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Publicado por Citerior Junio 15, 2020

Chile pospandemia: la crisis social y económica, un gigante encerrado, hambriento y enojado

Chile pospandemia: la crisis social y económica, un gigante encerrado, hambriento y enojado

                                             Rafael Rojas Maldonado

Robert Shiller, premio nobel de Economía 2013, comentó en mayo que “no existe una pandemia, sino dos” ya que, además del COVID-19 existe la pandemia psicológica global de miedo y ansiedad financiera que, fue llamada “heurística de la efectividad”, que hace que las personas tomen decisiones en base a eventos que les provoca temor.

Shiller explica que la intensidad de la reacción frente a la crisis de Covid-19 es en parte lógica. Muchos países han implementado políticas para quedarse en casa o cuarentenas. Eso es una causa real que afecta a la economía. Pero al mismo tiempo, hay un aspecto psicológico que genera miedo y ansiedad.

Se crea un estado de ánimo ansioso y esa ansiedad es una epidemia en sí misma; no es una respuesta racional a las noticias, con lo que estamos reservando ahora, un viaje salvaje en la bolsa. La desigualdad podría crecer, ha estado creciendo por algún tiempo.

 Esto es como una situación de guerra, pero afortunadamente no es una guerra real, y en esta ocasión, estamos todos unidos del mismo lado. Todos los países del mundo están del mismo lado en esta guerra.

Pronósticos de la economía en Chile

Las expectativas de crecimiento para Chile poco a poco se van ajustando a la baja y acercándose a la proyección que fijó el Fondo Monetario Internacional (FMI) de -4,5%, lo que refleja que la crisis económica provocada por propagación del coronavirus será más profunda de lo que las autoridades chilenas preveían.

Para enfrentar este complejo escenario hay que considerar importantes fortalezas con las que cuenta nuestro país, de forma que superado el COVID 19, tendremos que utilizar nuestras ventajas competitivas para salir adelante.

Nuestro país tiene 29 acuerdos comerciales con 65 mercados que representan cerca del 70% de la población mundial y casi el 90% del PIB mundial.  Por este motivo, Chile tiene que arrojarse a capitalizar estos números con mucho ímpetu. Y hacerlo con incremento de nuestras exportaciones y, muy en especial, trabajar en la diversificación de la canasta “made in Chile” que ofrecemos al mundo, con lo que se generarán nuevos puestos de trabajo.

Además del potenciamiento competitivo anterior, Chile deberá apostar firmemente por la economía digital, cuya importancia queda hoy, en medio del drama sanitario, más clara que nunca: el teletrabajo, los servicios a través de plataformas digitales, incluidas las clases virtuales que nuestros niños y jóvenes reciben hoy, cuando los centros educacionales están cerrados.

Después del coronavirus no hay otra salida más que avanzar en la digitalización de las Pymes y los emprendedores, algo que ya estaba sobre la mesa de varios actores públicos y privados, pero que ahora, antes que una ruta deseable, se ha transformado en la mejor viable.

La crisis social, un gigante encerrado, hambriento y enojado

 

Todas las proyecciones optimistas vistas sobre la reactivación económica anterior quedarán en nada, si el Gobierno no conduce adecuadamente al Estado, para atender la situación político social que está en un estado silencioso, pero expectante, para reactivarse apenas se libere la cuarentena nacional.

Pero para hacer una proyección más precisa de los escenarios que se presentarán en este ámbito, primero describiré someramente los motivos por lo cuales llegamos al estallido en octubre pasado.

Chile había alcanzado durante los últimos 30 años el mayor nivel de ingreso per cápita en la región; los indicadores entre 1990 y 2018 que debían subir, subieron, y también se logró bajar los indicadores que se debían bajar. Pero ¿cómo se explica el estallido, único en duración y crudeza, tan solo comparable con el de Hong Kong?

Según lo analizado por el economista de la U.de Chile, Guillermo Larraín, se explica por el fenómeno de errores de excesos cometidos por falta de experiencia en una modernización acelerada; pero lo más importante en el modelo neoliberal chileno, es su déficit en lo público, con una primacía en la lógica puramente económica, considerando al Estado como una amenaza para el desarrollo empresarial, colocando lo privado como opuesto a lo estatal, lo que finalmente decantó en una víctima: lo público.

Y esto se traduce en una persistencia en la pobreza, que en los últimos tres años, del 2016 al 2018, el 37% entró y salió de la pobreza sin lograr estabilizarse.

Si tomamos tres de los factores más relevantes que gatillaron Octubre como son las pensiones, la educación y la salud, podemos decir que el sistema de pensiones no está cumpliendo su objetivo de suavizar el consumo entre edad activa y pasiva, siendo un objetivo relevante, toda vez que el Estado fija una “edad legal de jubilación”, en donde los salarios han estado subiendo en promedio, pero las pensiones se han mantenido a nivel de ingreso de los años 80.

En el caso de la educación, los costos son cada vez más altos y su calidad no se iguala con estas alzas. Y en el caso de la salud, Chile es uno de los países que tiene el costo más alto en proporción a los ingresos.

Ante la incapacidad ejecutiva de realizar las reformas en áreas de derechos sociales y de clase media, ha tenido como consecuencia de la reducción de participación cívica, el activismo, conflictividad y desconfianza. Si además se suma que Chile tiene a nivel mundial, una de las más bajas capacidades redistributivas del Estado, lo que no se compara con el crecimiento económico.

 El descontento y desconfianza creció a niveles que explican el estallido que, por su naturaleza, tiene y tendrá un comportamiento impredecible, que se puede ajustar a la ley de “efecto de manada” en donde el Movimiento Ciudadano (MC) es proporcional al cuadrado de los Errores del Gobierno: MC = E2.

Esto se explica como un estado pasivo de inconformidad, que al unirse con otros que protestan, no necesariamente por las mismas causas, se van potenciando hasta llegar a un nivel de estallido. Con los persistentes errores políticos del último año, está perfectamente explicada esa partida en cámara lenta, cuya ola tipo tsunami nadie la vio o no quiso verla venir.

¿Cómo manejar este gigante en cuarentena, con hambre y enojo acumulado?

Aquí la clave es la intencionalidad de los actores, que induce a tomar decisiones en beneficio global. El proceso de cambio económico esperado es un proceso deliberado marcado por las percepciones de los actores sobre las consecuencias de sus acciones, las cuales provienen de sus creencias.

Esta intencionalidad requiere del UTILITARISMO, con todos las consideraciones éticas y altruistas del caso. Sin embargo, para lograr que la intencionalidad se concrete en el tan anhelado beneficio social, se deben romper las “Trampas de la Constitución” que están relacionadas con la rigidez de creencias de quienes en el pasado impusieron estas reglas del juego.

Urge entonces, sentar las bases de una nueva constitución que pueda garantizar un Contrato Social equilibrado entre la institución y las expectativas sociales, de forma que el crecimiento institucional se ajuste a las necesidades demandadas. Si lo anterior se logra con el Proceso Constituyente que se avecina, las expectativas económicas post pandemia descritas anteriormente se podrán cumplir.

Desconocemos cómo evolucionará la pandemia o cuánto durarán sus efectos, pero sí sabemos que muchos se verán en dificultades y ahora más que nunca es necesario que cada uno realice un esfuerzo por apoyar a todos aquellos que sufren los efectos del estallido social y el covid-19, tanto en su dimensión económica, como en aquella personal y familiar.