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Filosofía

Publicado por Citerior Febrero 23, 2022

Albert Camus, el pensador rebelde

Rogelio Rodríguez Muñoz

Una de las definiciones más precisas del oficio intelectual es la que dio Albert Camus en su discurso de Estocolmo al recibir, en 1957, el Premio Nobel de Literatura: “Aceptar la doble carga, en tanto se pueda, del servicio a la verdad y a la libertad”.

Este brillante pensador francés solo alcanzó a vivir 46 años, falleciendo el 4 de enero de 1960 en un accidente automovilístico.  Pero, a pesar de tan corta vida, nos obsequió sus ideas en diversos géneros literarios: ensayos, novelas y piezas de teatro, y fue galardonado –como ya se señaló– con el Premio Nobel  por “el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy”, según reza la declaración oficial.

Tres libros biográficos se conocen de él en español: Albert Camus, de Herbert R. Lottman (Taurus), Albert Camus. Una vida (Tusquets), de Olivier Todd y Albert Camus. Solitario y solidario (Plataforma), obra esta última preparada por su hija Catherine Camus y que es una publicación elegante con formato de álbum que incluye una cuidadosa selección de textos breves, documentos inéditos, manuscritos y fotografías.

Camus es, sin duda, el pensador de la libertad y la filantropía.  Antitotalitario por naturaleza, denunció sin vacilaciones los crímenes de Stalin, Hitler y Franco, repudiando la violencia viniera de donde viniese.  Su amor por la humanidad, por los seres corrientes de carne y hueso, queda patente en una de sus frases que cita el prólogo de la última obra mencionada: “Nadie puede morir en paz si no ha hecho todo lo posible para que los otros vivan”.

Librepensador por excelencia, cultivando la lucidez extrema en su examen permanente de la realidad social, nunca aceptó las doctrinas terribles que distinguen entre “muertos buenos” y “muertos malos”, y abogó siempre por los intentos de cambiar a los hombres en vez de destruirlos. 

Exigió éticamente rebelarse ante la injusticia, la desigualdad social, la opresión ideológica y la violencia terrorista.  Rechazó que en nombre de la eficacia y el éxito unos hombres se sirvieran de otros hombres como medios. Y proclamó, por sobre la voluntad de dominio, los valores humanistas de la fraternidad y el reconocimiento.

Entre sus ensayos destaca El hombre rebelde, editado originalmente en francés en 1951 y traducido por primera vez a nuestro idioma en 1953.  Ha sido reeditado en castellano numerosas veces y, con seguridad, puede encontrarse en nuestras principales librerías en la actualidad. 

Merece leerse en estos tiempos de furores dogmáticos y violencia ideológica. En sus páginas encontramos el análisis profundo de este pensador que busca comprender los crímenes que, en nombre de la lógica, se producen en nuestra época; atendemos a su vehemente denuncia de los asesinatos masivos cometidos al amparo de doctrinas e ideales.

Camus va explorando en este libro cómo hemos llegado desde la rebelión primitiva  –la conciencia que despierta y dice no; la abolición del amo y la afirmación del hombre por referencia a un valor común reconocido universalmente–  a la negación del humanismo, al nihilismo y a la sociedad totalitaria.

Su examen nos muestra un proceso histórico que se va dando como en serie. Nos revela, primero, la “rebelión metafísica” que llega hasta los comienzos del siglo XX: la revuelta de Caín, la negación absoluta de Sade, la exaltación al individuo y al mal del dandismo romántico, el rechazo de la salvación de Dostoievsky, la afirmación absoluta de Stirner y Niestzsche, la poesía rebelde de Lautréamont y los superrealistas.

De esta revuelta metafísica transitamos, en nuestra época, a la “rebelión histórica”, al movimiento revolucionario que expulsa a Dios, a la religión y sus crímenes irracionales, pero que suma ahora los crímenes de la Razón en marcha hacia la historia y el porvenir. 

Esta revuelta histórica, sin embargo, sigue también una secuencia que viene de antes: de los regicidas de la Revolución Francesa; de los deicidas, con Hegel y los hegelianos; del terrorismo ruso individual hasta desembocar en el terrorismo de Estado, tanto irracional como racional.

El espíritu revolucionario del siglo XX mata a Dios, pero consagra el nihilismo histórico, volviéndose en contra de su origen rebelde: su resultado es la tiranía y el terror en nombre de la Historia, el Hombre Libre y la Sociedad Perfecta.  En el fascismo, el nazismo y el estalinismo, la rebelión ha alcanzado su contradicción más extrema, negándose a sí misma, tornándose inauténtica.

Camus, alzándose contra las masacres en nombre de utopías, aboga por encontrar para la rebelión humana una nueva fidelidad y un nuevo impulso.  Su palabra –a pesar de que él hace más de seis décadas ya no está entre nosotros– resuena todavía plenamente vigente: a favor de la humanidad, recuperando los valores de la vida, de la creación y del amor, es hora de que el pensamiento se rebele de una vez por todas contra doctrinas y credos que, predicando absolutos y prometiendo paraísos, erigen el altar del exterminio sobre el sacrificio de los seres humanos.