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Actualidad

Publicado por Citerior Octubre 14, 2024

¿Es Real La Realidad?

Profesor Carlos Urzúa Stricker

Se sabe que la realidad se percibe por medio de los sentidos y que, a través de ellos, las personas se relacionan con el medio circundante.

A través de los sentidos reciben estímulos de variada índole que una vez decodificados se transforman en información, conocimiento, sensaciones, olores, sonidos, colores, emociones y aspectos, todas características que se perciben en esta interacción con lo que suele llamarse la realidad. Una realidad física –material- y una realidad analógica digital que les llega en distintos formatos, tales como audio, video o texto.

Esta realidad adquiere sentido en la medida que las personas la revisten de atributos que la hacen significativa, es decir, cobra valor individual como colectivo. Una realidad subjetiva, que se va siendo apropiada por medio de la interacción con ella, con la cultura, el estudio, conocimiento y con la experiencia.

La realidad no es estática; es dinámica, cambia e impacta los modos de conducta de las personas y representa la vida misma que a diario se vive en el cotidiano acontecer: la familia, los vecinos, la escuela, la verdulería, la panadería, el recolector de residuos, el camión del gas, el supermercado, el trabajo, el ocio, la diversión, el deporte, las relaciones de amistad, la política, las necesidades y tantas otras interacciones, que constituyen determinada realidad.  

Todas estas interacciones están destinadas a satisfacer necesidades básicas para una vida digna, tales como alimentación, educación, seguridad, habitación, abrigo y formación de redes de amistad y de apoyo.

Para el acceso a bienes públicos y seguridad, se requiere que alguien se haga cargo de ello, y para ello está el Estado. El Estado puede definirse como la sociedad organizada jurídicamente. Conforme a las leyes, al Estado se le otorga el poder para que administre un país.  

Por otro lado, requieren de seguridad social, considerando para ello acceso a un libre desplazamiento seguro, – individual como familiar,- a salud y a participación ciudadana. Para alcanzar estos bienes tangibles como no tangibles, necesariamente, salvo pocas excepciones, necesitan educarse, adquirir una profesión y tener un trabajo lo más estable posible. Esta es la realidad del común de la sociedad.

La realidad precedente, ¿es la misma realidad que percibe la dirigencia política que tiene la responsabilidad de gobernar?

A veces pareciera ser que perciben una realidad diferente. Creemos que ello ocurre, pues la perciben anteponiendo a ella el conjunto de ideas o principios postulados o defendidos por los partidos o movimientos políticos a los que adhieren o militan. 

La subjetividad los lleva a considerar que sus ideas son las verdaderas, con lo cual cada uno de ellos se atrinchera en una única verdad. Una visión de la verdad como, por ejemplo, para referirse al rol y tamaño del Estado; una visión de verdad para concebir la participación y la tenencia de los medios de producción, desde alguna de las doctrinas políticas, tales como el liberalismo, capitalismo, socialismo o comunismo, entre otras.

De esta forma, los partidos políticos existentes en Chile, inspirados en algunas de las formas doctrinarias que citamos, se disputan la solución de los problemas y debaten en la acción pública de la política la forma de imponer sus propias verdades.

Se trata de como cada grupo se impone al otro, en cuanto al poder que aspiran, olvidando que dicho poder es transitorio y se les ha otorgado por la ciudadanía para que les resuelvan sus problemas.

Pareciera ser que viven en una realidad paralela, circunscrita a sus modelos ideológicos o partidistas.  Sorprende también, que frente a la consulta que se les hace, todos, en menor o mayor grado, constatan y coinciden en que los problemas más graves que afectan hoy a la mayoría de los chilenos son la seguridad individual y material, la previsión, la salud, la vivienda y la educación.

¿Por qué sorprende?

Porque, no obstante coincidir, perciben dichos problemas de distinta manera y plantean también, de distinta forma, las propuestas de política pública para darles solución.

En el intertanto, la población observa, como debaten, opinan, vociferan, se confrontan, se elaboran informes, se forman comisiones y se prometen soluciones, que en definitiva no llegan a consolidarse como políticas de Estado de largo alcance. Se observa también, una disputa permanente entre el poder ejecutivo y gran parte del poder legislativo y entre los partidarios del gobierno y los opositores.

Una tensión permanente que termina por agotar a la sociedad, que observa incompetencia en sus autoridades, e ineficiente gestión; falta de liderazgos, falta de convicciones y lo que es peor, falta de preparación intelectual, de conocimientos, que, asociados a la inexperiencia y baja preparación, tiene como resultados la pérdida de confianza, el descrédito del Estado, de sus poderes, de sus instituciones, de la política y de la dirigencia.    

Así entonces, la percepción mayoritaria de la población es que no se avanza y los problemas persisten desde un gobierno a otro, cuya consecuencia es el desgano, la desesperanza, la insatisfacción y la falta de horizonte futuro para los jóvenes, adultos y también para los mayores.

Aumenta la violencia en el trato a diario como producto de las insatisfacciones y la falta de esperanza.  Desde hace tiempo, las “encuestas” muestran el desprestigio de la mayoría de las instituciones públicas, de la clase dirigente y también del gobierno.

Se asocia a todo lo anterior, la corrupción en el aparato público, el narcotráfico, el narcoterrorismo y el aumento de la delincuencia, cuyas prácticas ya han sido normalizadas por la autoridad, lo que es lo peor, pues pasa a ser parte de la realidad que ellos “han dejado de ver”.

Es dable considerar que no obstante la falta de preparación, uno esperaría que al menos los dirigentes que tienen la responsabilidad de dirigir el país tuvieran al menos, “sentido común” para sortear la falta de experiencia en la administración del Estado.

Es decir, ser capaces de movilizar algunas capacidades que les permitan tomar decisiones con cierto grado de fundamento, formular propuestas y emitir algunos juicios; sentido común para rescatar experiencias comparadas de soluciones, que reformuladas pueden ser factibles de ser implementadas, con la suficiente flexibilidad para ir perfeccionándose en el tiempo.

La población espera de sus dirigentes (al menos) capacidad para elaborar pensamientos con sentido común, y que puedan sostenerse en algún tiempo. Que la doctrina que se profesa los lleve a actuar convencidamente, sin denotar ignorancia en cuanto a los fundamentos que las sostienen.

Un político o dirigente, que no es capaz de sostener sus propias ideas, carece de convicciones.