. La madre, por razones de salud, no podía viajar esa enorme distancia a Sudamérica. Debió quedarse en Berlín y el hijo mayor, Johannes, quedó para acompañarla junto al padre de Johannes, quien era un conocido pastor protestante luterano.

Vivía en una modesta casita al lado de su iglesia en la zona que después quedó en poder de los soviéticos (conocido como Berlín Oriental, o comunista). Johannes quería entrar a la Universidad para estudiar Ingeniería, lo que impidió también volver a Chile. A esas alturas nadie vislumbraba lo que sucedería con Alemania y los acontecimientos históricos que estaban por ocurrir.

Los vientos de la guerra se desencadenaron luego e hicieron imposible el viaje a Chile cuando en 1939 se inició la conflagración mundial. Comenzó con la previa anexión de Austria (marzo 1938); luego vino la anexión de los Sudetes (fronteriza con Checoeslovaquia); después siguió Checoeslovaquia (marzo del 39) y el corredor de Danzig. En todas estas acciones militares la táctica fue el Blitzkrieg, o guerra relámpago.

El mundo ya estaba en un clima extremo de tensión cuando vino la invasión a Polonia (1 de septiembre 1939) y la situación se hizo más insoportable cuando la URSS invadió también a Polonia el 17 de septiembre del mismo año 1939. Así, Inglaterra, y Francia declararon la guerra a la Alemania.

Rusia tenía un tratado de no agresión con Alemania (firmado el 23 de agosto de 1939) y eso postergó que tempranamente entrara a la guerra contra Alemania. Rápidamente, se sucedieron las invasiones a Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, y Francia (1940), y otros. La familia se refugió en las actividades de la iglesia y los días pasaron lentos y tensos a medida que las noticias de la invasión alemana tomaban cuerpo y se expandía por toda Europa.

El país se militarizaba y las calles empezaron a verse cada vez más vacías de gente y más repletas de vehículos y soldados por todos lados. Los sermones de paz que el pastor predicaba cada día tenían menos adeptos debido al fervor patriótico que se vía encendido por los acontecimientos y la intensa propaganda de todos los medios de comunicación al servicio de Hitler. Había cada día más temor en la población civil. Al interior del país se empezaron a ver las redadas en contra de gitanos, masones, judíos y otras minorías.

La situación de los judíos es la única represión que ha tenido mucha publicidad porque el Estado de Israel se ha involucrado fuertemente en mantener viva la memoria de ello. El resto fueron muertes anónimas.

Los masones, que en su organización interna tenían palabras y gestos corporales para reconocerse entre ellos y evitar delatarse, debieron extremar este secretismo para poder sobrevivir, pero se consigna en la historia la destrucción de sus templos y Logias y la muerte de muchos de ellos que no alcanzaron a huir. Los gitanos, desorganizados y sin recursos, fueron las muertes más anónimas y que menos importaron a la hora de escribir su historia.

Según contaba la madre y especialmente el padre de Johannes, que por su trabajo como pastor luterano tenía acceso a conocer de primera fuente la realidad social de su entorno, percibían que los adultos fueron a la guerra por distintas motivaciones:

Militancia en el partido nacional socialista obrero alemán, que obedecían ciegamente a su líder Adolfo Hitler; por patriotismo, sin ser nacional socialistas, simplemente por ser alemanes y ver a su país en una guerra, como lo harían los ciudadano de cualquier país del mundo incluidos los  ingleses y franceses, que veían a su querido país envuelto en tan terrible guerra; en tanto, otros fueron a la guerra por obligación impuesta por las autoridades militares que, en la medida que la guerra se ampliaba necesitaban mayor contingente de soldados para sostener la invasión en los muchos frentes de batalla que el Tercer Reich se había creado. 

La situación de Johannes era cada vez más difícil, como también  el conflicto que enfrentaba por la educación religiosa -de paz- que su padre le había enseñado a lo largo de la vida desde su tierna infancia y como ahora, ya adolescente, debía asumir una inminente decisión de enrolarse para ir a una guerra que nunca estuvo en sus planes.

Lo destinaron a mil lugares como radiotelefonista (teléfono, radio, telegramas). Sucio, embarrado, sin comer muchas veces, durmiendo en una trinchera maloliente, debía dormir con su mochila y los instrumentos de comunicación, para responder a cualquier hora del dia o de la noche; siempre listo a comunicar información militar confidencial sobre movimientos de tropas, o nuevas órdenes para movilizar el batallón y muchas otras funciones que lo mantenían sin dormir y en constante alerta.

Así pasaron los años, en pugna la educación recibida por su padre -pastor luterano- y la vida real de una trinchera, trastornando su mente de joven que empezaba a tener que comportarse como “hombre” en su peor expresión: violencia, indiferencia ante el dolor y la muerte de sus compañeros, y desvaloración de su propia vida, a la luz de lo poco que valía frente a los acontecimientos.

En los pocos minutos de silencio y con el frio que entraba por todos lados en la trinchera fabricada con palos y latas, lonas y lo que hubiera a mano, Johannes pensaba el porqué de su frustrado viaje a Chile. Se consolaba meditando que en la fecha del regreso a Alemania esta era otra muy distinta, no se percibía el olor a metralla y el país parecía transitar en paz, aun cuando los acontecimientos políticos arengaban en otra dirección. Pero ¿en qué país la política no hace lo mismo, siempre con un discurso encendido ?

Por todo ello la familia no percibió la  importancia que realmente tenía. Ahora es fácil verlo después de ocurridos los hechos y con todos los antecedentes históricos en la mano. En 1936 no existía esa posibilidad para el alemán que a pies caminaba las calles, el alumno que concurría a su universidad, o el trabajador encerrado en la fábrica. Al pastor le estaba prohibido referirse a los acontecimientos políticos, so pena de ver cerrada su iglesia. En consecuencia, hay que ponerse en el contexto para comprender como podían opinar los alemanes civiles y cuanto de las encendidas proclamas podían imperceptiblemente penetrar sus sentimientos y decidir salir camino a las trincheras.

Pero, después de los primeros éxitos bélicos, Alemania se fue debilitando, por el gran error de desgastarse en una frustraba invasión a Rusia (empezada en junio del 41) y el hecho de haber abierto tantos otros frentes de batalla. EE. UU. entró a la guerra (1941) y eso permitió reforzar las enormes necesidades económicas que el conflicto demandaba, además de agregar una gran cantidad de armas nuevas y un contingente de soldados bien alimentados y preparados.

En junio de 1944 se hizo el desembarco de Normandía y Alemania inició el repliegue de sus tropas hasta reducir su defensa a la ciudad de Berlín, a donde los rusos llegaron primero el 25 de abril del 45. Poco a poco los frentes de batalla fueron cediendo y a Johannes le tocó defender la parte norte de lo que es la actual Polonia (que en esos tiempos era territorio alemán, un área cercana a Szczecin).

Era una zona muy próxima del mar Báltico, con un terreno bajo fácilmente inundado por el mar. Había una extensa área pantanosa y difícil para acceder y caminar por ella. La guerra estaba detenida en esa zona y no había avances ni retrocesos. Los días pasaban tediosos y lentos, con el barro en sus botas y el frio de la noche en sus corazones. Las comunicaciones se hicieron cada vez menos frecuentes y este estancamiento era presagio de que la guerra estaba llegando a su fin. Sólo restaba esperar órdenes para hacer algún estratégico movimiento en el área, sin mayores consecuencias para el destino de la conflagración.

Desde el oriente el ejército ruso avanzaba casi sin resistencia destacable. Después de las batallas de Kusk y sobre todo Stalingrado, el ejército ruso inició la ofensiva que 2 años después  ya los tenía a las puertas de tierras alemanas. A estas alturas del conflicto, Hitler apostaba a defender Berlín y las otras zonas quedaban cada vez más expuestas y a su propia suerte, si es que la tuvieran.

La zona donde estaba Johannes era de poca importancia estratégica por lo que para ellos era bueno al no tener que seguir arriesgando la vida en una conflagración con un final  -a esas alturas- previsible y doloroso. El innecesario bombardeo inglés a  Dresden, que no tenía interés militar alguno, además que a esas alturas de la Guerra estaba habitada por mujeres, niños y ancianos, demuestra como los seres humanos son crueles en todos lados: No hay buenos ni malos per se, solo circunstancias que los desvían a uno u otro lado.

Se acercaba el 2 de septiembre de 1945, fecha que nadie presagiaba en el frente de batalla como el término de esta inhumana conflagración mundial.

Cinco días después del 2 de septiembre y aún en las trincheras alemanas en el norte de la actual Polonia, los soldados esperaban órdenes para replegarse o rendirse. Todo era confusión y el teléfono seguía en un silencio, que sólo producía más tensión en la menguada tropa de sobrevivientes. ¿Qué hacer?,¿Esperar?, como buen soldado alemán disciplinado, ¿Y cuánto más?. Si la guerra terminó, ya no necesitamos seguir órdenes, dijo uno.

Las tropas rusas venían del oriente arrasando con todo; era la venganza por todos los daños causados en la invasión a Rusia (más la autodestrucción estratégica que hizo el propio ejército comunista para dificultar el avance germano, tal vez, este fue tanto como lo producido por los alemanes). Sin contar aún las vidas de millones de campesinos de Polonia, la actual Bielorrusia y rusos que habitaban las zonas por donde atacó Alemania y que no quisieron quedarse en sus tierras por temor a ser muertos también. La venganza venía en sus ojos y en su carrera a Berlín tenían ventaja sobre los aliados que atacaban desde el sur y el oeste.

Cuando la paciencia se les acabó y el cansancio los venció, decidieron tomar una determinación; sin duda había que hacer algo para salir de esta incertidumbre, y más aún, salir de la mugre, el barro y el frío, que cada vez era mayor como era previsible por la llegada del otoño que mostraba sus primeros intentos climáticos.

. – ¡Johannes, tú eres el hombre¡, deberás ir a pie y con sigilo a las otras trincheras que deberían están más o menos a 2 o 3 kilómetros hacia la costa Báltica.

. – ¡Vas con tu equipo y teléfono y nos comunicas qué está pasando!.

Johannes era el más joven, casi adolescente aún, y confiaban en su capacidad física -aunque disminuida- para sortear la aguas bajas y pantanosas y esconderse de los rusos, si es que ya habían llegado por esos lados. Se despidieron con abrazos.

Días después, sus compañeros se rindieron ante la llegada del ejército ruso. Levantaron sus manos, tiraron sus fusiles al suelo y exclamaron en voz alta: ¡wir ergeben uns¡.

El trato recibido era previsible, cualquier gesto que no gustara era motivo de un solo disparo mortal. Fueron llevados a  uno de los tantos campos de prisioneros. Muchos terminaron en Siberia, otros murieron, y algunos fueron liberados después de varios años. La amistad pudo más y con el correr del tiempo se fueron ubicando y creando un pequeño grupo. Eran soldados que no fueron procesados por las fuerzas aliadas, eran anónimos humanos llevados a una guerra y salvadas sus vidas por el azar de sus destinos. Su existencia no interesaba a nadie, pobres como las ratas que convivieron con ellos en los tiempos de las trincheras, cada uno debió rehacer lo que quedó de sus hogares y familiares y eso ¡si es que era posible!.

El nazismo sin duda, hizo cosas muy crueles con la gente de los países conquistados temporalmente, eso está claro y éticamente nadie podría defenderlo, pero ha quedado en el olvido que no todos los soldados alemanes se involucraron en estos deplorables hechos, al menos los soldados rasos y pobres, “muchos casi niños “, no participaron de los asesinatos ni supieron de las matanzas hasta después de terminada la guerra.

Además, después de finalizado el conflicto, quedaron expuestos a su miserable suerte, más pobres de lo que eran, sin familias la mayoría y sin recursos económicos. Cuesta hacer una diferencia para la gente común y corriente entre el alemán, ciudadano anónimo, y el aparato administrativo-militar que gobernó al país con una ideología extremista y racista: el nacismo. Desde el término de la guerra el mundo fue avasallado con propaganda que no discriminó diferencias: toda Alemania debía pagar las consecuencias y a todos se les trató como nazis.

. – ¿Me falta algo?

. – ¡Ah¡, lo de Johannes.

Johannes, al lado de su madre y en otro extremo el Pastor luterano

Nunca regresó ni se comunicó. Sus compañeros, una vez terminada la guerra y a medida que empezaron a adaptarse a los nuevos tiempos y conversar de su pasado común, pensaron  e indagaron las muchas circunstancias posibles para explicar su desaparición sin rastro alguno, ni saber de su posterior paradero.

Por las cartas que le mandaron a su padre contándole sobre su hijo durante la vida en las trincheras, ellos plantearon 2 teorías que parecen las más razonables: murió en algún accidente, posiblemente una mina antipersonal; y la otra teoría fue que lo hicieron prisionero los rusos y terminó su vida en un campo siberiano, sin poder nunca ver la libertad para regresar a Berlín y abrazar a su padre, pastor luterano que lo crió con los valores de la paz y el amor al prójimo.

Su iglesia quedó en el área comunista de Berlín y allí el pastor murió varios años después. La madre, Else, sola y sin recursos, debió caminar, quien sabe cómo, desde Berlín hasta Hamburgo para  regresar en un barco a Chile en 1946 y así, ya lejos del dolor, con el renovado cariño de toda su familia.

Pero ¡la historia la escriben los ganadores! y ellos discriminan quienes serán los justos y quienes serán los malos de la historia.