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Actualidad

Publicado por Citerior Diciembre 21, 2018

“Una educación chilena en crisis”.

LA REALIDAD EDUCACIONAL DE CHILE.

PROYECCIÓN PARA UN DESARROLLO INTEGRAL.

                                                 GUILLERMO BARAHONA ROJAS. Profesor Normalista.

Sin ningún temor a equivocarme, podría afirmar que casi la totalidad de los lectores, hemos tenido la suerte de gozar de las bondades del otrora sistema educacional chileno, que sirviera de modelo para la mayoría de los países sudamericanos, y que llevamos grabado a fuego en el alma el recuerdo de nuestros profesores o profesoras que moldearon nuestro espíritu y nuestro intelecto en los diversos niveles de nuestro aprendizaje. Y qué decir de quienes abrazamos la carrera de la docencia, que hemos sido testigos y protagonistas de las transformaciones que ha sufrido la educación en nuestro país.

La realidad de hoy es muy distinta. Allá, por la década de los ochenta, comienza a desplomarse aquel sistema que tanto orgullo y prestigio le dio al país y se inicia la decadencia de un sistema de atención preferente del Estado y el florecimiento de otro netamente economicista o de mercado.

Ciertamente, el mundo de hoy es muy distinto. El avance de la ciencia y la tecnología lo ha cambiado todo, lo que nos tiene sumidos en una situación crítica, caracterizada por una población casi analfabeta funcional, intolerante y dominada por un individualismo creciente y una profunda brecha económica y social.

Difícil resulta, en tan breve espacio para este comentario, resumir nuestra actual realidad educacional; pero, en síntesis, podemos destacar, a mi juicio, sus principales características:

1).- Tenemos una educación totalmente segmentada desde el punto de vista administrativo: Educación particular, Particular subvencionada y Municipalizada. Y desde el punto de vista de sus resultados, escasas posibilidades de acceso al mundo del trabajo.

2).- Un sistema educativo pensado en el mercado antes que en el bien común.

3).- Una educación no dirigida hacia el futuro, evaluada por pruebas estandarizadas y no orientada hacia la formación de un ciudadano autónomo, crítico, reflexivo y participativo.

4).- Una educación pre-escolar que no dialoga con el resto de los niveles del sistema escolar.

5).- Una educación básica y media con tendencia a la formación heterónoma y no a la autonomía cognitiva y moral de las personas. (Ejemplo de ello son las clases de religión, entregadas no como cultura, sino como adoctrinamiento de una determinada Fe).

6).- Una educación Superior sin planificación que hace ofertas sin mercado, centrada en la universidad o en Centros o Institutos profesionales que ofrecen carreras con títulos altisonantes, pero que tienen pocas o ningunas posibilidades de empleabilidad, todo lo cual genera frustraciones y desesperanzas.

Frente a esos antecedentes, han sido muchas las fórmulas de soluciones propuestas, pero, al parecer, ha faltado generosidad y voluntad política si verdaderamente se quiere abordar las soluciones que el país reclama. Y difícilmente se tendrá éxito si no se consideran proyecciones como las siguientes:

1).- Pensar con patriótica objetividad en qué tipo de sociedad queremos vivir y cuál sería el perfil del hombre que nuestra sociedad aspira a formar.

2).- Clasificar en forma veraz y absoluta qué se entendería por “calidad de la Educación”.

3).- Promover la convergencia de las políticas públicas hacia la educación. (En vivienda, por ejemplo, se construyen casas pequeñas, con el consiguiente hacinamiento y promiscuidad, que inciden fuertemente en el aprendizaje. En salud, políticas que inviten a la prevención efectiva, especialmente a través de la alimentación. En desarrollo social, promocionar programas asistenciales que no acentúen dependencia). Es necesario atreverse a dar un salto severo en materia de políticas públicas, introduciendo nuevas condiciones acordes al siglo XXI que vivimos; una organización distinta y exigencias definidas a nuestro sistema educacional y así poder enfrentar con efectividad el serio problema de calidad y equidad que afecta a toda la educación.

4).- Definir un plan de desarrollo estratégico en educación que articule todos los niveles del sistema escolar, con las proyecciones de desarrollo social, cultural, político y económico.

5).- En cuanto a la Educación Pública, ésta debe considerar la gratuidad, la autonomía, el espíritu laico como la libertad de conciencia y pensamiento, la participación en democracia y el fortalecimiento en la formación de los derechos humanos, pero también de los deberes.

Un simple examen como el expuesto revela que estos factores van generando profundas transformaciones sociales y culturales que se reflejan en paradigmas transitorios que nos impulsa a reconocer que vivimos en una sociedad compleja y cambiante, que requiere en el ser humano la adquisición de competencias propias para actuar en dichos contextos tanto en dimensiones reales, virtuales y simbólicas.

En efecto, parafraseando a Edgar Morin, de su obra “Siete lecciones complejas en la Educación para el futuro” (1999), podríamos decir que “se requiere de un urgente cambio paradigmático de la educación; pues entre los saberes que demanda esta complejidad del siglo XXI están, por ejemplo, el saber afrontar la ilusión y el error del conocimiento que surge de nuestra percepción que hace que construyamos nuestro mundo con representaciones mentales muchas veces influenciadas por el mito, las preconcepciones y los prejuicios o por la ausencia de herramientas cognitivas, emocionales y éticas necesarias para aprender a aprender, en un mundo en donde el conocimiento ha estado fragmentado y disperso y en donde mezquinos intereses de grupos minoritarios, pero poderosos, están decididos hacerlos prevalecer para tender en el pueblo la obscuridad de la ignorancia y la irreflexión.”

“En un mundo en donde la información que está en internet, como los mismos estudiantes precisan en aburridas clases, demanda del sistema escolar la tarea de crear oportunidades pedagógicas para que aprendan a saber buscar, seleccionar, organizar, transferir y comunicar información, con fuerte contenido ético y valórico.”

“ En un contexto de tensión entre lo material y lo espiritual que busca el reencuentro con la sensibilidad del ser humano; demanda que las nuevas generaciones aprendan a valorar la condición humana para sustentar su identidad como distinción propia de la especie, pero también para rescatar la diversidad que se observa en los distintos modos de ser, conocer, saber y convivir que despliega cada singularidad que deviene en persona; como también la existencia de grupos de distintas características asumidas o atribuidas natural o culturalmente.”

“Diversidad en donde la tolerancia debe ser el valor que posibilite comprender la alteridad y participar constructivamente en la comunidad planetaria. Vivimos en una época de cambios vertiginosos y de emergencia imprevisible de fenómenos, que resulta también necesario aprender a flexibilizar la mente para lo inesperado y tener fuerzas y sabiduría para abordarlos.”

“En fin, cómo aprender a vivir la comprensión humana en un mundo de desconfianzas, frustraciones y desesperanzas; cómo aprender como persona humana a practicar la ética en el ejercicio de la autonomía del yo y en su mundo de relaciones con todos los ámbitos que configuran la sociedad, la cultura, la naturaleza, la historia y el futuro”.

“El mensaje que se abstrae de esta breve descripción de los saberes que se avizoran como desafíos para este siglo, que ya transitamos, es de esperanza y confianza en las potencialidades del ser humano que deben desplegarse en su desarrollo, en su vida de relaciones; en el ejercicio de la ciudadanía para practicar una auténtica democracia; y en el bienestar junto a sus semejantes en la

comunidad planetaria; sin duda, que estamos hablando de educación, en que entran en juego sensibilidad, sabiduría y habilidades.”

Con gran frustración, escuchamos recientemente al presidente señor Piñera, declarar:

“En el pasado se entendió erróneamente, que el Estado debía asumir en forma directa la tarea educativa. No es así: Del Estado Docente debemos avanzar a la Sociedad Docente, dejando al Estado el papel de promotor de la Educación”

A modo de conclusión, podría decir que la educación debe ser un bien social que al potenciar el desarrollo de las personas, debe cumplir múltiples funciones, como la de contribuir al desarrollo económico y social del país; otorgar y transmitir un sentido de memoria colectiva e identidad nacional; fortalecer la convivencia y el régimen democrático y, favorecer la justa distribución de oportunidades en la sociedad, eliminando, en tal sentido, toda discriminación de quienes acceden al sistema escolar.

Es un sueño, es verdad, pero un sueño posible si el país hace el esfuerzo, permitiendo revivir para este siglo XXI, el principio republicano de Valentín Letelier y Pedro Aguirre Cerda: “Gobernar es Educar”.