De la Esencia del Hombre a su Trascendencia
B.T.J., Ingeniero Civil
En algún instante, conscientemente o no, ocurre que empiezan a aparecer dudas, interrogantes, búsquedas para poder comprender y asimilar “¿quién se es, de donde se viene y a donde se va?”…; las preguntas van y vienen, vuelven con respuestas y más preguntas. De ellas, la más desafiante y permanente, qué duda cabe, son las referidas al “sentido de la vida”.
La conciencia de vivir invita a buscar en las profundidades más íntimas del ser, el sosiego existencial, que no solamente responda lo que la mente exige saber, sino que derechamente se logre la armonía interior, adornada por el entendimiento y ese pálpito que entrega la conciencia de que el camino que se recorre es el que conduce al encuentro con el sí mismo.
No es sencillo; hay que salir a pescar en un océano que tiene mucha fuerza, pero que aún no se rinde para entregar las luces que se necesitan. Es más; aunque la filosofía, desde los clásicos ha ido dejando señas, pistas que hay que interrogar y bucear en ellas, tampoco alcanza siquiera la unidad para poder entregar las luces necesarias. Por su parte, la neurociencia hoy nos sorprende con muchos hallazgos sobre el rol del cerebro en la conducta de cada ser humano, pero aún no se cierra el círculo.
Este texto persigue ser una mínima ayuda. Ya habrá tiempo para más. En realidad, quien busca auténtica y profundamente, toda la vida se interrogará a sí mismo, como una necesidad propia para renovar los convencimientos de ayer, que serán diferentes a los de mañana.
Para abordar sucintamente el tema, es preciso reconocer algunos hitos conceptuales, y relacionarlos para acceder a una perspectiva que facilite el conocimiento propio y de los demás, “los otros”.
Por ello, se presentan diferentes conceptos, empezando por la esencia, seguida por la existencia, la conciencia y culminando en la trascendencia, que es a lo que se aspira cuando se asume la integridad total del ser humano.
La Esencia
La acepción más sencilla de la esencia es el conjunto de características permanentes e invariables que determinan a un ser o una cosa y sin las cuales no sería lo que es.
También la perfección de la naturaleza humana, esa auto-perfección de la que otros seres vivos no son capaces de lograr, es entendida como una esencia.
La esencia del ser humano es uno de los grandes temas filosóficos. Es aquello invariable, a veces invisible, y permanente que constituye su naturaleza misma.
Sin embargo, es muy difícil saber de qué se trata cuando se dice “esencia” ya que esencia no es una definición ni correlato real de definición; entonces, tenemos que buscar otra forma de decir la esencia. Y el modo es plantear la “proposición esencial”, la cual es distinta tanto de la definición metafísica como de la definición física.
La noción de esencia desempeña un papel capital en la filosofía de Hegel. Según él, el absoluto aparece primero como ser y luego como esencia. “La esencia es la verdad del ser”, dice.
Para algunos autores, ninguna de las teorías fundamentales sobre la esencia son satisfactorias, aunque cada una de ellas enuncia algo meritorio:
Así, se la puede identificar como sentido o lo que se ha llamado “unidad ideal de significación” (Husserl); como concepto formal (Hegel); como concepto objetivo (Leibniz y otros autores);
Aunque para llegar a una cabal comprensión de la esencia hay que recorrer un largo camino, en subsidio mencionemos la siguiente referencia metodológica para identificar los aspectos más significativos de la esencia:
Primero: hay que acotar “el ámbito de lo esenciable”, o de las cosas esenciables; segundo: se debe indicar cuales son “las cosas esenciadas”; tercero: se tiene que determinar en qué consiste formalmente la “esencia” de estas cosas. El ámbito de lo esenciable son las cosas reales (no las “cosas sin sentido” ni las puras significaciones). El ámbito de lo esenciado es la realidad simpliciter o “la realidad verdadera”
También existe el “reino de esencias” que abarca cuanto puede ser aprehendido (pensado, concebido, imaginado, etc,) Este “reino” es, como el de las esencias platónicas, atemporal. Puede decirse que las esencias equivalen a “significaciones”, y que por tanto, su doctrina se asemeja en algunos puntos a todos los autores que han hablado o dado por supuesto de un “tercer reino”, distinto del de las cosas y de los procesos mentales.
La esencia puede ser considerada por aquello por lo cual la realidad es tal cual es y como aquello por lo cual la realidad es real. Es el modo como la cosa es “de suyo”, de suerte que “esencia es absolutamente idéntico a realidad”. El examen de la esencia resulta ser con ello el examen del principio estructural de la realidad.
Si se le pregunta a alguien qué persona es, la pregunta concierne a la esencia y si se le consulta de donde procede su ser, es una pregunta que concierne a la existencia.
La Existencia
De todo lo anterior, parece resultar clara sólo una cosa: que es muy difícil saber de qué se trata cuando se dice “esencia”. El asunto se aclara un tanto cuando se considera el modo como se entiende la esencia en relación con la existencia. Luego, tenemos que acercarnos a este binomio conceptual para poder avanzar.
La esencia y la existencia se hallan comprendidas en el Ser, el cual es su unidad y precede a ambas.
La existencia, término derivado del latino existentia, significa “lo que está ahí”, “lo que está afuera” (existit).
Si se quiere, es “esta actitud real y hasta actual que poseo de darme a mí mismo mi esencia por un acto cuya realización depende de mí”.
Algo existe porque está la cosa, es real, es efectiva. Para Aristóteles: “la existencia se entiende como substancia”. Cuando la existencia se halla unida con la esencia tenemos un ser.
Hay dos concepciones fundamentales de la esencia en relación con la existencia. La primera es el “primado de la esencia sobre la existencia”. De acuerdo con ella, incluso la existencia es concebida como un accidente de la esencia.
Se ha proclamado que “el ser es la unidad de la esencia y de la existencia”. Para Heidegger, el carácter distintivo de la Existencia consiste en que es ontológica. Al ser mismo con que la existencia se enfrenta o puede enfrentarse siempre, de algún modo lo llamamos existencia (existenz).
“La esencia de la Existencia no es sino su manera de existir”, que ser algo determinado significa para la existencia (Dasein) existir según un determinado modo. Pues la “Existencia cuyo ser es existir” en el sentido de ser algo existencial no es una realidad dada para siempre.
La segunda es el “primado de la existencia sobre la esencia”. De acuerdo con ella, la esencia es como la inteligibilidad de la existencia.
Para Sartre, el existencialismo es la afirmación del primado de la existencia sobre la esencia. “El existencialismo es un humanismo”.
La Conciencia
Si nos referimos a “consciencia” (con “sc”), nos referimos a la facultad presente en el alma humana para registrar todo aquello que nos ocurre o que ocurre a nuestro alrededor, tomando conocimiento de cada acontecer, de cada objeto, de cada persona que experimentamos como grata o nociva, para actuar en consecuencia. Su etimología lo ilustra perfectamente: cum: con; scio; síes, scíere: que se escribe precisamente con “sc”, es el verbo latino que significa “conocer, con conocimiento”.
En cambio, si escribimos esta misma palabra con “c” únicamente, nos estamos refiriendo a esa facultad exclusiva del alma humana, que nos premia o castiga, trayendo al campo de lo consciente (con “sc”), nuestras buenas o malas acciones, que quizás las podamos ocultar a los demás, pero no a nosotros mismos, porque es esa facultad, la conciencia moral que se encarga de llevar nuestras acciones al plano de lo consciente.
Conciencia se deriva del latín conscientia. También es percatación o reconocimiento de algo, sea de algo exterior como un objeto, una cualidad, situación, etc, o de algo interior como las modificaciones experimentadas por el propio yo. Finalmente, se entiende también como Conocimiento del bien y el mal: es la Conciencia moral.
Emmanuel Kant estableció una distinción entre la conciencia empírica (psicológica) y la conciencia trascendental (gnoseológica).
Para él, la psicológica pertenece al mundo fenoménico. Su unidad sólo puede ser proporcionada por las síntesis llevadas a cabo mediante las intuiciones del espacio y tiempo y los conceptos del entendimiento.
La conciencia trascendental, es la posibilidad de la unificación de toda conciencia empírica y por lo tanto, de su identidad (y en último término, la posibilidad de todo conocimiento).
Este enfoque de Kant ha tenido recientemente un correlato en la antropología neuroevolutiva, que afirma que parte de nuestro cerebro, su desarrollo y su estado, está sostenido en una red externa, exógena, habitada en el lenguaje, los símbolos y en los saberes de transmisión cultural. Es el llamado “exocerebro”.
La identidad de la persona no es asunto empírico, sino trascendental. Cierto que es posible “un tránsito gradual de la conciencia empírica a la conciencia pura, trascendental”. Pero la conciencia pura sin material a la cual aplicarse no es sino una condición formal. Para que sea “material”, la conciencia pura tiene que aplicarse al material empírico proporcionado por las percepciones del mundo fenoménico.
Desde otra perspectiva, conciencia significa por lo pronto memoria, pues la inconsciencia puede definirse como una conciencia que no conserva nada de su pasado, que se olvida incesantemente a sí misma.
Las notas que más se destacan en la noción de conciencia parecen ser: temporalidad, historicidad, totalidad, memoria, duración, cualidad. Y como éstas han sido usadas para caracterizar lo real – o “lo más real”- se ha llegado a veces a identificar conciencia con existencia.
La Trascendencia:
Por cierto, cuando queremos entender el desarrollo de la humanidad nos referimos a la evolución de la especie humana, que se manifiesta en el desarrollo desde la materia básica y natural hasta el cuerpo físico y organizado. Y desde este hasta la mente plenamente desarrollada con una conciencia esclarecida y luego, desde ella, hasta su espíritu o elemento trascendente.
Siempre existieron individuos que demostraron un nivel más avanzado de conciencia. Y entre ellos destacan los que lograron descubrir, en base a una expansión y evolución personal de su propia conciencia, niveles más elevados del Ser Humano.
Como se ha señalado más arriba, la concepción del Hombre en su proceso evolutivo es el relato del desarrollo de su conciencia, que comienza en la totalidad esencial del origen, y termina regresando a ella, conformando un ciclo continuo, de la relación del Ser con su naturaleza más profunda.
Aunque se desarrolla evidentemente en un contexto temporal, realmente se establece y comprende en una noción de eternidad
En esa totalidad se debe integrar el Otro, no con características ontológicas como son aquellas que se arraigan en las divinidades y que se traducen en totalidades ajenas al Hombre, sino un Otro de carácter psicológico, omnipresente en el actuar humano, pero rara vez descubierto y asumido, aunque se le demuestre que constituye la misma naturaleza de los seres humanos.
Aparte del tema de la compleja integración del todo interior en el Ser, es posible además constatar que los humanos como individuos, vislumbran que su naturaleza elemental es infinita, eterna y total, es decir, perciben esa totalidad desde donde emergió, pero al descubrirlo, se aterran frente al evento de una trascendencia real, porque esta situación implica el fin de su sensación de identidad aislada e independiente.
El Hombre cree que su si-mismo independiente es inmortal y que es el centro del Cosmos, que es algo extraordinariamente significativo; es decir, sustituye el todo de la naturaleza por su Ego y en lugar de buscar la totalidad atemporal de su Ser, la sustituye por la compulsiva y vana aspiración de vivir eternamente, en lugar de aspirar a integrarse en una totalidad con el Cosmos.
Reemplaza esta aspiración cósmica por un imperioso deseo de apropiarse de él, por lo que en vez de integrar la totalidad esencial con su Otro psicológico, habitualmente termina procurando sumarse a una entidad ficticia pero presuntamente trascendente, según el propio y “divino mensaje” que le es asignado por otros hombres.
Así, pues, preso de sí mismo y aferrado a su ego, se dedica a negar la totalidad de la que forma parte y corre a refugiarse en un ser imaginario que crea como proyección, como puerta de salida a la negación de la muerte: y muchas veces, este es su comprensión de un ser superior, Dios Buda u otros…
Así estructura su individualidad, separada e independiente, sin asumir que ella no es más que un mero sustituto de nuestra verdadera Naturaleza, un sucedáneo de la Identidad trascendente, esa emanada de la totalidad esencial prefiriendo su ególatra sensación de identidad independiente.
El Hombre no posee la adaptación instintiva a la naturaleza, carece de fuerza física y al nacer, es quizás el más desvalido de los animales, ya que requiere de protección durante por mucho más tiempo que cualquiera de ellos.
Su razón es sumamente rudimentaria; no conoce los procesos del medio ambiente que le recibe sin acogerlo, ni dispone de herramientas que substituyan a los instintivos medios de supervivencia perdidos al nacer. Con su intuición primaria, le parece que basta con reposar en su inconsciente, no crear ni imaginar nada, acomodando todas sus necesidades trascendentes a la acción de una entidad exterior a su ser.
De similares características a lo antes expuesto, resulta la progresiva comprensión del proceso por el cual el Ser Humano desarrolla su psiquis, comenzando por reconocerse como un elemento absolutamente constituyente del entorno, ya que nada le hace sentir su entidad individual.
Con dicha primaria intuición, le parece que basta con reposar en su inconsciente, no crear ni imaginar nada, acomodando todas sus necesidades trascendentes a la acción de una entidad exterior a su ser.
Sin embargo, es necesario concebir que, aun cuando esta idea del trascender contenga la imagen característica de una escala para ascender, parece que es bueno y necesario comprender que siempre persistirá la presencia de ese escalón previo, al que se puede regresar, cumpliendo dicho retorno con el ciclo de la integración a la totalidad esencial.
Con todo, se ha de considerar también en la concepción de la trascendencia, la relación entre dos conceptos sempiternos en la preocupación racional del Hombre: la muerte y el tiempo, temas que han sido históricamente centrales en la preocupación humana, con interrogantes y posturas asumidas, especialmente por los filósofos.
Así, al pasar de su existencia y asumir con plena conciencia la evidente separación entre su individualidad y la muerte, el Hombre la rechaza, la niega y percibe con el nivel de consciencia que haya alcanzado, que todo tiempo existente es ahora -siempre en presente- sin ayer ni mañana. En este sentido, es posible aseverar que el tiempo fue creado intelectualmente por una expansión de la conciencia y como una negación de la muerte. Desde tal concepción, muerte es no tener futuro, pero a su vez negarla, es negarse a vivir, sin futuro, es decir, a vivir fuera del tiempo.