
DELEUZE y sus “Máquinas Deseantes”
Por Paulino Ramírez Quintana. Periodista.
Director Editor de Portal Citerior.
Gilles Deleuze (1925-1995) es un pensador controvertido, de aquellos que se acercan a los límites de lo que se puede esperar de un pensamiento estructurado. De la talla de un Derridá o un Nietsche, construye su filosofía en función del más acá (Citerior) de las cosas, en un intento de escabullirse del canon metafísico que impregna el pensamiento filosófico occidental desde Platón a Hegel.
En ese sentido, su obra es “vitalista” en términos de Spinoza,- potenciar la vida,- descubriendo los “agenciamientos” que hacen posible que los cuerpos se encuentren con aquellas fuerzas e intensidades que potencien sus deseos.
Michel Foucault , el gran filósofo francés del siglo XX, llegó afirmar que Deleuze “era el único espíritu filosófico de Francia”, porque su agudo y original pensamiento se había confrontado con el reduccionismo hegeliano, con el neo-marxismo de Althusser y del psicoanálisis freudiano. Y estamos hablando de tres poderosos referentes de la reflexión filosófica imperantes en la Europa de los años sesenta del siglo pasado.
La obra de Deleuze es prolífica y destacan dos textos escritos en cooperación con el psiconalista Frank Guattari : “El Antiedipo” (1972) y “Mil Mesetas”(1980), aunque para los conocedores en profundidad de su obra, el libro capital de Deleuze es “Diferencia y repetición “(1969), en el que invierte el método platónico de la división y en la que adapta a su discurso la idea del “eterno retorno” de Nietsche y enfrenta un texto en el que se interesa también por el instinto de muerte que atraviesa el hombre.
A través de diversas entrevistas y conferencias, recalcó que lo suyo era el campo meramente intelectual, alejado del bullicio de los medios de comunicación. Intentaba separar el campo de lo político propiamente tal, de la rigurosa investigación científica o filosófica.
En 1969 publica “La lógica del sentido”, en la cual crea el concepto de “simulacro”, una especie de “esquizoanálisis” que desarticula todos los conceptos básicos de la cultura moderna, particularmente de la música. Para él, todos los objetos,- materiales o intangibles,-funcionan como “máquinas”.
Deleuze afirmaba que su trabajo consistía en trabajar conceptos, de la más variada índole ,y siempre a través de un enfoque original, trabajado a fondo.
Antiedipo: deseo y máquinas deseantes
En esta obra, Deleuze se pelea con Freud derechamente. Edipo, producción freudiana por excelencia y paradigma clásico de la psicología inconsciente occidental,- es más bien una idea del paranoico adulto, en vez de ser un sentimiento infantil neurótico. Deleuze argumenta que el padre teme der desplazado por el hijo y lo abandona. Entonces, claro, surge la fantasía paterna y el culpable es el hijo, de lo que deduce que los complejos y fantasías fueron generadas por la rivalidad del padre y por la complacencia posesiva de la madre.
En el fondo subyace la idea de que los aspectos sociales influyen sobre lo familiar e individual y no a la inversa. Contrariamente, para Deleuze y Guattari, el psicoanálisis supone que el principio de la comunicación entre inconscientes se instituye en relación con la figura materna y paterna, soslayando que esos mismos padres surgieron de prácticas sociales que los definen como tales. Por lo tanto, la familia es la determinada, nunca lo determinante.
Por lo tanto, se concluye que el deseo es una “producción social” en tanto se manifiesta mediante un juego de represiones y permisiones, que constituyen la energía “libidinal” que opera en la sociedad.
Deleuze introduce aquí su famoso concepto de “cuerpo sin órganos”, para determinar al inconsciente en su plenitud, es decir, flujos inconscientes del deseo. En otras palabras, es un inconsciente no personalizado que palpita en cualquier ser vivo.
Deleuze plantea además que el deseo es “codificado” por el poder, lo que se traduce en que quien ejerce un poder busca interpretar el deseo de aquellos a quienes domina. Cuando el deseo es manipulado para ejercer dominio sobre las personas, por ejemplo, se configura un cuadro como el observado en el capitalismo, en dónde se codifica el deseo como mercadería para ser consumida.
La líbido ,por su parte, es transmitida a través de órganos acoplados a otros órganos que constituyen las “máquinas deseantes, esto es, el deseo circula constituyendo conexiones. La líbido, por tanto, es la energía de las máquinas deseantes.
En esos términos, la “intensidad” deseante carece de sublimación (Freud) y se convierte más bien en “producción”; es decir, la sexualidad es una codificación social del deseo, ya que el deseo no reconoce al sexo.
En el Anti-Edipo, por ejemplo, Deleuze denomina “socius” a la sociedad como tal, algo así como un cuerpo pleno y conceptualiza al ser humano desde esa posición, de modo que la sociedad se asemeja a una codificación de los flujos del deseo; esto es, en la sociedad moderna todo está codificado para ser consumido. Equivale a considerar a la sociedad capitalista como una verdadera “isla del deseo.”
Esther Díaz,(Argentina),doctora en Filosofía, una estudiosa del autor francés y su obra, sostiene que la propuesta filosófica de Deleuze y Guattari “ apunta a intentar los cambios desde las instituciones, desde los grupos, desde las comunidades. El capitalismo tardío (nuestra sociedad actual) ha sometido el deseo de las masas a una organización que está al servicio del consumo por el consumo mismo. En el “AntiEdipo” se propone el “esquizoanálisis” como alternativa militante de resistencia.”
“Esto es, se deben buscar “líneas de fuga” (distanciamientos) para posibilitar el desborde del deseo de la vida privada y devolverle su estatus nómade, huérfano, impersonal, transexual. Este análisis aspira a invertir la fórmula freudiana y decir: Allí donde está el yo, ha de devenir Ello”
Un creador de conceptos.
Gilles Deleuze empieza su obra literaria en 1953, con Empirismo y Subjetividad . En 1962 publicó “Nietzsche y la filosofía” y un año más tarde “La filosofía de Kant”.
Antes de construir su propio pensamiento filosófico, se dedicó a un análisis profundo de la producción de diversos autores, entre los cuales se destacan estudios sobre Kafka, Bergson, Spinoza y Leibniz, entre otros.
Deleuze, un gran admirador de Foucault, es quizá uno de los pensadores más influyentes y más leídos y comentados en la escena intelectual moderna. Su línea de trabajo rompe con los cánones ortodoxos de la divulgación filosófica, en su original búsqueda de nuevos enfoques para entender la realidad. Intenta “deconstruir” la manera de entender al mundo, porque “todo puede ser visto y entendido de otra manera”, como afirmaba.
Se pelea con el concepto “binario” de la metafísica tradicional. Critíca fuertemente la dialéctica hegeliana, arrimándose más bien a la senda trazada por autores rupturistas como Spinoza y Nietsche, sumergiéndose en una vorágine conceptual que originó un vuelco original a la reflexión filosófica moderna.
En el fondo, el filósofo francés entiende que la filosofía no es otra cosa que un espacio en dónde se crean conceptos que le dan vida a nuevos modos de pensar: por ejemplo, su famoso “rizoma” (raíces subterráneas); “territorialización” (apropiación de un espacio); “líneas de fuga” ( distanciamientos); “molar y molecular” ( visión macro y micro de las cosas); “devenir” (transformación del futuro en el presente); “máquinas deseantes” ( los cuerpos materiales); “agenciamiento” ( lugar de encuentro de los cuerpos u objetos),etc.
En suma, un pensador que se atrevió a escudriñar los fenómenos de la vida desde otro ángulo, analizando a fondo las materialidades de los objetos, humanos y animales, imprimiéndole al acto de conocer otro prisma, otro enfoque de análisis.
Deleuze, a los 70 años, termina su vida de manera trágica. En 1995 se lanzó al vacío desde la ventana de su piso parisino, poniéndole fin a una quejumbrosa enfermedad respiratoria.