
Inclusión: hasta que duela
Profesor Luis Ordenes Toro
Una de las frases más recordadas del sacerdote jesuita Alberto Hurtado era: “dar hasta que duela” y significaba que, más allá de la caridad, la fraternidad, la solidaridad y la preocupación por el prójimo, lo importante era no limitar la ayuda, sino que esta ayuda debía superar nuestra propia capacidad, aunque nos incomodara. Hoy en el marco de la inclusión educativa, es evidente que hay que avanzar “hasta que duela”.
Con las leyes de inclusión que Chile ha generado ha habido un avance significativo en incorporar a la sociedad, pero particularmente a las comunidades educativas, a estudiantes pertenecientes a diversos mundos, a las minorías, a las diversas culturas y también a los estudiantes con necesidades educativas especiales.
Por un lado, hubo que eliminar barreras de acceso y, para ello, se eliminó el lucro y el copago (Ley 20.845); por otro lado, se legisló para que “existiera igualdad de oportunidades e igualdad social para personas con discapacidad” (Ley 20.422) y, por último, se señaló la necesidad de incluir, atender y proteger los derechos de las personas del espectro autista (Ley 21.545). Es decir, la política pública legisla y cree haber dado respuesta a las necesidades de la sociedad respecto a la inclusión.
Sin embargo, todos los días vemos en diversos medios de comunicación que un estudiante con condición de espectro autista (ex TEA) fue agredido por sus compañeros; que un colegio determinado no quiere matricular a un estudiante especifico, porque el niño pertenece al espectro autista o el caso del estudiante que agredió a una profesora porque descompensó, es decir, los estudiantes incluidos no han podido integrarse a las comunidades como corresponde. ¿Por qué?
Algunas inquietudes para considerar deben ser: ¿el estudiante incluido es reconocido como parte de la diversidad social y, por lo mismo, es un aporte a mi formación individual? ¿el o la estudiante se siente parte de la comunidad educativa con su propia identidad? ¿la comunidad que recibe estudiantes neurodiversos entiende, comprende, valora y acepta esta realidad?
Hasta ahora, pareciera que toda la orientación de la dinámica de trabajo de la inclusión se encuentra más bien centrada en el estudiante con necesidades especiales, mientras el contexto (compañeros, apoderados, profesores) continúa con su dinámica habitual y al ritmo que está acostumbrado. Entonces para poder apoyar el proceso de inclusión se generan mecanismos como el programa de integración escolar (PIE), que muchas veces pasa a ser “muletilla” de los estudiantes, más que profesionales que logran motivar e incentivar a que sea la comunidad la que cambie y la que acepte la diversidad de cada uno de los integrantes de esta.
Es innegable que ha habido focalización del trabajo en la inclusión. Se han generado subvenciones especificas (PIE) para que las unidades educativas puedan contratar las y los profesionales necesarios dependiendo de los diagnósticos para los estudiantes.
Sin embargo, los colegios públicos siguen sin contar con salas adecuadas a las necesidades de los estudiantes; la fonoaudióloga debe atender a tres estudiantes en una hora; los colegios no tienen espacios especiales para los estudiantes que se descompensan y debe generar un protocolo por cada estudiante con NEE dependiendo de su diagnóstico y de la descompensación acontecida.
En resumen, falta mucho en infraestructura adecuada, falta mucho en recursos para contratación de personal y falta mucho para un trabajo de sociabilización de la política de inclusión, para cada integrante de una comunidad educativa, de manera que todos y todas las integrantes de una comunidad vivan y convivan adecuadamente al interior de la comunidad, respetando, conociendo, aprendiendo, compartiendo entre los estudiantes neurotípicos y los estudiantes neurodiversos.
Podemos decir que hay conciencia en la sociedad chilena de avanzar en la inclusión; la política ha generado leyes y mecanismos para que la inclusión pueda avanzar en su implementación, las comunidades han visto avances con mejor infraestructura ciudadana, las escuelas han recibido orientaciones y recursos para poder atender a estudiantes con discapacidades motoras y cognitivas.
No obstante, aun todo lo realizado es insuficiente, ya que es necesario dotar de mejor infraestructura educativa a los colegios, es necesario que haya un mayor entendimiento del aporte de la neurodiversidad a la formación de hijas e hijos, tiene que haber un mayor respeto y un respaldo a la diversidad, para que la inclusión no sea un programa o una acción, sino una forma de vida de nuestra sociedad.
Junto con lo anterior es necesario preguntarse: ¿de donde viene la violencia que afecta a los estudiantes con NEE?, ¿el estudiante se autogenera el acto violento?, ¿es efecto del bullying que sufren?, ¿es una sobrereacción a situaciones que no sabemos tratar?
En cualquiera de los casos expuestos lo cierto es que hoy, al interior de las comunidades, los estudiantes con necesidades especiales están al centro de algún hecho de violencia y como tal la comunidad educativa debe aprender a resolverlo. Si un docente no sabe tratar profesionalmente a un estudiante con NEE es muy posible que el estudiante responda de una manera poco adecuado al estímulo generado por el pedagogo y se descompense. De la misma manera, si el estudiante es sometido a bullying por sus compañeros tratará en el margen de sus condiciones de defenderse de la violencia sufrida. No son pocos los que terminan afectando sus propias vidas al sentirse incomprendidos y fuera de lugar.
Chile debe avanzar en consolidar el camino de la inclusión y para ello debe sacar de la zona de confort a muchos y muchas, para que se movilicen en el entendimiento, comprensión y defensa de la inclusión en la sociedad.
Chile debe dar… hasta que duela.!