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Actualidad

Publicado por Citerior Agosto 20, 2020

Antofagasta: patrimonio cultural y estallido social

                                                   Andrés Medina Williams (Antofagasta)

Soy un amante del desierto y durante mucho tiempo me he dedicado a desentrañar sus enigmas.  Es en el norte de Chile donde se han escrito las páginas más gloriosas de nuestra historia, ya sea desde el punto bélico a través de la guerra del pacífico, o desde la perspectiva económica, donde el auge del salitre transformó el desierto en vida y desarrollo industrial.  Es esa historia, la que debemos mantener presente, y que mejor forma de hacerlo que escarbando su pasado. Durante mucho tiempo me he preocupado de reconstruir parte de esa epopeya mediante la recolección de variados objetos de dicho periodo.

De acuerdo a la DIBAM, el patrimonio cultural es un conjunto determinado de bienes tangibles, intangibles y naturales que forman parte de prácticas sociales, a los que se les atribuyen valores a ser transmitidos, y luego resignificados, de una época a otra, o de una generación a las siguientes.

El valor de dichos bienes y manifestaciones culturales no está en un pasado rescatado de modo fiel, sino en la relación que en el presente establecen las personas y las sociedades, con dichas huellas y testimonios.

Hoy en día las autoridades se enseñorean con el concepto de “patrimonio”; sin embargo, la realidad dista mucho de considerarla como una acción válida de preservar y difundir.  La respuesta de por que actúan de esta manera es bastante simple: no aporta votos.

En la actualidad, en nuestro país gran parte de las piezas patrimoniales se encuentran en manos de privados. En junio de 2010 el periódico The Wall Street Journal publicó una conversación reveladora entre Cheyenne Westphal, director del área de Arte Contemporáneo de Sotheby’s y un importante coleccionista privado.

“Buenos días señor, le llamo para decirle que en el mercado actual podríamos conseguirle 50 millones de dólares por su cuadro de Rothko”, dijo el mandatario de la casa de subastas tras telefonear al propietario de la obra. Tras un silencio extremo, el millonario aficionado al arte contestó: “Bien, señor Westphal, son unas noticias buenísimas, pero ¿qué haría yo con 50 millones de dólares en el banco?”.

Esta anécdota nos muestra los parámetros que rigen la vida de un coleccionista, difiriendo totalmente con los de una persona no aficionada a conformar una recopilación determinada. Cada pieza tiene una historia, y no necesariamente su valor comercial es el que prima al tratar de negociar, ya sea comprando o vendiendo. Hoy en día, a diferencia del pasado, las grandes colecciones están en manos de privados.

Un aspecto altamente relevante de nuestro norte son las más de 200 oficinas salitreras que contribuyeron de manera notable, tanto desde la perspectiva del empleo como recursos económicos al país; sin embargo, hoy se encuentran completamente abandonadas y saqueadas.

Hoy, sus calles están completamente desiertas y, el viento sopla y tiene un sonido extraño, se asemeja a las remotas compañías que las caravanas oyen cuando son atrapadas por el espejismo de la majestad del desierto. Es el silencio de la soledad ,donde sólo el oído agudo puede escuchar las mil voces del coro de la naturaleza y transportarnos a espacios que solo nuestra mente puede percibir.  

Hoy, las salitreras se encuentran indefensas  cual sarcófago de esperanzas muertas y han sido desmanteladas y saqueadas sin que ningún gobierno realice nada por conservar una parte importante de la historia del norte de Chile.

El saqueador  es como ácido vertido sobre el metal, corroe todo lo que está en su camino y lo reduce a polvo en un segundo. Los cuerpos desnudos de las salitreras son el ejemplo viviente de la indiferencia de los gobiernos y la acción constante de saqueadores.

Es una vergüenza que las grandes colecciones estén en manos de personas naturales y que el museo más grande de Latinoamérica sea de un privado; me refiero al museo de Colchagua ubicado en la comuna de Santa Cruz, de propiedad de Carlos Cardoen.

Tal vez cuando conservar el patrimonio signifique algunos votos, nazca la preocupación de los políticos de turno.  Será demasiado tarde; ya todo ha sido excavado y prácticamente no hay lugar donde el hombre no haya intervenido para extraer sus tesoros ocultos.

San Pedro de Atacama es visitado diariamente por miles de turistas extranjeros atraídos por su belleza básica, que no es otra que un pueblo suspendido en el tiempo. Nuestro país tiene muchas riquezas patrimoniales, donde nada se hace y todo se deteriora, y la mayoría de las personas se queda parada en la estación, mirando como el convoy de la cultura patrimonial se aleja.

Si hablamos de edificios patrimoniales, son muy pocos los que permanecen con vida útil, ya que muchas de estas hermosas casas no han sido capaces de traspasar los umbrales de la eternidad, a causa de la jauría de empresarios hambrientos de terrenos en el centro de la urbe que las devora, para dar paso a nuevos edificios de departamentos, en claro deterioro de nuestro patrimonio cultural.

Aquellas estructuras que aún están en pie se encuentran completamente descuidadas, con nulas preocupaciones de las autoridades y totalmente desamparadas por la comunidad.  

De nada sirve alzar la voz, toda vez que la destrucción se ha consumado; tal es el caso del “Hotel Royal”, situado en Sucre al lado del Banco de Crédito e Inversiones, en que actualmente permanece sólo la fachada, ya que al interior nada queda producto de la demolición completa de dicha edificación.

Si tomamos como ejemplo a un país vecino como Perú, veremos que su exquisito patrimonio cultural es cuidado y preservado como corresponde, valorando su historia y preservándola para futuras generaciones. En el caso nuestro, le dedicamos un día.

Este pequeño exordio pretendía esbozar de alguna manera lo acontecido al patrimonio con el estallido social, pero llegué a la conclusión que darle un tiempo a la estupidez humana y a la delincuencia no tenía sentido alguno. 

Además, hay algunas personas que de una u otra forma justifican estos hechos, de manera tal que adjunto unos minúsculos ejemplos para que cada uno juzgue en conciencia.

El Gran Bazar Coloso disponía de una estructura de imponentes características arquitectónicas en pleno centro de la ciudad, cuya autoría le pertenece a Leonello Bottacci Borgheresi, de origen italiano, graduado de Arquitecto en la Universidad Católica de Chile.

Son varios los inmuebles que llevan su impronta y elegancia en el diseño, en el que resalta el estilo ecléctico característico del cambio al siglo XX, siendo parte de las muchas obras que se concretaron para el Primer Centenario de la República. 

Entre ellas se puede detallar la Cárcel, la Intendencia Regional, la Municipalidad y el Resguardo Marítimo. En 1913 se le encomienda la construcción del centro comercial y residencial del Gran Bazar Coloso.                       

Busto Alcalde Poblete

En el comienzo de lo que se conocía como Plaza Centenario, se encuentra esta obra en homenaje a uno de los más destacados alcaldes de la ciudad. El Consejo de Monumentos Nacionales de Chile lo describe así:

“A la entrada del Parque Brasil de Antofagasta, en la intersección de la Avenida General Bernardo O’Higgins con Manuel Antonio Matta, se emplaza este monumento al ex Alcalde Poblete. Consiste en un busto de concreto matizado de color café brillante, sobre base de hormigón pintada de amarillo, en la que se empotra una placa de madera.

El monumento fue moldeado por el arquitecto Jorge Tarbuskovic e inaugurado en 1950. Maximiliano Poblete Cortés nació en Freirina en 1875, en la actual región de Atacama. Estudió en el Liceo de Hombres de Antofagasta, localidad a la que se había mudado junto a su familia porque su padre, José Poblete, fue nombrado administrador del Mineral de Caracoles.

Más adelante se radica en Santiago para estudiar humanidades en el Colegio San Agustín y se matricula en la carrera de medicina en la Universidad de Chile.

Titulado de médico cirujano, regresa a la urbe en 1898. Militante del Partido Radical, electo Regidor de Antofagasta en 1909 y luego Alcalde desde 1912, representación en la que permaneció 18 años, por reelección.

 Dentro de sus principales gestiones en su cargo de edil fue obtener un préstamo de la banca británica para financiar la pavimentación de las calles, construir el Mercado Comunal y remodelar la Avenida Brasil y el Balneario Municipal.

Fue candidato a Senador en 1926, pero no obtuvo la cantidad suficiente de votos; sin embargo, debido a un oficio del Tribunal Calificador de Elecciones, igual es nombrado Senador y ocupa el cargo hasta 1934. Posteriormente, fue consejero de la Caja Nacional de Empleados Públicos, de la Sociedad Nacional de Minería y del Colegio Médico de Antofagasta. Falleció en la capital metropolitana a los 71 años”.

Ningún comentario puede amilanar la barbarie de individuos que no tienen conciencia alguna de la historia y sólo les interesa el momento actual y su propia conveniencia. Martín Luther King decía: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena”.