EDUCACIÓN CÍVICA Y VIOLENCIA ESTUDIANTIL
JORGE FLISFISCH BRONSTEIN
Abogado
Entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se produce en Chile una escalada de movilizaciones sociales que revelaron un mundo popular dispuesto, – como nunca antes- a desafiar los marcos institucionales existentes.
Frente a ello, las autoridades de la época consideraron urgente hacerse cargo de la instrucción cívica de niños y jóvenes, para asegurar la formación de una ciudadanía respetuosa del orden social imperante. Como resultado de ello, desde 1901, se incorporaron formalmente en el currículum de Historia y Geografía, contenidos relativos a la noción de Patria, a los derechos y deberes y a la organización del Estado, materias que el año 1912 pasaron a conformar la asignatura de Educación Cívica.
Concordante con ello pienso, sin temor a equivocarme, que la totalidad de los jóvenes de mi generación, fuimos educados a través de ese parámetro, lo que nos permitió tener una actitud distinta ante la sociedad.
Conforme a la idea de que el porvenir de la Nación dependía estrechamente de la calidad de sus futuros ciudadanos, la nueva disciplina buscó inculcar desde temprana edad los valores del civismo de la época.
El principal de ellos fue el amor a la Patria, que los educadores definían como un sentimiento, capaz de despojar a las personas de su natural egoísmo e inspirarlas a hacer grandes sacrificios. Por otra parte, se instruía a los jóvenes sobre sus derechos y obligaciones ciudadanas, enfoque que apuntaba a modelar una ciudadanía obediente, responsable y disciplinada, poco inclinada a cuestionar el orden establecido.
Uno de los medios para promover dichos valores fue la enseñanza de la Historia Nacional, la que llama a cumplir un papel fundamental en la construcción de la identidad patria, a través de lecciones y actividades centradas en los acontecimientos históricos relevantes, los héroes patrios, el territorio y los emblemas, por lo que la asignatura contribuía a fortalecer el sentido de pertenencia a una comunidad.
Otras formas que permitían transmitir los contenidos de carácter cívico, lo fue la celebración de los actos conmemorativos realizados en las escuelas, los que frecuentemente se realizaban previas instrucciones de las autoridades ministeriales. Adicionalmente, se publicaban los Silabarios, especialmente aquellos destinados a la alfabetización de adultos campesinos, que incorporaban relatos ejemplarizadores, sobre cómo debía conducirse el buen ciudadano.
Las variaciones o cambios que se produjeron durante el transcurso del siglo XX y que continúan experimentándose demuestran que la formación ciudadana ha sido un campo en permanente disputa. Ello se explica por la estrecha relación de la disciplina con los proyectos políticos, económicos y sociales que los distintos gobiernos han pretendido aprobar y con el tipo de ciudadanos que cada uno de ellos ha necesitado para legitimarse, desarrollarse y mantenerse. No cabe duda de que la materialización del ramo de la Educación Cívica no ha reunido consenso respecto de sus objetivos y contenidos.
En el año 1997 se determina la desaparición de la Educación Cívica como asignatura independiente y se define como objetivo transversal del currículum escolar.
Después de 18 años, la Educación Cívica ha vuelto a formar parte del currículum de la enseñanza media, lo que se materializó con la dictación de la ley 20.911 de 3 de marzo del año 2016.
Los objetivos de esta ley son: a) Promover la comprensión y análisis del concepto de ciudadanía y los derechos y deberes asociados a ella, entendidos éstos en el marco de una república democrática, con el propósito de formar una ciudadanía activa en el ejercicio y cumplimiento de estos derechos y deberes; b) Fomentar en los estudiantes el ejercicio de una ciudadanía crítica , responsable, respetuosa, abierta y creativa; c) Promover el conocimiento, comprensión y análisis del Estado de Derecho y de la institucionalidad local, regional y nacional y la formación de virtudes cívicas de los estudiantes; d) Promover el conocimiento, comprensión y compromiso de los estudiantes con los derechos humanos reconocidos en la Constitución Política de la República y en los tratados internacionales suscritos y ratificados por Chile, con especial énfasis en los derechos del niño; e) Fomentar en los estudiantes la valoración de la diversidad social y cultural del país; f) Fomentar la participación de los estudiantes en temas de interés público; g) Garantizar el desarrollo de una cultura democrática y ética en la escuela; h) Fomentar una cultura de la transparencia y la probidad; i) Fomentar en los estudiantes la tolerancia y el pluralismo.
En este contexto la presente guía busca ser un aporte.
En su diseño se han tenido presente los estándares internacionales vigentes sobre la materia y su estructura obedece a ocho grandes unificadores: la Persona, la Familia, la Sociedad, la Democracia, la Constitución, el Estado, la Ley y el Proceso de formación de ésta última.
Con el retorno generalizado a las clases presenciales a inicios del mes de marzo del presente año, se constataron diversos casos de violencia en los espacios públicos y en los establecimientos educacionales, en los que se realizaron graves malos tratos a las personas de todas las edades y en menos de un mes acumularon varios ejemplos con una gran cobertura periodística, en que las personas agredidas estuvieron en riesgo vital y en otro caso compartieron fotografías íntimas de alumnas, lo que provocó razonablemente una reacción de las afectadas, de sus compañeras y de la sociedad toda.
Habíamos sido testigos de múltiples hechos de violencia desde el estallido social, pero estos se acallaron dado que los jóvenes y niños fueron confinados en el mundo digital, ya sea mediante teletrabajos o clases telemáticas.
Sin embargo, no todos ellos pudieron participar de esos estudios, sobre todo aquellos que por razones económicas no tenían la posibilidad de hacerlo.
Si a esto agregamos que de antes de este lamentable período se dejó de impartir las clases de Educación Cívica, y por lo tanto, la mayoría de los estudiantes no tenían conocimiento de tan valiosos e importantes aportes a la educación cívica de los alumnos, debiendo agregarse que los teletrabajos no permitían el contacto con los profesores, que podían impartir algunos de los conceptos involucrados en las conductas que hemos aludido precedentemente.
Lo expresado viene a demostrar la importancia que tiene el ramo de la Educación Cívica para nuestra sociedad, toda vez que ello permite que los alumnos tengan conocimiento, no sólo de sus derechos, sino que también de sus obligaciones y que los primeros llegan hasta donde comienzan los derechos de los demás.