Hablemos de Corrupción
La corrupción, palabra corrosiva que campea por doquier en nuestras sociedades modernas, se ha transformado en la muletilla que designa a todo acto relacionado con el mal uso de una posición de fuerza o autoridad, que genera lucro indebido y que persigue sacar provecho de una circunstancia determinada.
Si nos vamos al fondo de la cuestión, un acto corrupto necesariamente está vinculado por esencia a alguien que detenta alguna porción de poder,- una autoridad, por ejemplo, y alguien que es objeto de dicha acción, esto es, un corrompido. Es decir, se necesitan dos elementos para configurar la especie; es una ecuación que contempla configurar la presencia de un corruptor,- el sujeto, el que inicia la acción, y la anuencia del que acepta ser parte de la acción, el objeto, el que permite ser blanco del acto corrupto. Sin la concomitancia de ambos, no se podría hablar de un acto de corrupción.
Hilando más fino, se podría afirmar que para mejor identificación del acto de corrupción,- independiente del carácter de sujeto u objeto del que persigue un lucro indebido en un determinado acto administrativo,- siempre estará presente la condición de agente del Estado del que corrompe. Pensemos en el paradigmático caso de la firma Odebrecht en América Latina, que actúa como sujeto ( empresa privada), pero cuyo objeto de lucro indebido lo constituyen agentes del Estado ( Presidentes de la República, nada menos..)
De este cruzamiento de intereses y conductas perniciosas surgen los delitos tipificados en las legislaciones, con el fin de identificarlos y penalizarlos: asociación ilícita, malversación de fondos públicos, lavado de dinero, entre otros.
Pero en estas reflexiones quisimos remarcar que los actores de estas triquiñuelas son personas, como usted o yo. Son jefes de familia. Son empresarios, dirigentes políticos, funcionarios de gobierno. Abogados, quizá periodistas o lo que fuesen. Cometen este delito a diario y no se averguenzan de ello. Lo hacen y lo seguirán haciendo hasta que un hecho fortuito (venganza?) los descubra. Todas personas honorables a la vista.
Ergo: el problema ético que nos aflige hoy es que la corrupción nos acecha desde su invisibilidad. Está aquí, a nuestro lado, y no la vemos. Como para reflexionar.