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Cultura

Publicado por Citerior Junio 7, 2020

El hombre es el mismo hombre de siempre…

El hombre es el mismo hombre de siempre..

…dando paso a la duda existencial de si realmente formamos parte de una nueva sociedad de tipo “moderna”, altamente informada y con oportunidades a la información, o es el mismo hombre de siempre que se reformula cooperativamente en pos de la supervivencia.

Sergio Bañados Catalán

“Después me fijé en que, mientras yo quería pensar así que todo era falso, era preciso que yo, que lo pensaba, fuera algo. Y advirtiendo que esta verdad: YO PIENSO, LUEGO SOY, era tan firme y segura que no podían conmoverla todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla sin escrúpulos como primer principio de la filosofía que yo buscaba”

 A mí juicio, en lo simple de la formulación de Descartes se encuentra la mejor solución para entender el lugar del hombre, sin tener que adscribirlo al prejuicio del adjetivo de “antiguo o de moderno”: el hombre y sus ideas generadas en su conciencia, es un conjunto y es lo que lo define.

Creo que somos conscientes de que no vivimos lo suficiente como para observar de facto la vida, y nuestro constructo mental de “tiempo y espacio”, es una constante reinterpretación de lo que nos dice el cerebro en concordancia con los sentidos.

Por lo demás, cada nuevo descubrimiento de la ciencia pareciera que nos hace experimentar diariamente nuevas formas y usos, tal que nos sentimos “modernos” comparado con hombres de épocas anteriores, dejando en evidencia el engaño de nuestras percepciones, haciéndonos creer que somos el efecto y no parte de la causa.

Sabemos que el hombre ha vivido siempre a su manera desde que empezó a hacerse consciente de su estado intelectual; prueba de ello es que siempre retornan a él, los resabios de hechos de la historia, a la forma como se describe una hélice, siendo parte de un viaje por el espacio, distinguiéndonos sólo por un grado de espiritualidad diferente al resto de la materia.

Pero lo que sí probablemente es diferente para todas las épocas, y en especial para nuestra moderna sociedad, es la utilidad de los descubrimientos científicos, aplicados al constante deseo de progreso y superación, que rigen nuestro instinto de supervivencia, y que, para nuestros días, ha sido marcado, preferentemente, por el desarrollo de la técnica en todas sus acepciones y por el florecimiento de internet.

A partir de esta idea, lo primero que destaca es que la forma de comunicación indudablemente es distinta; incluso, si miramos el corto tiempo de las décadas precedentes, y es una prueba irrefutable de que la cooperación de nuestra especie se ha visto fortalecida con medios de comunicación más sofisticados y rápidos, que los observados en miles de años de historia cronológica.

Indudablemente, esta modernidad ha establecido un “nuevo renacimiento”, pero esta vez de tipo tecnológico, por el que el hombre ha conquistado lugares inimaginables hasta hace algunos siglos, posicionándose en el espacio, por ejemplo, por sofisticados sistemas robóticos de complejas señales, que nos han hecho ver no solamente nuestra tierra, sino descubrir el universo de una manera inusitada, maravillándonos de la genialidad de hombres como Copérnico, Bruno, Kepler, Newton; que a punta de lápiz, papel e ideas, que aún son base para los cálculos actuales, buscaban la verdad del Cosmos, y luchaban contra la incredulidad, la envidia y la desacreditación dogmática (Indudablemente este ejemplo aplica para hombres de otras áreas como la medicina, el cálculo y la ingeniería, la literatura, etc. incluso la filosofía).

En el plano común de las personas, el ocio y la comunicación se han visto profundamente reformuladas por las distintas redes sociales, las que han hecho desaparecer la distancia y el tiempo principalmente, aumentando de manera proporcional una insospechada ansiedad de las personas por la información, de una manera positiva, pero también hondamente negativa.

A este último respecto, el hombre y su identidad han pasado a mimetizarse en un maremágnum de datos digitales, con un solapado anonimato cada vez más frecuente y natural, resumiendo la vida en variados ámbitos, al facilitar la tramitación de asuntos de la cotidianidad, pero diluyéndose en el sentido de las emociones y del respeto por las formas.

Hoy, la comunicación más que nunca nos hace cada vez más indiferentes, puesto que concebir hoy la vida sin mensajes, fotografías, videos o sonidos electrónicos, sería casi un despropósito, dando paso a la duda existencial de si realmente formamos parte de una nueva sociedad de tipo “moderna”, altamente informada y con oportunidades a la información, o es el mismo hombre de siempre que se reformula cooperativamente en pos de la supervivencia.

Hoy, para nadie es desconocido que el concepto de amistad está sensiblemente trastocado, porque si establecer amistad es un acto de pedir y generar lazos de profundos afectos, en la actualidad enviar o aceptar una amistad significa más bien autorizar a otra persona a que pueda acceder a la información sin decir una palabra, y sin necesariamente tener que interactuar.

Por otra parte, hoy vivimos subyugados a los algoritmos que calculan cualquier probabilidad de preferencias, reemplazando una búsqueda de alguna información, por sugerencias que nos dejan absortos, pendientes y prisioneros a aparatos electrónicos; hoy, la simplificación por medio de la robótica no solamente nos ha facilitado la vida, en cuanto a la precisión con que se realizan variados tipos de labores, sino que también consecuentemente, ha hecho desaparecer numerosos puestos de trabajo; hoy, los grandes conglomerados económicos, obviamente prefieren el rendimiento tecnológico por sobre el deber para con sus empleados; hoy, el hombre “moderno” pone sus esperanzas en el uso de la inteligencia artificial, que con toda seguridad será el futuro de la fuerza laboral, científica y tecnológica, la cual será, indudablemente, un cambio radical de nuestras costumbres y quizá de nuestra esencia.

Es indudable que los pensamientos, y sobre todo los sentimientos, definen de mejor forma a los hombres de cualquier época, y desde esta perspectiva, el concepto de “moderno” puede ser visto como una falacia, que no se sustenta más allá de un simple juicio de valor, para con hombres de otras edades con distintas circunstancias; a como lo expresa Martin Heidegger: las ideas de los hombres hacen de que “el hombre sea en su mundo”.

Por lo tanto, al ser el hombre uno solo como especie (o lo que queda de él luego de evolución y de la revolución cognitiva), es un ente que constantemente se encuentra bajo una dualidad, no tan sólo en cuanto a sus percepciones por medio de los sentidos, sino que también bajo sus ideas: o se piensa y luego se vive, o se vive y luego piensa…