El Flujo Migratorio: La Pandemia Social que nos agobia
Jorge Rodolfo Sanz Jofre
Académico universitario
No quiero entrar en lugares comunes ni definiciones porque cada uno de nosotros tiene una percepción respecto de lo que sucede. Lo que quisiera plantear es una mirada distinta; es una reflexión que no está en la prensa, porque no la hace la prensa; y apelo a la razón y no la emoción para poder comprender lo que expongo:
Hobbes habla que el hombre es el lobo del hombre y para poder ordenar lo que sucedía, era necesario crear un instrumento, un leviatán, que pudiera controlarlo.
La paz westfaliana materializa el traslado de la soberanía desde el señor feudal a este constructo nuevo que reconocemos como estado-nación.
El contrato social hace que entreguemos a este leviatán o Estado parte de nuestros derechos para que nos conduzca al bien común, que no es otra cosa que la felicidad.
Es decir, nosotros, hombres, creamos un ente para que nos administre. Ese ente es amoral, porque su única tarea es buscar el bien común y en un mundo donde se compite por el poder, el estado utiliza sus herramientas para cumplir su tarea.
Tenemos ya un actor: el Estado
Unas corrientes migratorias cercanas las tenemos en la migración campo ciudad, que fue un hecho que complicó al Estado, en el mundo, y era una migración interna.
A mediados del siglo XX, el 70 % de la población mundial vivía en el campo. El cruce en la evolución de la tendencia campo ciudad se da en 2011 y en 2014, más del 54% de la población mundial ya vivía en las zonas urbanas.
Al 2050, el número de habitantes de las ciudades prácticamente se habrá duplicado, alcanzando en torno a los 6.400 millones, convirtiendo así, gran parte del mundo, en una ciudad global y multicultural, por efecto de las migraciones; estadística muy cercana a los números particulares de Chile.
Sin embargo, el fenómeno migratorio casi natural ya descrito es historia; lo que observamos hoy es diferente a lo ya vivido y a esta transformación del mundo en urbano; hoy se observan mucho más desplazados y refugiados que migrantes voluntarios en busca de un mejor futuro y a ese fenómeno, con esas condiciones, intentaremos darle una mirada.
En 2019 hubo 272 millones de migrantes internacionales (equivalentes al 3,5% de la población mundial). Ese año hubo 20,4 millones de refugiados. El número de desplazados internos a raíz de la violencia y los conflictos alcanzó los 41,3 millones de personas.
Los flujos migratorios han cambiado. Se han modificado emisores y receptores; las defensas que han impuesto los Estados, la información disponible, el crecimiento de algunos Estados han generado flujos regionales, como por ejemplo la migración interna en África y en América, que es un cambio total respecto de los flujos de europeos a América o americanos a Estados Unidos, por ejemplo.
Tenemos dos realidades: un Estado que debe velar por el bien común de sus nacionales y un flujo migratorio cada vez mayor girando por el mundo o dentro de campamentos de refugiados.
Veamos el marco político
El mundo se desenvuelve en modelos normados y estudiados por múltiples autores que, a partir de este fenómeno, han exacerbado las posiciones y encontramos, por una parte, el idealismo de Wilson, que ha derivado a lo que conocemos hoy como funcionalismo o peyorativamente globalismo, que asume la posición de abrir las fronteras y, frente a esta posición, el realismo político busca defender la estructura del Estado y mantenerlo como principal actor frente a las organizaciones internacionales.
¿Cuál es el principal ejemplo de esto? El brexit. La mayor y mas prestigiosa organización internacional, la Unión Europea, invade la soberanía de uno de sus miembros imponiéndole una cuota de refugiados; el Reino Unido rechaza la intervención saliéndose de la organización.
Este es un marco muy general para mirar lo que sucede. Hay muchas otras variables pero no hay tiempo y me gustaría evidenciar el fenómeno de Chile a partir de la política y la experiencia internacional.
Los estados existen sólo para alcanzar el bien común, que traducido es alcanzar los objetivos personales o, mejor dicho, la felicidad. Eso significa que el estándar de bien común no es igual en todos los países del mundo.
Algunos sólo sueñan con amanecer vivos al día siguiente y otros con los últimos avances en tecnología o lo que ustedes imaginen. Esa realidad es directamente proporcional al grado de desarrollo del Estado, y ese grado de desarrollo traducido en dinero, es el presupuesto de la nación considerando los nacionales que viven en el territorio.
Esa lógica fría se enfrenta a algunos aspectos tales como:
Existen millones de personas desplazadas por los conflictos y existen grandes desastres humanitarios como Darfour, Yemen y el más reconocido es Turquía, que mantiene en campamentos a más de 2 millones de sirios. Un gesto humanitario, ético, sería hacerse cargo de ellos.
Turquía ha declarado un gasto superior a los 8000 millones de euros y los refugiados se han convertido en una herramienta de presión política contra la UE.
La UE paga a Turquía por cada sirio en campamento para evitar que sigan camino a Europa. Al comienzo yo sostuve que el Estado es amoral y es amoral.
Inicialmente la UE pagó 3000 millones de euros y hoy se negocia el resto ante la amenaza turca de abrir los campos. Esas personas son refugiados; salieron de una zona de conflicto hacia un país limítrofe y se refugiaron allí.
Los venezolanos que llegan a Chile no son técnicamente refugiados, han pasado al menos por cuatro Estados antes de enfrentar nuestra frontera; por eso son ilegales y no refugiados.
Hay un problema de definiciones que está colisionando.
El paradigma político enfrenta al Estado con el globalismo y ese es el primer colapso. La soberanía es del Estado en cumplimiento de su tarea de bien común, frente a las Organizaciones Internacionales, sin soberanía, pero con poder, que buscan la apertura de las fronteras para la libre circulación de las personas.
¿Están preparados los Estados para recibir los flujos migratorios que enfrentan sus fronteras?
El Estado, creado y sostenido por nosotros a través de los impuestos: ¿tiene la potestad de entregar nuestros recursos aportados para nuestro bien común a terceros? ¿tengo la potestad de mantener dentro de mi casa a mi vecino? Probablemente si, un tiempo, pero: ¿tengo la obligación de mantener también a toda su familia?
Es en este punto donde el dilema ético empieza a jugar su rol y le exigimos al Estado acciones morales que no tiene, porque es un constructo, es artificial.