Algo sobre Dios, Religión y Ciencia
Profesor Jorge Navarrete Bustamante
(Universidad de Talca)
Hace un tiempo, se inauguró el proyecto astronómico más grande del mundo en el norte de Chile. Recuerdo que rondaban en ese instante las siguientes interrogantes:
Si la visión general del Big Bang es correcta. ¿Qué pasó antes de eso? ¿Estaba el Universo entonces vacío de toda materia? ¿Se creó la materia de repente?
¿Cómo sucedió eso?
En muchas culturas la respuesta inmediata ha sido que Dios creó el universo de la nada.
Empero, si queremos buscar una repuesta con valor debemos preguntarnos: ¿De dónde vino Dios?
Si decidimos que esta es una pregunta imposible de responder, ¿Por qué no nos ahorramos un paso y concluimos que el origen del universo es una pregunta imposible de responder?
O si decidimos que Dios siempre ha existido, ¿Por qué no ahorramos un paso y concluimos que el universo siempre ha existido? Que no hay una necesidad de creación; que siempre estuvo aquí.
Estas no son preguntas fáciles de responder; las en antaño fueron tratadas sólo por las religiones.
Efectivamente, el Mito de los Muertos -de la religión egipcia hace 5.000 años-, no sólo entraña el concepto de un Dios eterno ,sino que también describe el Juicio Final y la resurrección de los muertos; algo plagiado 3.000 años después por las nuevas religiones.
Sin embargo, hace 3.500 años, el Rigveda (colección de cantos ancestrales hindú) expone, quizás por vez primera, la duda filosófica acerca del origen del universo.
La religión hindú plantea precisamente, en el gran sueño cósmico de Brahma, que “los hombres podrían no ser sueños de los dioses ,sino que los dioses serían los sueños de los hombres”.
Hacerse esta pregunta es el sello distintivo de nuestra especie. La filosofía griega intentó responderla con elemental lógica.
Empero, es la ciencia física la que ha logrado avances más sustantivos, como en el CERN en Suiza, posicionando antecedentes notables –aunque aún no concluyentes- de que el universo es imperecedero y en evolución incesante.
Responder tan trascendente interrogante por sí mismo debe ser una responsabilidad personal e intransferible; respetable y respetada por todos.
No ha sido así.
La soberbia de ciertas religiones, que imponen su intermediación ante un supuesto Dios, ha llevado al martirio a miles de pensadores y sabios; y ha hecho enfrentar a personas sencillas en verdaderos holocaustos, hasta perder ellos su vida y bienes materiales, en el deliberado afán de imponer su credo, a cambio de la salvación eterna en ese eventual” juicio final.”
Hoy, ello ya no lo aceptan 1.200 millones de agnósticos en el mundo (la mayoría de países desarrollados, y en segmento de joven y varones, entre los cuales se encuentran -según la revista Nature-, el 93% de los científicos de la Academia Nacional de EEUU.
Hoy se posiciona entonces, cada vez más, la convicción que Dios y las religiones son un constructo social de quienes ansían más una supuesta salvación eterna, que la búsqueda trascendental de la Verdad verificada acerca del origen del universo y de la vida.
¡Disyuntiva sencillamente fundamental!
Dicho ello, ante tal encrucijada o para mi falso dilema, nos ayuda la célebre frase de Stephen Hawking: “En el universo primitivo está la respuesta a la pregunta fundamental sobre el origen de todo lo que vemos hoy, incluida la vida”[1].
Tal vez por ello, una vez Juan Pablo II le dijo a Stephen Hawking en una conferencia sobre Cosmología realizada en el Vaticano:
“Está bien estudiar el Universo y dónde se originó. Pero no se debería profundizar en el origen en sí mismo, puesto que se trata del momento de la creación y de la intervención de Dios”[2]
Tiempo después, en junio 15 de 2006, en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Hong, el científico comentó dicha aseveración papal:
“Me alegró saber que él (Juan Pablo II) no se había percatado de que había presentado una ponencia en la que teorizaba sobre cómo empezó el Universo. No me hacía gracia la idea de ser entregado a la Inquisición como Galileo”[3].
En esa ocasión en el Vaticano, Hawking tuvo el coraje moral de ir más lejos, al señalar: “Aristóteles, el más famoso de los filósofos griegos, creía que el universo ha existido siempre. De hecho, lo que es eterno es más perfecto que lo que ha sido creado”[4]
Así, la ciencia ha desplomado incrementalmente las “verdades reveladas” impuestas por las religiones a generaciones de seres humanos, compeliendo además a éstos para que no requieran pruebas; que sólo crean pues: “el que cree se salva”.
Recordemos que después de Copérnico, Galileo, Kepler y muchos otros enfrentaron al obscurantismo del dogma llegando al Enciclopedismo, en que Lavoisier-Lomonosov, nos indicaban que: “La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”.
Luego, Darwin, Higgs, Venter nos iluminan con nuevos descubrimientos verificados; hasta el mismo Hawking nos reitera que: “Existe una diferencia fundamental entre la ciencia y la religión. La religión se basa en la autoridad, y la ciencia se basa en la observación y la razón. La ciencia vencerá porque funciona”.
¿Son entonces compatibles la Ciencia y Religión en el siglo XXI?
En mi opinión, absolutamente no.
Ergo: son incompatibles, pues la espiritualidad verdadera se anida principalmente en la filosofía, que también es ciencia.