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Actualidad

Publicado por Citerior Diciembre 18, 2018

“Al borde del precipicio”.

Geopolítica internacional. Mi visión.

Hernán Riadi Abusleme. Arquitecto. Profesor Universidad de Chile. Universidad Diego Portales.

El Tratado de Westfalia de 1648, que acabó con la Guerra de los Treinta Años, significó uno de los hitos más importantes en las relaciones políticas en Europa y en el mundo, porque ahí se firmó por primera vez en la historia un tratado multilateral moderno y se habló de Estados-Naciones, de libertad religiosa y de límites internacionales.

Podemos decir que desde entonces, la globalización de la cultura y especialmente de la política, se ha venido acelerando con el desarrollo de los medios de comunicación. La globalización política adoptó la forma de Sociedad de las Naciones en 1919 con el Tratado de Versalles, que se proponía establecer las bases para la paz y la reorganización de las relaciones internacionales una vez finalizada la Primera Guerra Mundial.

Fue la primera organización de ese tipo en la historia y el antecedente de la Organización de las Naciones Unidas que se formó alrededor de los vencedores de la 2ª Guerra Mundial.

La ONU se define como una asociación de gobierno global que facilita la cooperación en el derecho, la paz, la seguridad internacional y el desarrollo económico. Esta asociación en la práctica ha permitido el diálogo de los más débiles y ha mantenido intacta la soberanía de los más fuertes, que obedecen la ley internacional, sólo si así lo desean.

El fracaso de la ONU como gobierno mundial para garantizar la paz, ha quedado patente desde sus inicios, puesto que las grandes potencias han impuesto siempre sus propios intereses por sobre los de la paz.

Es así, que de acuerdo con la Carta de la ONU, ningún país podría iniciar acciones bélicas sin la autorización de ese organismo, pero son innumerables los ejemplos que desmienten su cumplimiento, pues la ONU cuenta con fuerzas de coacción que dependen de cada estado y la voluntad de cada estado está sujeta a los intereses de las grandes potencias.

La guerra es una empresa que deja grandes pérdidas a muchos y grandes ganancias a pocos. La guerra es instrumento de los fuertes y el derecho es el de los débiles. Como señaló Rousseau: “El más fuerte nunca lo es tanto como para ser siempre el amo, a menos que trasforme su fuerza en Derecho y la Obediencia en deber”.

La muerte de Dios, decretada por Hegel en su Fenomenología del Espíritu, de 1808 y el nacimiento del pragmatismo de Sanders, Pierce, Dewey y James, como filosofía a fines del SXIX, llevaron a los EEUU a utilizar el pragmatismo como instrumento de política nacional e internacional. Desde entonces, lo verdadero es lo que funciona, lo útil, que se oponen de ese modo, a las verdades ideales y absolutas de la filosofía.

La pérdida de poder

Ante el evidente fracaso del multilateralismo para mantener la paz mundial en condiciones de globalización creciente en tecnología y en economía, las mayores potencias han buscado la hegemonía global o regional en la medida de sus fuerzas militares, económicas y políticas, especialmente a partir del término de la 2ªGuerra Mundial.

La ventaja de EEUU se amplificó considerablemente con ese conflicto, cuyo escenario de guerra se dio lejos de sus fronteras, destruyendo las economías de los países europeos y el comercio internacional, pero manteniendo intactos los propios.

La prensa internacional ocultó o disfrazó cuanto pudo, como lo sigue haciendo, la gravedad de estos hechos, culpando en la década de los 70, a los países exportadores de la brutal alza del petróleo, desconociendo que el precio de ese producto lo fijaban en oro empresas inglesas, holandesas y estadounidenses, llamadas popularmente “Las Siete Hermanas”. Desde 1971, la pérdida contante de valor del dólar, ha acompañado la sostenida caída del poder económico y político de los EEUU en el mundo.

El Plan Marshall por una parte y los Acuerdos de Breton Wood por otra, dejaron de lado el patrón oro y lo sustituyeron por el dólar como moneda de intercambio comercial mundial. Para poder relanzar el comercio internacional, Europa entregó a EEUU, sus reservas de oro a cambio de dólares que mantendrían la convertibilidad de US$35 por onza de oro, con el propósito de que los países que desearan recuperar posteriormente sus reservas de oro pudiesen hacerlo.

EEUU nunca respetó dichos acuerdos, pues inmediatamente después de firmados, emitió dólares en grandes cantidades para financiar sus intervenciones, guerras, la carrera armamentista, la carrera espacial, el financiamiento de países aliados, la importación indiscriminada de productos para satisfacción de sus nacionales y últimamente para recuperarse de la crisis financiera que estalló el 2007, a costa de la acumulación de presiones inflacionarias en el mundo que utiliza dólares como moneda de reserva. Las continuas emisiones sin respaldo se hicieron insostenibles en 1971, cuando el presidente Nixon decretó la inconvertibilidad del dólar en oro y el valor de la moneda estadounidense pasó a flotar en el mercado internacional.

El resultado fue un alza acelerada del precio del oro, que entre 1971 y 1979 pasó de US$35/oz. a US$400/oz. El dólar pasó a valer en 1979 menos de la décima parte de su valor en 1971. Las materias primas triplicaron su valor y los productos industrializados multiplicaron su valor por 10. La devaluación del dólar continúa desde entonces sin visos de detenerse.

La competencia por el poder

La pérdida de poder económico y político de EEUU, estimuló el apetito de las potencias por competir. Es así como China, a partir de 1979 y Rusia desde 1989, iniciaron una carrera por el desarrollo económico que les permitiera enfrentar con éxito la hegemonía declinante de los EEUU. Otros países menores como Irak, Libia e Irán, que no han aceptado la creación de Israel en 1948, desde 1990 han amenazado primero y pasaron a comerciar con sus propias monedas después, especialmente el petróleo, lo que desató las guerras de EEUU contra Irak y Libia, que resultaron desastrosas y las amenazas contra Irán que aún no se concretan, pero que Israel no deja de presionar para que se concreten.

Hoy, además de China, Rusia y la India, son cada vez más los países asiáticos, europeos y latinoamericanos que comercian con sus propias monedas, lo que está concentrando los efectos de la devaluación del dólar en los propios estadounidenses.

A pesar de su retroceso, EEUU sigue siendo la principal potencia económica y militar en el mundo y como tal, difícilmente permitirá que segundones amenacen su posición sin hacer lo posible por impedirlo. Y si la guerra se hace necesaria, esa será la opción para la cual financiamiento, tecnología y armamento son condiciones necesarias. Lo que las haría suficientes sería la disponibilidad de energía barata, impidiendo al mismo tiempo que el adversario dispusiera de ella. El triunfo en la guerra depende en gran medida del alto consumo de energía del aparato militar, cuyo abastecimiento se asegura con el control de las fuentes energía, para lo cual es necesario el dominio de los principales países productores del planeta.

Es en este punto que adquiere importancia la guerra en Siria. Ese país no es un gran productor de petróleo, pero sí lo es su aliado militar Irán y su influencia en Irak. La guerra en Irak fue un fracaso porque puso en el gobierno a grupos chiitas aliados de Irán, que ha venido aumentando su influencia en Irak y Siria, que comercian buena parte de su petróleo con China y la India, lo que dificulta el control mundial de EEUU.

Es por eso que Siria se ha convertido en una pieza clave en el desarrollo de las acciones bélicas, en las que interviene fuertemente Israel cuya sobrevivencia está fuertemente vinculada a la hegemonía de EEUU. También han apostado a esa guerra, Francia e Inglaterra; la primera desafiando a la Unión Europea que se ha mantenido al margen del conflicto y la segunda que se independizó de la UE con el Brexit ,gracias a la presión de la solapada propaganda de EEUU dentro del Reino Unido.

Hasta ahora EEUU, Israel, Inglaterra y Francia no han conseguido doblegar a Siria, que cuenta con la ayuda de Irán y Rusia. Esta última, que defiende su vital base militar en el puerto de Tartus, Siria, que es una de sus escasas salidas a océanos de aguas calientes.

Por su parte, China está jugando una interesante partida de ajedrez político al impulsar la unificación de las Coreas, apostando a que los países asiáticos acentúen su desarrollo económico y su comercio cada vez más ligados a los chinos, lo que podría constituir un bloque político y comercial difícil de controlar por parte de EEUU, obligándolo a sincerar su confrontación con China, no solamente en lo comercial sino también en lo militar.

Las opciones militares con naciones del tamaño de Rusia o China, son muy escasas, pues las guerras solo pueden tener éxito ocupando efectivamente el país vencido con fuerzas militares que garanticen el dominio político, para lo cual el control de las comunicaciones es condición “sine qua non”.

De allí la importancia estratégica de la fibra óptica, que, a la inversa de la tecnología electrónica, es inmune a la radiación nuclear. Los bombardeos desde tierra, mar, aire o espacio, solo sirven para ablandar las defensas de enemigo, destruyendo y matando. Las armas nucleares de alta tecnología, de láser o de microondas de alta energía, podrían jugar un papel importante en debilitar la resistencia a la invasión de fuerzas terrestres, pero tendrían escasa importancia en países geográficamente extensos, a menos que se lograra un absoluto control de las comunicaciones. La conflagración nuclear con destrucción total podría ser una opción en el caso de que, como en el ajedrez, unos terminaran quedando en una posición que les permitiera alcanzar la soñada hegemonía mundial.