Compartir

Editorial

Publicado por Citerior Septiembre 9, 2022

El sentido de un Plebiscito

Se ha dicho y escrito, se está diciendo y escribiendo y se dirán y escribirán miles de opiniones y juicios sobre la consulta plebiscitaria realizada recientemente en Chile.

Todas son juicios de valor, interpretaciones, y por tanto, todas son valederas, dignas de respeto y consideración.

Se podrá argumentar, por ejemplo, que permitir una manifestación directa de la voluntad ciudadana, independiente de la naturaleza del tema a dirimir, es la expresión más democrática a la cual se puede recurrir cuando hay que tomar una decisión trascendente en una sociedad determinada. Una especie de acción cívica sin intermediarios, confiable per se y por lo tanto, el mecanismo ideal de legitimar gobernanza en los tiempos que vivimos.

Pero también se podrá afirmar que en sociedades masivas y heterogéneas como las modernas, la interacción comunicativa, esto es, la influencia que ejercen los medios de comunicación, las redes sociales, las múltiples formas de ejercer la persuasión vía propaganda, publicidad encubierta o,- más recientemente, la proliferación orquestada de noticias falsas (fake news); o derechamente, la instalación de plataformas dedicadas exclusivamente a desinformar u ocultar información relevante, puede contribuir a tender una cortina de prejuicios o temores que conduzcan a un estado de manipulación de los electores.

Puede ser. Todo es posible. Los defensores de la democracia representativa tienen muchos argumentos para demostrarlo.

Sin embargo, hay hechos que parecen indesmentibles y que no resisten un mayor análisis.

Un gobernante o político se puede equivocar. Igualmente se puede equivocar un grupo pequeño de individuos.

La expresión popular manifestada tan mayoritariamente en un plebiscito, por ejemplo, como el caso de Chile recientemente, no se puede equivocar. Con voto informado y secreto, en la soledad de una urna, sólo premunido de un lápiz, una cédula y su conciencia, las personas no se pueden equivocar.

Porque los pueblos no se equivocan cuando se trata de,- directamente, sin intermediarios representativos,- expresar su sentir, su opinión, sus aspiraciones.

En lenguaje sociológico decimonónico: ”escuchar la voz del pueblo”. Con la diferencia conceptual que esta “voz” no proviene de manifestaciones callejeras o de acciones violentas.

No. Esa voz fluye de un acto de conciencia ciudadana, meditado, razonado.

Por aquello, tenemos la impresión que un plebiscito resulta tener sentido cuando refleja un pensamiento inmensamente mayoritario, cuyo propósito central es,- entendemos,- fijar las líneas gruesas que deben seguir las autoridades para llegar a un buen puerto.

 

Paulino Ramírez Quintana, Periodista

Director del Portal Citerior