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Cultura

Publicado por Citerior Diciembre 4, 2018

“COGITACIONES ACERCA DEL HOMBRE.”

Dr. Hernán Sudy Pinto. Médico Cirujano Plástico.

 

Si se pregunta a un hombre culto: ¿Qué es el hombre?, empezarán a rivalizar en su cabeza tres círculos de ideas totalmente irreconciliables entre sí.

Primero, surge el círculo de ideas de la tradición judeocristiana acerca de Adán y Eva, la creación, el paraíso, el ser caído.

Segundo, aparece el círculo de ideas de la antigüedad clásica como un ser racional que posee el logos, la facultad de apreciar lo que son las cosas.

Tercero, se instala el círculo forjado por las ideas de la ciencia moderna de la naturaleza y la psicología genética, según la cual el hombre sería un producto final y tardío de la evolución del planeta Tierra.

Estas tres ideas carecen entre sí de toda unidad, porque existe una antropología teológica, otra filosófica y otra científica, que no se preocupan una de otra; por lo tanto, no poseemos una idea unitaria del hombre y mientras más ciencias especiales aparecen que se ocupan del hombre, más ocultan la esencia de éste en lugar de iluminarla.

 

A la luz de esta experiencia, se establece la paradoja de que cuantas más cosas sabemos acerca del hombre, más problemático se nos vuelve éste y más lejos estamos de comprenderlo en su unidad más profunda.

 

Max Scheler, en 1928, funda la antropología filosófica, rama de la filosofía que tendía como finalidad principal el construir una idea unitaria del hombre, a partir de las consecuciones parciales de las demás ciencias. Pero el tiempo ha pasado y esta pretensión ha sido discutida, e incluso rechazada de plano por Michael Foucault, uno de los representantes del estructuralismo francés actual, quien discute que el hombre sea el objeto de las ciencias que dicen estudiarlo. Llegando al extremo opuesto, afirma que lo que verdaderamente estudian estas ciencias son las estructuras lingüísticas, psicoanalíticas, de parentesco, económicas, en que vive el hombre, fragmentando al hombre y reduciéndolo a algo que está más allá de él. Adiós, pues al hombre. Si queremos hacer ciencia, olvidémoslo. Si hemos de buscarlo, no lo encontraremos sino fraccionado y disuelto, pues carecemos de un conocimiento unitario del hombre. Esta es una tarea de la filosofía y no de las ciencias, aunque no se pueda prescindir de estas últimas.

 

En ninguna época de la historia, el hombre ha resultado tan problemático para sí mismo como en la actualidad.

 

¿Cuáles son las ideas, imágenes, doctrinas o teorías acerca del hombre que encontramos en la historia del pensamiento occidental?

 

1.- El hombre, un animal racional.

 

Al afirmar que el hombre es un animal racional, nos mostramos como deudores del pensamiento griego que valorizó extremadamente la razón, y consideró al hombre como un ser ante todo contemplativo y teórico, dejando el trabajo manual para los esclavos. Los griegos quisieron comprender al hombre situándolo entre los dioses y las bestias. Platón da la siguiente definición: “hombre, animal sin alas, con dos pies, con las uñas planas, el único entre los seres vivos que es capaz de adquirir una ciencia fundada en razonamientos”.

 

Aristóteles por su parte, en su Política, aclara más esta opinión: “se admite que hay tres cosas por las que los hombres se hacen buenos y virtuosos y esas tres cosas son: la naturaleza, el hábito y la razón”.

 

Esta definición tuvo gran éxito y trascendencia y pasó a los demás filósofos griegos, a los filósofos medioevales y hasta hoy. Es famosa la frase de Pascal: “el hombre es una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña pensante; toda nuestra dignidad consiste por tanto en el pensamiento. El pensar bien es el principio de la moral”.

 

Como se sabe, fue Linneo, quién, en la décima edición del Sistema de la naturaleza, en 1785, designó a la especie humana como Homo Sapiens. Pues bien: ¿es eso lo que somos: racionalidad,sabiduría? ¿Lo somos realmente? ¿Sólo eso?

 

Contra este concepto se han levantado voces de protesta, como la de Morin, (1974) en su Ensayo de bioantropología: “lo que está muriendo en nuestros días no es la noción de hombre, sino un concepto insular del hombre, cercenado de la naturaleza, incluso de la suya propia. Lo que debe morir es la auto idolatría del hombre que se admira en la ramplona imagen de su propia racionalidad. Ante todo, el hombre no puede verse reducido a su aspecto técnico de Homo faber, ni a su aspecto racionalístico de Homo sapiens. Hay que ver en él también el mito, la fiesta, la danza, el canto, el éxtasis, el amor, la muerte, la desmesura, la guerra. No deben despreciarse la afectividad, el desorden, la neurosis, la aleatoriedad. El auténtico hombre se halla en la dialéctica Homo sapiens-demens”.

 

Lo que ya no tiene valor no es la idea del hombre, no está muerta la noción del hombre, sino que lo que ya no vale, es una idea parcial, fraccionada, mutilada del hombre, porque el hombre es racionalidad, pero también pasión, imaginación, vida… ¿y locura?

 

2.- El hombre, centro del universo.

 

También se encuentra entre los griegos la idea de que la tierra es el centro del cosmos y que el hombre es una síntesis o microcosmos del universo. Así surge la idea de que el hombre es el centro del universo. Copérnico demostrará más tarde que la Tierra no ocupa ese lugar preeminente, pero eso no importa porque el hombre es la meta y fin de la evolución del universo.

En 1936, en un breve ensayo titulado significativamente Esbozo de un universo personal, Theilard de Chardin expresa claramente esta concepción: “la verdad del hombre es la verdad del universo para el hombre; es decir, la verdad simplemente. Lo que llamamos vida tiende a disponerse siguiendo una ley de disposición psíquica, terminándose, en el instante presente del mundo, en el hombre, en que la espontaneidad se despierta, se organiza y finalmente se vuelve reflexiva, emergiendo en lo personal.”

 

Pero esta grandiosa visión encuentra también sus contradictores. Algunos filósofos piensan que no se puede atribuir meta o finalidad a la evolución del universo y de la vida. El hecho de que el hombre actúe siempre con un propósito no nos debe inducir a pensar que también el universo “se propone algo”.

Todo sucede según leyes y causas, pero no hay metas o fines. El hombre es ciertamente el resultado de la evolución, pero no su finalidad. El resultado pudo haber sido otro: si ha aparecido el hombre es por pura casualidad, un puro azar.

Es lo que escribe Charles Monod, premio Nobel de fisiología y medicina en 1965, en un libro que hizo mucho ruido: El azar y la necesidad. “El universo no estaba preñado de la vida, ni la biosfera del hombre. Nuestro número salió en la ruleta del casino. ¿Qué hay de extraño en que al igual que quien acaba de ganar mil millones por el azar de la bolita, sintamos la rareza de nuestra condición?”

 

¿Estamos, pues, en el centro del universo y todo converge hacia el hombre, o sólo ocupamos un lugar marginal y nuestro origen fue casual? En cualquier caso, el hombre se siente hoy fuera de su casa en este universo que le supera infinitamente y que intenta explorar y dominar.

 

3.- El hombre, un ser sociable.

 

También remonta a los griegos la idea de que el hombre es un “animal político”, es decir, sociable y ciudadano. El texto clásico se encuentra en la Política de Aristóteles: “es evidente que la ciudad-estado es una cosa natural y que el hombre es por naturaleza un animal político y es el único entre los animales que posee el don del lenguaje, que tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y también lo justo y lo injusto, lo que le da la percepción del bien y del mal y demás cualidades morales y es la comunidad y la participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad –estado”.

 

Según este texto, siendo un animal político, el hombre es también Homo loquens, el animal que habla y el animal ético y moral. Y todo ello lo es por su propia naturaleza.

Quizá el hombre no se encuentre en el universo como en su propia casa; eso no importa porque su casa natural es la sociedad.

Bien, pues también esta afirmación encuentra una formulación opuesta; quizá el hombre no es naturalmente sociable, sino que su naturaleza es de por sí agresiva y egoísta: “el hombre es un lobo para el hombre”, decía ya Plauto; y esta es la tesis que repite el filósofo inglés Thomas Hobbes en el siglo XVII:

“Hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia: la competencia, la desconfianza y la gloria. La primera impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda, para lograr seguridad; la tercera, para lograr reputación. Sin un poder que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado en que domina la guerra, una guerra tal que es la de todos contra todos”.

En conclusión, según Hobbes, el hombre no es de ninguna manera un ser sociable, `pero se ve obligado a vivir en sociedad y someterse a la autoridad para no destruirse.

Pero, la sociedad, ¿nos hace mejores de lo que somos? Rousseau dirá: “al contrario, el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo pervierte”.

 

4.- El hombre, un ser libre.

 

El problema de lo que es el hombre por naturaleza es zanjado por algunos filósofos de un modo tajante: hay que arrancar al hombre de la naturaleza; el hombre carece de naturaleza, el hombre es libertad, afirmación que encontramos en los existencialistas y en Ortega y Gasset. El hombre cuando nace, carece de naturaleza definida y tiene que irse haciendo a sí mismo, escogiendo lo que quiere hacer. Sartre dirá: “estoy condenado a ser libre”.

 

Otros afirman que la libertad no es sino un sueño y la idea del hombre como ser libre es la formulación de un deseo. La necesidad determinaría todos nuestros actos; la necesidad de nuestra naturaleza biológica, los impulsos del inconciente, la presión social, la educación primera. No habrá más libertad que la aceptación de la necesidad que nos rige. Creerse libres no es sino ignorancia de lo que nos determina. Esta concepción nos vuelve otra vez a los griegos y la encontramos en Spinoza en su Ética.

 

5.- El hombre un ser espiritual.

 

Platón pensaba que el hombre se identificaba con el alma y que el cuerpo no era sino una cárcel.

El hombre, por tanto, pertenecía no a este mundo de cosas materiales sino al mundo inmaterial de la Ideas y debe ansiar volver a él: “mientras tengamos el cuerpo y nuestra alma se halle entremezclada con semejante mal, no poseeremos suficientemente aquello que deseamos, es decir, la verdad. Por eso los que filosofan de verdad, se preparan para el morir”.

 

El desprecio del cuerpo se convirtió en lugar común de toda una dirección del pensamiento occidental. Sin embargo, a partir de Aristóteles surge otra tendencia que considera al hombre como una unidad de cuerpo y alma y al cuerpo mismo como penetrado de espiritualidad. El existencialista francés, Marcel , dice que el hombre es un espíritu encarnado, por lo que su destino es trascendente.

 

6.- El hombre: dignidad o miseria.

 

Ante tanta contradicción, ¿qué decir pues del hombre? ¿Se le podrá seguir alabando por encima de todos los demás seres?

 

La dignidad del hombre está, no en lo que es por naturaleza, sino en lo que puede llegar a ser según su libertad y su acción. Pero en esta indeterminación, está también su sufrimiento y su dolor; es decir, su miseria. Nietzsche dirá en La genealogía de la moral: “el hombre es el animal enfermo porque es más inseguro, más alterable, más indeterminado que ningún otro animal.”

 

Frente a tantas ideas y teorías, el hombre estudioso se preguntará si será posible saber lo que es el hombre.

 

Quizá el hombre es un misterio para el hombre, un enigma indescifrable precisamente porque está demasiado cerca, porque está dentro de él. Pero,: ¿podemos renunciar a saber lo que somos? O será mejor intentarlo aunque quedemos a medio camino. El viejo Heráclito afirmó: “Me he buscado a mí mismo” y Sócrates nos recuerda siempre: “Conócete a ti mismo”.

 

El criterio meliorista y citeriorista abordará el misterio y el enigma del hombre considerando sus principales dificultades:

En primer lugar, el hombre es un ser muy individualizado. No parece existir el hombre, sino únicamente hombres. El hombre de carne y hueso de Unamuno, el que nace, sufre y muere, el hombre a quien se ve, y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.

 

En segundo lugar, el hombre no nace biológicamente terminado, debe hacerse a sí mismo, supliendo sus propias deficiencias y su inadaptación al ambiente. Careciendo de naturaleza fija; para hablar sobre el hombre hay que recurrir a su historia si hablamos de los hombres y a su biografía si hablamos de este hombre.

En tercer lugar, el hombre es algo demasiado rico para que pueda ser encerrado en una sola idea. Cambia y se transforma continuamente, como el dios Proteo de la mitología griega. El hombre posee infinitas facetas, infinitos aspectos que no es posible agotar. Y esos aspectos parecen, a veces, contradecirse entre sí.

Lo terrible de la Metamorfosis de Kafka, es que su protagonista se encuentra una mañana transformado en un insecto de duro caparazón y ya no puede escapar a su condición única. Queda fijado, terminado, encerrado en una rigidez inamovible; por ello mismo, deja de ser un hombre.