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Actualidad

Publicado por Citerior Junio 29, 2023

Chile 2023: ¿El Ocaso de las Ideologías Políticas?

Aldo Signorelli Guerra, Abogado

Los filósofos de la antigüedad estimaron a la política como una de las principales ocupaciones, de modo que había que ser bestia o un Dios para vivir fuera de la “Polis”, siendo Aristóteles quién definió al hombre como “animal político”. 

El historiador Erich Kahler señala que en esa época, a la persona que sólo se interesaba por sí mismo se le llamaba “idiota”, equivalente a un hombre ruin, sin talento ni educación, un completo ignorante; pero en la actualidad nos encontramos con algunos personajes dedicados a la política y a la ordenación del Estado, pero en donde bajo el esquema del “Sistema Representativo”, la inmensa mayoría se considera ajena a ella, limitándose a comportarse dentro de las leyes, dejando lo público a determinados partidos políticos o a grupos de presión, conformándose tan sólo con participar en la vida cívica a través del sufragio, al que de vez en cuando serán llamados.

Estimo y reivindico, por el contrario, lo que significa la acción y el rol compartido que corresponde desarrollar tanto al Estado como al Individuo, es decir, no desestimar a la política como ciencia y como arte de gobierno, como preocupación fundamental por los problemas políticos, económicos, sociales que conmueven a la humanidad toda y a cada nación, por lo cual una vocación democrática, libertaria y de justicia social no requiere de fundamentaciones,  ya que se  trata de valores éticos indiscutibles de su doctrina.

Creo que tenemos el deber y la obligación ineludible, de proyectarnos en la sociedad través de una acción política consecuente, para defender e instaurar los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, siendo elegidos como hombres de convicciones arraigadas y no inútiles como embarcaciones a la deriva. 

Seguidamente importa precisar qué es la Política y considerando las diversas definiciones que de ella existen, me he atrevido a calificarla del modo siguiente:

Es la ciencia o arte de gobernar democrática y participativamente a un pueblo, nación o estado, para elaborar y aplicar aquellas normas jurídicas que posibiliten una adecuada y ordenada convivencia, asegurando a todos los habitantes las más óptimas condiciones para la vida personal y colectiva en todas sus manifestaciones, conforme a los principios y valores éticos de la sociedad ”.

La Política, ha sido considerada como una de las más nobles de las actividades humanas y debe ser  destacada como algo fundamental y necesario, sin permitir que se la denigre, menoscabe o vilipendie, ya que es una disciplina que no puede concebirse alejada de la Etica y que, tal como no puede haber Moral sin política, tampoco se puede concebirla apartada de ella pues está basada en la premisa kantiana del “Imperativo Categórico”, en sus máximas de actuación política y los deberes y obligaciones inherentes. En opinión de Kant, sólo cuando el Estado haya asegurado la libertad de todos, habrá dado cabal cumplimiento a sus fines.

Política es acción, una actividad que denominamos “Acción Política” y que se expresa básicamente en la función legislativa y gubernativa de un Estado, a través de la dictación y aplicación de normas jurídicas que representen el sentir mayoritario de los integrantes de una Sociedad (la Voluntad del Pueblo), como titular de la Soberanía o Poder Político.  La Voluntad Soberana es la que surge del conjunto de la sociedad, que autolimita la voluntad de cada uno de sus componentes, en beneficio de la convivencia social, a través de una verdadera cesión que cada persona hace de parte de su libertad, para permitir el desarrollo conjunto.

Esta Voluntad corresponde a la expresión de un pueblo ilustrado, que conoce y resuelve entre alternativas válidas y viables. Los ciudadanos deben  “Amar a su Patria, respetar la ley y la autoridad legítima del país en que viven”. Es esta la autoridad y leyes legítimas que debemos respetar, aun cuando tan sólo sea en nuestra conciencia en aquellos momentos en que, de hecho, pudimos estar obligados a obedecer normas impuestas por una fuerza ilegítima y de facto. 

Claramente establecido se encuentra también, que la Democracia es, no obstantes sus imperfecciones, el mejor de los sistemas políticos; por cuanto lleva implícito el principio de su Perfectibilidad, que no tienen tan claramente otros; tan sólo las monarquías que se transforman en constitucionales y que por este hecho son democráticas, pero en ningún caso las oligarquías fundadas en la riqueza material de unos pocos; las aristocracias, basadas en los privilegios sociales, o los totalitarismos, que imponen una visión única y global por la fuerza y que es donde se encasilla a las dictaduras. Como lo señaló Montesquieu:

la democracia debe guardarse de dos extremos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia y el espíritu de igualdad excesiva, que la conduce al despotismo”.

Estimo que, como ciudadanos,  no tenemos otra alternativa más apropiada que optar por la perfectibilidad de la Democracia, en donde tradicionalmente se le ha otorgado a los Partidos Políticos la calidad de mediadores indispensables en la formación de la voluntad ciudadana. Estos se han estimado como la forma de organización más idónea y superior de los pueblos civilizados, para conducir a grupos de personas o ciudadanos interesados en la cosa pública (res-pública), sobre la base de una percepción común de los problemas del país, de sus principios, doctrinas y de sus programas de soluciones. Los partidos han sido considerados una necesidad, por contribuir a la formación de la voluntad política del pueblo, mediante su participación en la vida cívica y en las elecciones que, sin los partidos, no podrían realizarse válidamente, porque “elegir”, significa escoger entre alternativas válidas que se ofrecen al electorado y optar libremente entre los distintos programas propuestos.

Todas estas muy conocidas premisas cívicas, en el mundo global actual y particularmente en nuestro país, las observamos hoy desfasadas y muy deterioradas, ante una realidad caótica como la que estamos viviendo, en donde aparecen trastocados los principios y altos valores tales como los de Probidad, Honradez, Altruismo, Desinterés, Credibilidad; ante los deplorables y reiterados hechos que se vienen constando tales como abusos, colusiones, lucro desenfrenado y corrupción en todos los niveles, tanto en la función pública como en la actividad privada. 

La mayor gravedad la observamos en el surgimiento de un potente y total descrédito de los organismos del Estado, particularmente el Ejecutivo, el Parlamento y en alguna medida en los sistemas de justicia, a la par con los Partidos Políticos de todo signo, de las instituciones armadas y del conjunto de actividades de las empresas privadas y de sus capitales mal habidos, en desmedro de los intereses y necesidades de las grandes mayorías postergadas, la cual considero son consecuencia el Individualismo impuesto en nuestro país a partir de 1973, en desmedro de la Solidaridad y al haberse trastocado la acción estatal en “Subsidiaria” que ha privilegiado el interés particular empresarial o “Privado”, en desmedro de lo “Público”.

Sumemos a ello la crisis y el ocaso de la iglesia católica por sus escándalos sexuales, que derribó aquel gran prestigio que logró con su lucha y de protección de los Derechos Humanos durante la dictadura.

En los partidos políticos y la política en general en su realidad actual, vemos una gran inestabilidad, fragmentación y atomización en su actuar, por la diversidad de colectividades que surgen o declinan y que carecen de principios, postulados, doctrinas o programas, siendo terreno fértil para el nacimiento de populismos que son aún más inconducentes.

En la última encuesta CEP de 2022, las instituciones que despiertan menor confianza en la ciudadanía son el Senado y la Cámara de Diputados (10%) y los partidos políticos, al final de la tabla, con un 4%. No obstante, la Cámara baja nos exhibe hoy que quienes ocupan sus 155 escaños, se han transformado de hecho en 155 partidos, porque cada cual actúa inorgánicamente, de acuerdo a sus propios intereses y mirando tan sólo hacia su reelección.

Como lo señala el periodista y agudo analista político Mirko Macari en su libro editado recientemente, el movimiento estudiantil que protestaba en el 2011 discrepando del sistema imperante, optó por integrarse y formar nuevos partidos, logrando una minoritaria participación en el Congreso y ahora detenta la Presidencia de la República, con la idea subyacente de cambiar y renovar la política, heredera del sistema cuasi monárquico inaugurado por Diego Portales. 

Afirma este autor, que cometieron un craso error, porque hoy les ha tocado gobernar un sistema político que es inestable, pendular, casi agónico, que se basa en parámetros económicos cuantitativos y que se hunde inexorablemente en una crisis de sentido y de falta de convivencia social.  Concluye en que existe una responsabilidad compartida de quienes son los causantes de la crisis de la Democracia Representativa del siglo pasado, al no poder lograr satisfacer los anhelos de Participación, en reemplazo del sistema de Representación; lo cual ha determinado que se incrementen en paralelo todas estas incongruencias, que se han visto incrementadas con el avance de los procesos de la Información, la Digitalización, las Redes Sociales y el notable desarrollo de las Comunicaciones a todo nivel.

Sin que pueda servirnos de consuelo, este decadente proceso político-social no tan sólo afecta a Chile, ya que observamos que se trata de un fenómeno global, al conocer de la inestabilidad política y la desunión que vemos en nuestros vecinos latinoamericanos y en importantes países europeos como Alemania, Bélgica, España, Francia y Polonia, en donde pretenden reaparecer aquellos sectores populistas que propugnan gobiernos autocráticos que buscan aprovecharse del rio revuelto que existe.

Por todo lo anteriormente señalado, es más que pertinente que analicemos si estamos en verdad en el ocaso de las ideologías políticas, del partidismo y del tradicional sistema de gobierno democrático representativo que nos rigió hasta 1973 y sobre qué es lo que nos depara el futuro en esta perspectiva caótica e incierta.

Los deberes entonces que debiéramos asumir , pueden resumirse de modo muy simple y didáctico, en tres grandes desafíos que debemos tener en nuestra conducta social y que son de primordial importancia:

  • Tener una visión esperanzadora y optimista de nuestro país y del mundo.
  • Confiar en las capacidades humanas para superarnos, instando a una participación ilustrada.
  • Manifestar un decidido compromiso social con los demás; lo cual debería verse reflejado en nuestra acción social en la polis, esto es en la actividad política que, en definitiva, significaría expresar de modo material nuestra preocupación por el desarrollo de la sociedad, por el progreso y la dignificación de la ciudadanía y del pueblo.