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Cultura

Publicado por Citerior Julio 5, 2019

JEAN LE ROND D’ALEMBERT : De Bastardo a Líder de la Ilustración.

D’ Alembert: “Pensar por si mismo”

                                                                              Gustavo Lecaros

Ingeniero Civil Industrial

 El filósofo catalán Gonçal Mayos, en su obra “D’Alembert: Vida, obra y pensamiento”, señala que Jean Le Rond D’Alembert nació en Paris un 16 de noviembre de 1717, hijo ilegítimo de una de las “relaciones amorosas” de la Marquesa de Tencin, Claudine Alexandrine de Guérin.

Su padre, Louis-Camus Destouches, quien se encontraba fuera del país en el momento del nacimiento de D’Alembert, y su madre, dejaron al niño recién nacido en los escalones de la iglesia de St Jean Le Rond (Capilla de Notre-Dame), donde fue encontrado rápidamente y llevado a un orfanato.

Fue bautizado Jean Le Rond, en honor a la iglesia donde fue encontrado.

Al regresar su padre a Paris, gestionó el quedar al cuidado por Madame Rousseau, esposa de un vidriero. Su madre natural nunca lo reconoció como su hijo, por lo que la señora Rousseau sería para D’Alembert su madre y vivió en su casa hasta alcanzar los 30 años.

Su padre colaboró mensualmente, hasta el día de su muerte, con 1.200 francos a la educación de su hijo y, al fallecer, le dejó el suficiente dinero como para poder vivir el resto de su vida. A partir de ahí, la familia Destouches siguió cuidando la educación de D’Alembert  y, posteriormente, organizaron su ingreso al Jansenist Collège des Quatre Nations.

Se graduó en 1735, continuando sus estudios en la carrera en derecho, pero su verdadera pasión era la matemática y continuó trabajando en su tiempo libre en ese tema.

En 1738, D’Alembert calificó como defensor, pero parece haber decidido que no era la carrera para él. Al año siguiente D’Alembert estudió medicina, pero este fue un tema que encontró incluso peor que la teología. De todos los temas que había estudiado, el que realmente le entusiasmaba era la matemática y su progreso en esto fue bastante notable, especialmente dado que había estudiado casi exclusivamente solo.

En 1741 ingresó en la Academia de Ciencias de París; en esa misma década publicó sus principales trabajos matemáticos (mecánica y astronomía) y entre 1751 y 1758 trabajó junto a Diderot en la Encyclopédie Française.

Desde 1754 perteneció a la Academia Francesa y desde la década de 1760 se dedica a la literatura y la filosofía al no poder continuar con la matemática por problemas de salud.

Durante su vida recibió muchas distinciones y honores, los que no influyeron en su simplicidad de ver la vida. Durante 30 años de su vida vivió en los barrios pobres, donde residía su madre adoptiva, la que dados sus pequeños ingresos conseguía ayudar. Pero dado su mal estado de salud, tuvo que buscar un mejor lugar para vivir.

Se enamoró de Julie de Lespinasse y vivió con ella hasta el día de su muerte. Después de años de mala salud, D’Alembert sucumbió a una infección a la vejiga y murió el 29 de octubre de 1783.

¿Filósofo o Matemático?

Es difícil reconocer a D’Alembert dentro de los distintos tipos de ciencias, de las artes o de la filosofía, ya que en todas ellas tuvo importantes y destacados aportes. Goncal Mayos, filósofo y profesor en la Universidad de Barcelona, en su obra “D’Alembert: De Bastardo a Líder de la Ilustración”, destaca:

“Se suele decir que D’Alembert no tiene en la actualidad el reconocimiento y atención que merece porque es demasiado filósofo para los científicos y demasiado científico para los filósofos”.

Desde una perspectiva filosófica, su obra se caracteriza por un escepticismo en cuanto a lo que a religión se refiere, influenciado principalmente por Locke, Bacon y Descartes. Sus principales aportes los encontramos en la filosofía natural, incluso influenciada por Newton.

La principal obra filosófica de d’Alembert fue “Mélanges de littérature et de philosophie”, compuesta por una colección de ensayos, algunos de los cuales exponían su escepticismo con respecto a los problemas metafísicos. Él aceptó la existencia de Dios, creyendo que la inteligencia no puede ser un producto exclusivo de la materia, sino que era estrictamente materialista con respecto al universo físico. Los comentarios de sus amigos indican que Diderot lo influenció más tarde a favor del materialismo, y finalmente se consideró ateo.

D’Alembert creía que la matemática era la forma ideal de conocimiento y que la física era la ciencia básica. Consideraba la mecánica como una parte de la matemática, como el álgebra o la geometría, basada en ciertos principios necesarios de los que todos los fenómenos podían deducirse mediante la aplicación de métodos matemáticos. Gran parte de su trabajo se realizó a través de la deducción matemática, en lugar de a través de la recopilación y el estudio de pruebas experimentales.

D’Alembert hizo varias contribuciones a la matemática, incluida una sugerencia para una teoría de los límites. Fue uno de los primeros en apreciar la importancia de las funciones y definió la derivada de una función como el límite de un cociente de incrementos.

A partir de estas ideas, desarrolló una prueba de convergencia, conocido hoy como el teorema que lleva su nombre. En Francia, el teorema fundamental del álgebra se conoce como el teorema de D’Alembert / Gauss.

En su trabajo, mejoró la definición de fuerza de Isaac Newton y ayudó a resolver una controversia sobre la conservación de la energía cinética. También afirmó claramente su creencia de que la mecánica era un campo de la matemática y debería convertirse en un sistema matemático completamente racionalista. Consideraba las leyes del movimiento de Newton como necesidades lógicas, más que el resultado de la investigación empírica, siendo considerado pionero en el uso de ecuaciones en derivadas parciales en física.

En 1745, como miembro de la Academia de las Ciencias Francesa, se le encargó la traducción al francés de la “Cyclopaedia británica de Ephraïm Chambers”, lo que finalmente se transformaría en una obra única en su género y que cambiara la historia de la humanidad: la “Enciclopedia o Diccionario razonado de las Ciencias, las Artes y los Oficios”, obra cuyo objetivo era la divulgación de los conocimientos adquiridos hasta la época, recopilando numerosos trabajos y grabados.

El Discurso Preliminar, el Espíritu de la Enciclopedia.

Venturi, historiador y ensayista italiano, en su obra “Los orígenes de la Enciclopedia” nos señala que Diderot, dadas sus funciones de director de esta obra, propuso desde un comienzo incluir en el quipo a D’Alembert, dentro de los 21 colaboradores que inicialmente redactaría esta magistral obra. Con el tiempo, esta cantidad aumentaría a cerca de 160 integrantes, dentro de los que destacan importantes pensadores de la época, como Rousseau, Voltaire y Montesquieu, entre otros.

Originalmente concibieron que la obra contemplaría 8 tomos con textos y 2 volúmenes exclusivos para láminas, de los que D’Alembert escribió el Discurso Preliminar y gran parte de las publicaciones sobre matemática, física y astronomía, redactando más de 1700 artículos.

“Pensar por sí mismo”, frase contenida dentro del Discurso Preliminar de la Enciclopedia, es una de sus expresiones más célebres y que relatan en gran medida su pensamiento empírico-racionalista. Y es precisamente en este Tomo I de la obra en donde D’Alembert presenta sus teorías filosóficas, relatando con precisión el pensamiento escéptico que florecía en aquella época y, por cierto, en toda la filosofía presente en La Enciclopedia.

La Enciclopedia es finalmente el resultado de un trabajo de intelectuales de la época, cuyo único deseo era abarcar todos los campos del conocimiento. Y es en este monumental desafío en donde el “Discurso preliminar”, puede considerarse el aporte más importante a la Enciclopedia, ya que permite organizar todos los temas de acuerdo con tres principios que rigen el comportamiento humano: La Memoria, La Razón y la Imaginación:

“No podemos esperar conocer la naturaleza mediante hipótesis vagas y arbitrarias, sino por el estudio reflexivo de los fenómenos, por la comparación que haremos de los unos con los otros, por el arte de reducir, en la medida de lo posible, un gran número de fenómenos a uno solo que puede ser mirado como su principio”.